Las pasadas elecciones se han convertido en un verdadero tollo. Un trago amargo para recordar, que muchos la clasificarían como la peor, en los anales de nuestra vida institucional democrática, esto debido a las muchas irregularidades que han acompañado el proceso. Se ha hablado de un “fraude colosal”, un arreglo virtual electrónico, que no ha reflejado la verdadera voluntad del pueblo que en masa, salió a votar y cumplir con su deber de ciudadano. Así se hizo, en una forma cívica y ordenada, sin embargo, no faltaron los actores de siempre, aquellos que utilizan el tigueraje y la marrullería para sacar ventajas, haciendo de este proceso un verdadero mercado persa de compra y venta, valiéndose de artimañas, engaños para alcanzar unos resultados favorables a ellos.
Los detractores pertenecientes al partido oficial, aseguran que no hubo fraude, “que el que perdió, perdió”, que esto no es más que “pataleo de los que perdieron”, pero, lo que no se puede negar, es que este proceso electoral, estuvo saturado de numerosas irregularidades, incluyendo; desigualdad de recursos entre los partidos políticos favoreciendo al partido oficial y sus alianzas, tardanza en la instalación de los equipos electrónicos, poco entrenamiento e improvisación del equipo técnico, actas vacías, urnas violadas, quemadas, votos arrojados a basureros, sobre conteo de votos, de mayor número que los votantes inscritos y para hacerlo más bochornoso e irregular, un presidente de la Junta Central Electoral, Roberto Rosario, quien además de ser jefe de este grupo electoral, admitía a la franca ser un miembro activo del comité central del Partido de la Liberación Dominicana, quien en numerosas ocasiones respondía directamente, a las directrices e intereses, de ese partido, haciendo de este torneo un evento parcializado, contaminado de inequidad, acciones fraudulentas y de “irregularidades" por doquier.
Definitivamente, que el pasado torneo electoral, se ha tornado en un descalabro para el gobierno, el oficialismo y en especial para la Junta Central Electoral y su presidente, Roberto Rosario, quien lleva el peso del fracaso de esta contienda, que empaña su credibilidad y su reputación cuestionada por amplios sectores del país, en su función de árbitro responsable. Numerosos segmentos de la población incluyendo grupos cívicos, sociedad civil, grupos religiosos, han requerido de la junta más transparencia en el manejo del proceso y de los conteos de votos, que después de veinte y tantos días de efectuada las elecciones, este continúa sin poder dar oficialmente datos de los ganadores; declarando a Danilo Medina, como ganador (no oficialmente) con un 62 %, lo que podría ser cierto, pero dudoso parecería, con una cifra de votos tan alta, ya que la gran mayoría de los dominicanos conocemos, que las firmas encuestadoras, el Banco Central y la Junta Central Electoral, tienen sus propios números y por cientos, siendo de todos conocidos que esas cifras bailan al $on de la $musica que le toquen; ¿o es que quizás estamos en el preludio de una nueva pesadilla de “Reelección”, basada en esa alta evaluación, supuestamente alcanzada por el presidente Medina, para ser utilizada como plataforma de campaña reeleccionista para el 2020?
En todo caso, lo que ha quedado claro, es que desgraciadamente hemos retrocedido a prácticas deshonestas, vergonzosas, que pensábamos superadas; pero tenemos que mantener una voz representativa de la decencia y de la honestidad, frente a un grupo y su sistema, enfermo, podrido, saturado de corrupción, complicidad, impunidad, carente de una justicia honesta, sin un régimen de consecuencias. Creo un deber de todo ciudadano que se preocupa por el bien y la mejoría del país, el reeducar las grandes mayorías con enseñanzas simples sobre sus derechos cívicos y políticos, reeducar nuestros jóvenes a conocer la importancia de los procesos eleccionarios, en el sistema democrático, la necesidad de crear una conciencia honesta, no contaminada de antivalores, orientada hacia valores éticos y sociales virtuosos.
Entiendo va a ser una tarea ardua, difícil, que los de nuestra generación, quizás no logremos verla realizada por completo, debido a razones de edad y caducidad de tiempo de vida, pero hay que seguir preparando el camino, para la generación presente y las siguientes, que representan la esperanza, el porvenir y el futuro de la Nación Dominicana.