En días pasados, me sentí repugnada escuchando la canción Desacato Escolar de la cantante de género urbano Tokischa. Era la primera vez que la escuchaba y no podía creer esas letras tan vulgares. Inclusive puse un Tweet que decía “en un mundo de Tokischas es bueno contar con Marileidys”. Luego de varios días en negación y de pensar que “cómo es posible que esta “artista” tenga tantos seguidores” sólo tuve que ir a una escuela pública y analizar varios indicadores sociales para decir “ah ya entiendo, por esto es el boom con Tokischa”. Estas canciones son parte de una realidad que queremos ignorar pero que es cada vez más difícil de evitar. Luego pensé en algo más trascendental y cambié de opinión. Y es que en cierta manera estas dos mujeres comparten muchos aspectos en común, a pesar de que sus logros sean tan distintos. Por empezar, tienen la misma edad y son productos de un grupo social marginado, pero altamente latente en la sociedad dominicana. Que salen a relucir únicamente cuando provocan un boom pero antes de eso, viven olvidadas y desdichadas.
Empecemos por Tokischa – sus letras, su comportamiento y los anti-valores (aunque no sé si en realidad son anti-valores o son realidades) que promueve, de manera tan explícita y vulgar según los estándares promedios conservadores. Desde sus antecedentes de vida tan duros ha encontrado una manera de sobresalir a través de este género urbano. Lo ha hecho relatando verdades y cuestionando paradigmas. Cuestiona las creencias populares. Cuestiona el maltrato a la mujer. Cuestiona lo que realmente se vive dentro en una escuela. Cuestiona las identidades sexuales. Cuestiona las creencias religiosas y la religión. Sigamos con Marileidy. Definitivamente también es un outlier. También con antecedentes humildes. Recibió poca inversión y reconocimiento del Estado hasta que ganó en los juegos olímpicos. Al contrario de Tokischa, siempre pone a Dios en el centro de todos sus méritos. Nos representa y sentimos orgullo por ella.
Aunque no es una vara mágica, pues el desarrollo debe ser integral, queda a cargo de la educación pública dominicana definir si el país merece a más Tokischas o a más Marileidys
Entonces – ¿qué tienen en común Tokischa y Marileidy? Ambas resaltan en sus mundos y sobre todo, ambas estuvieron marginadas hasta hace muy poco, a pesar de ser extremos opuestos de un mismo grupo. En esta dicotomía radica la complejidad de la polarización de los “valores” dentro de la sociedad dominicana. Sobre todo hacia las mujeres. Me pregunto por qué a los cantantes masculinos del género urbano, por ejemplo, no se prohíbe su música que denigra claramente a las niñas, a las mujeres. Me pregunto por qué incitamos a las niñas a ser “esposas” a temprana edad (hace poco se abolió el matrimonio infantil en R.D) pero cuando una cantante explícita este tipo de contenido, nos ofendemos. O por el contrario cuando una niña quiere practicar deportes decimos “las niñas no hacen eso”. Me pregunto por qué alabamos a Marileidy una vez ha ganado las medallas pero nos olvidamos de ella en ese camino tan desafiante que tuvo que agotar para llegar allí. Me pregunto si a los pastores pedófilos de las miles de Iglesias en República Dominicana les hacen tanto rechazo cultural como le hacen a Tokischa. En fin, la hipocresía de nunca acabar.
Aunque no es una vara mágica, pues el desarrollo debe ser integral, queda a cargo de la educación pública dominicana definir si el país merece a más Tokischas o a más Marileidys. Aunque ninguna es mejor que la otra. Una es atleta y medallista olímpica mientras que la otra graba canciones con cantantes como Rosalía y es reconocida hasta por bandas icónicas como lo es Coldplay. Son productos de lo que una sociedad cosecha y revelan las preferencias de los grupos distintos dentro de las mismas. Tenemos que dejar la doble moral a un lado y admitir que en esta sociedad conservadora, quienes rompen el status quo, de distintas maneras, son quienes sobresalen para bien o para mal. Algún día tendremos una sociedad dominicana que propicie un pensamiento crítico. Para esto es necesario contar con familias y escuelas que eduquen a sus hijos e hijas con información y coherencia. Que promuevan el pensamiento crítico y su currículum esté acorde con los estudiantes del siglo XXI. De lo contrario, el desacato escolar tendrá consecuencias cada vez más costosas, aunque esto sea chocante para los grupos más privilegiados (i.e conservadores). Afortunadamente el sol no se tapa con un dedo.