Mi abuelo Tomás Báez Díaz era nacionalista. Fue una de las primeras personas que habló sobre el "peligro haitiano" en República Dominicana. Balaguer, quien alimentó durante largo tiempo la inmigración ilegal de braceros para el CEA que sus funcionarios corruptos quebraron, lo nombró Embajador encargado de Asuntos Haitianos. Sus artículos trataban la temática con empeño y advertía sobre lo que consideraba una "invasión pacífica".

Mi abuela paterna, en Puerto Plata, nos hacía la historia cada vez que cruzaba un obrero haitiano. Crecí escuchando anécdotas del degüello de Moca de sus labios, adornadas por el odio y el imaginario popular. Para mi todos los ladrones eran haitianos y viceversa. Y en mi cabeza todavía resuena la frase que luego fue motivo de bromas de sus nietos: gente mala, negra.

Mi padre, formado en la escuela del trujillato (aunque es antitrujillista y demócrata) infla el pecho de fervor nacionalista cuando alguien le habla de Haití. Justo hoy ha compartido en Facebook una frase de Marine Le Pen, la líder xenófoba del Frente Nacional Francés. Esto, a pesar de haber ayudado en momentos difíciles a varios inmigrantes haitianos, debo reconocer (porque sé que su respuesta vendrá por esta misma vía). Vivimos discutiendo.

Llegó la adolescencia y me tocó tener un profesor de francés que era nacional haitiano (Raymond Montellus). Un individuo con una formación excepcional que intentaba sobrevivir al calvario, a la tormenta de acoso y necedad colectiva que nosotros, adolescentes inconscientes, le imponíamos. Recuerdo que en el curso la disciplina era más tema que las conjugaciones. Recuerdo como día tras día la clase de francés se convertía en zoológico (con nuestras vocecitas imitando distintos tipos de animales), en campo de tiro (con pedazos de papel ensalivado volando hacia el profesor impulsados con calimetes), en territorio de todo tipo de sandeces y maldades que nuestra inmadurez y, por qué no decirlo, nuestro racismo preparaban para el profesor. El aula era un infierno privado para Raymond Montellus.

Un día recuerdo que yo mismo le grité "¡La camiona!". El profesor me fulminó con la Mirada manteniendo la calma y me dijo: "racista". Esa palabra me cambió para siempre. Recuerdo lo que sentí al verme descubierto, encuerado, expuesto en mi propia miseria, en la verdad de que yo era un racista.

Así, se dio el caso de otros amigos que acosaban a Raymond con el famoso "diga perejil". Algunos pagaron caro su actitud. El Colegio Loyola sabía cobrar la indisciplina.

Con el tiempo crecí y mi avidez por la lectura puso en mi mano Política para Amador. Se trata de un librito muy interesante que Fernando Savater escribió para que su hijo comprendiera la cosa pública. El autor ofrece una serie de elementos para que uno mismo vaya deconstruyendo y rearmando la visión de las cosas que, la tradición y los libros de textos nos petrifican en el caco. Los preconceptos que hacemos prejuicios. Las "verdades históricas" que nos atrapan.

Mi forma de ver el mundo cambió temprano. Cada día fui alimentándola y tratando de deshacerme de imposiciones y creando mis propias valoraciones. Así entendí el fenómeno de las migraciones y su origen económico. Descubrí que el Duarte que en la primaria yo imaginé como un gigante que cortaba con una gran espada la isla en dos, no era antihaitiano. Que incluso se alió con haitianos para liberar el territorio Este y fundar la República Dominicana.

Hace un par de semanas un amigo que se considera a sí mismo nacionalista y antihaitiano me llamó. Me interpeló mi actitud hacia la temática de los dominico-haitianos. Me preguntó por qué yo me cogía ese pleito para mi. No supe responder de inmediato. Creo que en eso tiene mucho que ver la palabra que todavía escucho cuando pienso en el profesor Montellus: racista. Mi amigo me confesó que comprende perfectamente los elementos de la coyuntura actual, que entiende que quienes se oponen a la sentencia tienen la razón, pero que él no puede aceptar esa realidad, porque está atrapado en su sentimiento, en su visión de la dominicanidad.

