En cada acontecimiento social y político existen las contradicciones y controversias, le dan vida y salud al evento en cuestión. Sin las contradicciones las cosas llegarían a su fin. Vivimos en un mundo de contradicciones. La importancia reside, para poder avanzar, en descubrir la contradicción principal y la secundaria; su forma de tratarlas y estar consciente en su evolución y transformación, las mismas pueden cambiar y surgir otras. Nada permanece estático.

El subjetivismo, la unilateralidad y el dogmatismo, no debe guiar el accionar ni el pensamiento de los revolucionarios. Estos no permiten ver las contradicciones fundamentales, identificar al enemigo principal y secundario, y las posibilidades reales de golpear, con contundencia, al enemigo común. El momento se nutre de realidades, no de deseos ni aspiraciones.

Las posiciones emocionales descansan en apreciaciones subjetivas de la realidad; observar las cosas alejadas de la realidad objetiva. Es examinar el fenómeno inyectándole el deseo y el interés personal, muchas veces divorciada de la verdad. En políticas las emociones son muy malas consejeras. El fenómeno político, económico y social se observan en forma multilateral, con objetividad y en constante movimiento.

En esta coyuntura electoral hay múltiples contradicciones que se manifiestan en todos los escenarios. No cesan de moverse constantemente, agregándole nuevos ingredientes que cambia el tablero electoral. Mantener una visión dogmática y unilateral, no ayuda a ver los acontecimientos en forma objetiva, en movimiento, y ubicando al enemigo principal.

Esta es una coyuntura electoral compleja, muy compleja, porque sus integrantes se mantienen en movimientos, generando al mismo tiempo partículas que obligan a variar el plan, para ir de las manos con ellas. Partículas que deben ser analizadas apartadas de prejuicios emocionales y lo más importante, un desenfoque del momento histórico.

En política no es correcto atacar, al mismo tiempo, a todos los enemigos sin saber diferencias las particularidades de las contradicciones en el proceso electoral. Perdemos de vista que tenemos de frente a un enemigo poderoso; fragmentado, en su lucha por el poder. Con la unidad de contrarios, acumulando fuerzas, se puede golpear con potencia al enemigo principal.

Sin darle mucha vuelta al asunto, el enemigo principal a vencer es el PLD en el poder, el presidente Danilo Medina Sánchez y su grupo hegemónico. El PLD ha descendido, a gran velocidad, ética y moralmente a niveles insospechados por su fundador, el profesor Juan Bosch. A pesar del gran poder estatal que tiene, su desgaste es evidente. La salida de Leonel y su grupo, le pone «la tapa el pomo».

No olvidemos que el PLD fue una moneda de dos caras: Danilo y Leonel. Aunque Leonel haya salido, recientemente, del PLD, no lo exonera de la desgracia peledeísta: es su mentor y guía en materia de corrupción e impunidad. Sus contradicciones, por el poder, con Danilo, conlleva observar ese fenómeno en movimiento. El PLD y Danilo siguen siendo el enemigo principal a vencer.

El PRM, PLD, PRD, PRSC y ahora el partido de Leonel, son expresiones políticas del sector oligárquico burgués. Entran en conflicto cuando se trata de llegar al poder. Los grupos económicos se disputan, a través de los partidos políticos, la oportunidad de administrar los asuntos de Estado. Esas contradicciones pueden ser aprovechadas para introducir aspectos democráticos, institucional y cambiar la forma de gobernar.

Originalmente se planteaban dos bloques electorales: el PLD y los partidos opositores encabezado por el PRM, tomando en consideración las posibilidades de conformar un tercer bloque alrededor de Alianza País. Pero todo ha cambiado. Leonel salió del PLD creando un nuevo escenario y ALPAÍS no pudo apuntalar el tercer bloque. En los partidos conservadores, reflejo políticos de la oligarquía burguesa, la lucha por el poder es tenaz y muy agresiva. Creando contradicciones puntuales de ser estudiadas y aprovechadas.

Para vencer al enemigo principal, se requiere de una Gran Coalición Electoral encabezada por el PRM y su candidato presidencial, Luis Abinader Corona. Sustentada en un programa de gobierno democrático y acuerdos políticos; voluntad política para combatir la corrupción y la impunidad, y respetar el derecho internacional de autodeterminación de los pueblos, su soberanía y su independencia.

Un nuevo gobierno no debe negociar el anhelo, cansado de la corrupción del PLD, de justicia de la población. La lucha contra corrupción y la impunidad es innegociable. Una justicia independiente debe de encargarse en determinar la gravedad de los hechos, llevando a la cárcel a los responsables e incautarles todo lo malversado, robado.

Como los revolucionarios descartaron la unidad, Tercera Vía Electoral, para enfrentar unidos los desafíos de la coyuntura electoral, la cosa se complica. Siempre el inmediatismo no les permite ver más allá de sus narices. El conservadurismo se prepara, con tiempo, para hacer frente a las eventualidades y seguir su camino al poder. La izquierda no, pensando en va a llover, dejando todo para últimos momentos. Ahora, vienen todas las descalificaciones del mundo, no se dan cuenta, estamos aislados.

El mundo no se acaba en el 2020. Quizás, se pone bueno, mejor, para el pueblo y los revolucionarios. Pero sin unidad no hay nada halagüeño, seguiremos en las mismas cantaletas… Haciendo lo que mejor hacen cuando se trata de enfrentar ideas contrarias, dentro de la revolución: criticar y despotricar sin piedad, "desatendiendo su cartón".

Con la Gran Coalición Electoral para vencer al PLD corrupto no termina el calvario de los dominicanos/as. Por el contrario, se inicia una nueva etapa de lucha y resistencia contra cualquier desvío hacia la ultraderecha y el no cumplimiento con el programa de gobierno y los acuerdos pactados. Para eso es de extremada importancia consolidar los trabajos realizados para crear un espacio de las organizaciones y personalidades de la izquierda revolucionaria.

Señores, dejémonos de pendejadas y ñoñerías, esa Coalición tiene que ser encabezada por el PRM, hacer los acuerdos de lugar para desplazar el dominio del PLD y cambiar la forma de gobernar, sobre la base de un programa de gobierno democrático e institucional. ¡Todos contra el enemigo común!