El anuncio de los Ministerios de Salud y Educación de combatir el dengue es adecuado, pero ¿por qué tuvimos que esperar la muerte de tantos niños para hacer lo correcto, tratándose de un problema recurrente y perfectamente previsible?
La prensa informa del fallecimiento de por lo menos 53 personas, víctimas del dengue hemorrágico, una cantidad alarmante en términos humanos, y en comparación con sólo 39 del año pasado para la misma fecha. Los casos de internamiento suman ya varios cientos, con tendencia al alza. Estos resultados indican que la incidencia de esta terrible enfermedad, lejos de disminuir va en aumento, evidenciando una vez más nuestra fragilidad sanitaria y falta de previsión. Nuevamente nos sorprenden asando batatas.
Cualquier muerte siempre resulta dolorosa, pero mucho más aún, cuando se trata de niños inocentes, y de los hogares y las zonas más deprimidas del país. Décadas tras décadas, el descuido y la improvisación continúan siendo la norma, a pesar de que nuestro país se encuentra en la zona tropical, donde el riego es mayor, y que ya tenemos décadas padeciendo las consecuencias de este flagelo. Es que la política oficial de salud subestima los programas preventivos, atados a la cultura nacional de sólo poner candado cuando nos roban.
El dengue es una infección transmitida por mosquitos que se multiplican rápidamente en las aguas estancadas. Aprovecha los niveles de pobreza e insalubridad, y la vulnerabilidad de sus sistemas de salud, para impactar en la morbilidad y mortalidad infantil de los hogares más pobres, especialmente de Asia y América Latina.
Reaccionando ante su agravamiento, los ministros de Salud y Educación anunciaron que van a aunar esfuerzos para combatir esta epidemia para evitar mayores consecuencias sociales. Si la misma resulta efectiva, estas acciones conjuntas podrían surtir un gran impacto ya que se trata de los dos Ministerios con mayor personal, con ramificación en todo el territorio nacional, y con contacto directo e influencia sobre la mayoría de la población. También esperan el concurso de los ayuntamientos, más simbólico que real, por la falta de recursos.
En adición al personal de salud pública, el Plan involucraría a miles de maestros y a millones de alumnos en la prevención, detección y eliminación de los criaderos de mosquitos. Pero uno se pregunta, ¿por qué se esperó tantas muertes para hacer lo correcto, tratándose de un problema recurrente y perfectamente previsible? ¿Hasta cuándo seguiremos pagando un precio tan alto en vidas infantiles? ¿Cómo vamos a reducir la mortalidad infantil, sin adecuados programas preventivos?
De acuerdo a mi experiencia en la Región, los países que han logrado los mejores resultados enfrentado el dengue, y otras enfermedades previsibles, son aquellos: 1) que valoran la vida, incluso de los más humildes, por encima de cualquier consideración económica o política; 2) con tradición y fortalecimiento de los programas preventivos; 3) con recursos humanos calificados y suficiente presupuesto; y 4) con suficiente credibilidad social para motivar e involucrar a la población en el logro de metas sociales. ¿Cuántos de estos requisitos cumple nuestro país?