Decíamos que, más que una terapia conductual, necesitamos una terapia de transformación espiritual integral, una metanoia (cambio cualitativo total), como individuos y como sociedad. Es como si estuviéramos atados por lazos invisibles que, como marionetas cósmicas, nos manipulan al soplo del viento.
También decíamos que nos hemos convertido en una nación de “brinca-charquitos”, como hace el Presidente los fines de semana, cada uno sobreviviendo por su cuenta con una total indiferencia hacia los que nos rodean a diario.
Existe una “terapia” bioenergética que ha sido muy efectiva en el Oriente, específicamente en Hawái, llamada Ho’oponopono, que ha sido muy efectiva en la transformación del medio ambiente de sociedades injustas y disfuncionales como la nuestra, que producen maleantes psicopáticos como si se tratara de los “radicales libres de las células” que causan el cáncer, tanto a nivel orgánico como social.
De hecho, la mayor parte de las enfermedades que nos aquejan son el reflejo directo del desequilibrio homeostático disfuncional que vivimos dentro de nosotros mismos, convirtiendo en realidad aquel refrán tan dominicano de que “el corazón de la ahuyama sólo lo sabe el cuchillo”.
Más que una terapia, esta técnica bioenergética subliminal produce una transformación que incide en la conducta antisocial, como la de esa juventud que deambula por nuestras calles y reside en nuestras cárceles, haciendo que nuestras familias exhiban un comportamiento esquizoide donde se han perdido los referentes para comprender la realidad en que vivimos y nos movemos.
Sin embargo, los primeros que tenemos que transformarnos somos nosotros mismos, pues, cambiando nosotros incidimos en nuestro entorno inmediato.
Hay primeramente que experimentar el cambio dentro de nosotros mismos para verlo reflejado en nuestras comunidades respectivas.
El Ho’oponopono es una meditación-plegaria dinámica que transforma nuestro entorno vibratoriamente y consiste en un viaje al Centro de nosotros mismos.
“Pono” significa “fuente central desde donde fluye todo equilibrio”, donde todos somos Uno, aceptando que somos partícipes causales de nuestro medio ambiente y tenemos la responsabilidad de cambiarlo.
La conducta antisocial, además de una configuración neuronal defectuosa, propia de todo psicopático, procede de la falta de equilibrio que causa el resentimiento colectivo acumulado y el deseo subconsciente de venganza.
Es el caldo de cultivo donde nacen estos muchachos antisociales. Una especie de cáncer social generalizado que hace metástasis en nuestra sociedad, donde no se ha experimentado nunca un estado de equilibrio psíquico-emocional, debido al ambiente de injusticia social inherente a todas esas familias marginadas de nuestros barrios, donde los muy pobres reciben menos del 4% de los ingresos totales y todo pobre está condenado a morir siempre pobre debido a la redistribución injusta (“income redistribution”) de las riquezas.
En estas comunidades (barrios marginados) se ha carecido siempre de lo esencial para funcionar como seres humanos. Hay que liberarse de esa condición de injusticia crónica. Más que una revolución socialista, para dejarlo todo como estaba antes, virando la tortilla artificialmente, lo que se necesita es una transformación integral que surja desde dentro de nosotros mismos, como individuos, como células sociales y como pueblo. Transformándonos nosotros transformamos al mundo.
La pobreza extrema, la explotación perenne, la corrupción sin sentido, producen ese tipo de psicópatas que hoy pululan por nuestras calles aterrorizándonos a todos.
La “terapia” bioenergética Ho’oponopono es una invitación a retornar juntos al centro neuronal del que todos procedemos y del cual nos hemos apartado. Nos hemos expulsado nosotros mismos del “paraíso” perdido del que habla la Biblia.
Hagamos una prueba: Inhalemos, exhalemos; inhalemos, exhalemos; inhalemos, exhalemos y afirmemos, dirigiéndonos mentalmente a nuestra juventud perdida:
Lo siento. Por favor, perdóname. Te amo. Te doy las gracias.
Podemos intercalar los nombres de cada uno de estos muchachos, si así lo deseamos, y repetir las mismas palabras de excusa, perdón, amor y agradecimiento, una y otra vez, como una jaculatoria constante. De alguna forma, estas vibraciones penetran en el inconsciente colectivo de esos radicales libres que han hecho tanto daño y que se lo están haciendo a ellos mismos.
Como decimos en el Padre Nuestro: “perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
No preguntes las razones, simplemente hazlo. Parte de nuestro problema es que siempre queremos saber el “por qué” y el “cómo” de las cosas, antes de hacerlas. ¿Cómo se aprende a nadar? ¡Nadando!
Lo mismo podemos aplicar a los que nos han herido profundamente, haciendo que los nexos emocionales que nos atan a ellos desaparezcan como por encanto.
Volvamos a inhalar-exhalar varias veces, hasta que sintamos paz en nuestro interior. No solamente nos sentiremos más descansados, sino que transformaremos vibratoriamente nuestro entorno, pues nos hemos comunicado con el centro mismo de nuestro Universo, donde todo y todos vibramos constantemente como en una tela-araña energética gigantesca. Queramos o no queramos, todos somos Uno.
Leamos a Mateo 6:6; 11:28. Lucas 17:20. Romanos 12:2: “Transformaos por la renovación de vuestro entendimiento…” Leamos también al Salmo 45:10: “Pon tu mente en calma y convéncete de que Yo Soy el que Soy dentro de ti”.
Todos somos culpables y responsables de lo que sucede en nuestra vida.