La familia es una de las instituciones que más influencia tiene en la sociedad.
La es un núcleo central del que se nutre la sociedad, es decir, todos los integrantes de una sociedad han salido de una familia.
En el siglo XX, se hablaba de familia de origen y familia nuclear, y al decir familia se pensaba de inmediato en un padre, una madre y uno o varios hijos; hoy día esta concepción ha cambiado mucho, pues existen diversos tipos de familia o agrupaciones humanas que funcionan como tal.
Nos encontramos con familias monoparentales, familia nuclear, familia nuclear reconstruida, familia con soporte, familias extensas, familias de tres generaciones, pas de deux, familia acordeón, familia formada por nietos y abuelos, entre otros tipos de grupos sociales a los que se les llama familia.
Sin embargo, la verdad que no varía es que todos los seres humanos hemos salido o pertenecemos a una familia, aunque estos padres nunca hayan estado unidos bajo el vínculo de un contrato o matrimonio, sin embargo, aun así desde la unión óvulo y espermatozoide ya viene integrado el componente de herencia familiar.
Según lo plantea Bert Hellinger en su enfoque sistémico sobre la familia, toda persona está conectada a una familia de origen y desde ahí toma ciertos roles en esa estructura familiar.
Cada miembro de una familia, incluso aquellos que están ausentes por muerte o separación, están energéticamente vinculados y esta vinculación afecta de forma amplia a todos los miembros de este sistema familiar.
Los recién llegados al sistema familiar, así como heredan todo el ADN también toman todas las herencias transgeneracionales de su árbol familiar.
Esta realidad nos evoca a entender que la familia es lo más cierto que tenemos, y aunque la experiencia que muchas personas viven a lo interno de sus familias, a veces puede ser caótica, sin embargo, no por esto se separará de los lazos transgeneracionales que les unen.
Pertenecer a una familia determina mucha de las cosas que están presente en una persona, y no solo en el genotipo o fenotipo, sino también en el comportamiento social, relacional y vinculante hacia todo su entorno.
Reconocer lo que se ha recibido de la familia y honrar a aquellos que nos dieron la vida y la pertenencia al sistema familiar de dónde venimos es una gracia. Al honrar podemos hacer el ejercicio de incluir a aquellos que por alguna razón fueron excluido del sistema, y esto permite que cada cosa o situación de familia se de en la generación que se está viviendo y evitar así que esos hechos se repitan como destino en la vida de las generaciones posteriores convirtiéndose en herencia.
Agradecer el haber nacido y tomado todo lo que es parte de nuestra familia de origen es un acto de reconocimiento y de amor.