“Aquí se toma más ron que leche”, dicen algunos; otros opinan lo mismo sobre la cerveza. Sea cierto lo primero o lo segundo, en República Dominicana se consume mucho, mucho alcohol. Y lo que es peor, cada vez se ve más juventud tomando y mezclando cualquier cantidad de sustancias para gozar y hacer más intensas las falsas emociones que propicia el consumo irresponsable de esta droga, que solo por ser legal, nos evita la mirada de censura de nuestros pares.

A pesar de que afirmo, repito, y no me harto de decir, nuestra sociedad enfermó y presenta una variada, triste y desgraciada cantidad de síntomas, el gobierno levanta la restricción de horario para la venta de bebidas alcohólicas. ¡Claro! la Navidad se hizo para gozar y beber, comer como si el mundo se acabara al otro día y por supuesto, seguir tomando. Y mire usted qué belleza, la misma medida siempre es anunciada para la Semana Santa. ¡Que el dios del trueno nos perdone!

¡Pero qué negativa está esta muchacha! Imagino que este pensamiento ha cruzado por la mente de más de uno. Sin embargo, no puedo ver con buenos ojos una medida de este tipo, tan “normal”, habitual para estas fechas, con el año que hemos tenido.  Mi país, el de Don Pedro Mir y Don Juan Bosch, el de Papá Liborio y Mamá Tingó, el de Las Mirabal, Manolo, Amín, Amaury, Sagrario Díaz y el de mucha gente anónima que sobrevive a diario en medio de carencias normalizadas, está de luto. ¡Cómo no estarlo!

Me parece que va siendo tiempo de hacer las cosas en forma distinta. Y si el gobierno sigue en su tren de siempre, nos toca a nosotros hacer uso de la prudencia, la mesura y el control.

Mire usted, ya pasan de cien las mujeres asesinadas este año, las tasas de suicidio van en aumento, una empresa que se confiesa corrupta sigue operando en el país, tranquilamente. Hemos sido insultados en nuestra inteligencia más elemental por la clase política, nos hemos tirado a la calle y no nos escuchan, nos montan un circo de detenidos avisados, bañaditos y con tremendo flow a las seis de la mañana. Y ese mismo pueblo insultado y que no aguanta más, revienta un estadio, primero para ver a cantantes populares y olvidar por un rato todo, y luego para dejarse estafar por la mentira de un mesías. Y así, como si nada, asesinan a una menor de once años luego de ser violada. Estamos de luto y no nos damos por enterado. Es un coctel amargo de eventos que no se resiste.

No soy la única, hay quien me ha comentado que siente un dejo de abatimiento espiritual en muchas personas a raíz de los acontecimientos registrados en este último semestre. Se de personas que sufrieron insomnio por causa del asesinato de Emily. Nuestra sociedad está atravesando por una etapa difícil y complicada, con la agravante de que quien se hace llamar nuestro Presidente está ocupado inaugurando complejos hoteleros, pero no se toma treinta minutos para hablar con el pueblo, eso se lo deja a un reguerete de muchachos que opinan de aquí para allá según el reportero o periodista que le toque. Hablan de transparencia, crecimiento económico, lucha contra la corrupción y más bla bla bla…  Y no, las visitas (no)sorpresa ni los brincos de charcos cuentan. La falta de representación entre gobernantes y gobernados nunca fue tan obvia.

Y no me dan ganas de seguir, todo el mundo sabe qué ocurre, quizá no dominen los motivos de fondo, pero al menos todos sabemos que bien no estamos. Muchos se hacen los locos, unos se desahogan hablando y quejándose. Otros, parece que los menos, intentan construir y procuran un hacer distinto, pero qué difícil parece la jornada pendiente, qué difícil es la tarea cuando el país solo le importa a unos cuantos, cuando el poder está concentrado y repartido entre dos o tres sectores, junto con las ganancias y los intereses.

Y a hablando de hacer, hoy escuché por radio una frase muy sencilla, pero que describe una gran necesidad: “El mundo necesita soñadores, y el mundo también necesita hacedores, pero sobre todo, el mundo necesita soñadores que hagan.”

Por último, ojalá y usted que me lee no sea una estadística en enero, porque entre tanta violencia, inseguridad ciudadana, los delincuentes trabajando horas extras, más el alcohol, nunca se sabe.