Mi interés con esta publicación no es convencer a nadie de que hay que abrir la frontera (como venden algunos nacional-populistas), tampoco se trata de que la migración sea indiscriminada (particularmente entiendo que hay que regularizar la migración y dotar de status jurídico legal y permisos de trabajo a quienes vengan). Mi publicación busca dar respuesta a la inquietud de ese amigo que llamaba y a la vez, entender un poco su sentir.

La sentencia 168/13 no resuelve el problema de la migración haitiana. Lo que hace es dejar a cuatro generaciones de personas dominicanas sin derecho a la nacionalidad que siempre han tenido. Lo hace tergiversando la ley, violando la Constitución y acomodando razones y emociones a intenciones específicas. Estoy seguro que detrás de la misma no hay únicamente gente confundida. Estoy seguro que junto con los muchos que están atrapados en su sentimiento hay quienes quieren recursos (se necesita mucho para una inspección de actas desde 1929 hasta la fecha (80 años más o menos) para sus gestiones. Estoy seguro que también hay los que tradicionalmente pescan de aprovecharse del sentimiento (y el miedo). La confusión se ha instalado históricamente siendo útil a los peores intereses de nuestro país.

Intento ponerme en los zapatos del casi medio millón de dominicanos que a partir de la sentencia no tendrán la posibilidad de sacar sus papeles, de tener cuenta bancaria, de inscribir a sus hijos en escuelas, ni siquiera de salir del país, porque no podrán sacar pasaportes. Pienso en su situación. Me pregunto cómo es que después de haber nacido aquí y amado este país de pronto se levantan con la noticia de que no son más de aquí. Pienso en qué habría pasado si mis bisabuelos, siete de ellos de origen europeo, fueran inmigrantes ilegales. Y también recuerdo la Alemania nazi. Y cómo un día los judíos se levantaron sabiendo que iban a perderlo todo. Y cómo también gran parte de ellos lo perdió todo, incluso la vida. "Lo que es malo, puede ser aún peor (Thomas Hardy)".

Basta ya de promover el odio. Nadie está pidiendo a nadie que deje de ser buen dominicano. Nadie está pidiendo a nadie vender la patria. Nadie está buscando que República Dominicana abra sus fronteras.

Creo en la solidaridad. Creo que necesitamos pensar que hoy se trata de un grupo de dominicanos por su origen, pero que mañana puede tratarse de nosotros. Creo que lo que es justo es justo. Creo que no podemos poner a pagar a nuestros hermanos dominicanos, porque sus familiares son de origen haitiano, por los abusos cometidos hace casi 200 años de un dictador haitiano que oprimió a ambas partes de la isla.

República Dominicana no está en peligro. La migración existe desde que existen los seres humanos. Los países, las culturas, las economías, se enriquecen con ellas.

En un país en el que una sentencia desconoce derechos adquiridos y determina expropiarlos violando la Constitución y los principios jurídicos fundamentales, todos corremos peligro. Los derechos de las personas no son desechables. Un grupo de jueces no puede determinar el destino de quinientas mil personas. Expresemos nuestra solidaridad con nuestros hermanos dominicanos por derecho.

El sábado pasado fui a montar a caballo en San Cristóbal. Diecisiete personas hicimos un hermoso paseo de 6 horas. En un momento que cruzamos el río Haina vimos un grupo de inmigrantes haitianos siendo bautizados en el río. Un ritual muy hermoso, con canciones armónicas. Entre los que iban a caballo empezaron a escucharse comentarios. "Nos jodimos". Y luego, empezaron a gritar "¡la camiona!". Sentí vergüenza ajena. Pero al continuar los comentarios, ante el "esto se jodió" de uno de ellos, dije: "coño, pero ¿cuántos dominicanos e hijos de dominicanos no se bautizan en Estados Unidos? ¿Qué es lo que se jodió?". Todos hicieron silencio.

Hoy se cumple un mes de la #SentenciaTC que despoja de sus derechos a dominicanos por ser descendientes de indocumentados. Como si el status jurídico se pudiera heredar.

Hoy es un buen día para unirse a las voces que estamos dando apoyo a personas que les quieren quitar su patria, la dominicana.

Expresa tu solidaridad.

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TODOS SOMOS VULNERABLES. SEAMOS SOLIDARIOS.

El autor es escritor y estratega en comunicación.

@jcnazario