Porque.. por mi parte, no tengo inocentes sobre mi conciencia.
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El reloj que marca el cataclismo de nuestra democracia, avanza en total descontrol.

A muchos no les gusta cuando me refiero a este pueblo, como un pueblo pendejo e iluso, ya que al parecer los únicos dueños y señores de este pedazo de Isla son los políticos. Nos roban descaradamente por medio a la creación de impuestos y leyes, supuestamente con el propósito de beneficiarnos pero al final, solo lo hacen unos cuantos de ellos y claro está, que incluyen a la claque que dicen ser nuestros representantes, aunque siempre aliados en nuestra contra con los más perjuros, ineptos y corruptos que cualquiera pueda imaginar,todo en medio de un total blindaje y al parecer, una inextinguible impunidad. Quizás, esta sea una de las razones del porqué se dice que entre un gran político, la mafia y los tramposos, siempre por el medio hay por lo menos, un abogado.

Todo esto sin tomar en consideración, que la gran mayoría de estas leyes, son burdas copias de otros países, que sin analizar siquiera nuestra idiosincrasia, las aplican sin consideración alguna. Quizás por esto es que existe la firme creencia entre un grupo de personas no políticas, pero si dolientes por las actuaciones de este gran concierto de intereses particulares, deque estos políticos no tienen hiel, aunque están equivocados, porque entre otras cosas nos han robado hasta la capacidad de asombro y es tanta la hiel que producen, que son capaces de tragarse un tiburón podrido y siquiera eructar.

Ahora la hipocresía es pretender asombrarse sobre el hecho palpable de que estamos viviendo una tiranía, que cual niño saludable que alimentan bien, crece como si lo estuvieran inflando. Siquiera en los medios tradicionales están dejando brechas para disentir de su proceder, donde solo las loas a funcionarios y declaraciones de los mismos tienen real cabida porque los demás, se ven cubiertos por una sutil bruma de no, pero sí. Supongo que así funcionaba, cuando Trujillo.

Sólo les digo a esos  que lo quieren negar todo, es que el próximo paso para sostener esta situación hacia la dictadura, son los “accidentes”; los sometimientos antojadizos a la “justicia” y después de todo esto, la real debacle y los lloros de los que ahora se dejan y producen mordazas por simples presiones económicas  que fácilmente podrían resistir.

La intolerancia abruma; las acciones de autoridades “elegidas” por consenso, dicen una cosa pero la ley dice otra y para justificar sus acciones pretenden buscar en la copia de la basura de los “representantes”, la justificación para hacer los que los amos desean que se haga. En tanto los políticos agregados y por demás funcionarios, llenan de compañeritos los organismos que se pagan con dinero del pueblo, como ese de la Cancillería de tener cientos de “cónsules” en los EE.UU y solo estar algo más de una docena acreditados.

El pueblo se queja de la mala justicia que tenemos y los políticos, muy solícitos, como siempre, de inmediato crean un organismo democrático y pluralista con el fin de elegir a los mejores jueces, pero todo se circunscribe a un engaño, una farsa, un sainete, tanto por la forma como por el fondo de la misma. Una ilusión de legalidad y desprendimiento que simplemente asquea. Un organismo compuesto por 8 personas, pero 6 son de “ellos”. Así si es bueno, cuando se es propietario del campo de juego, la pelota y de los árbitros, donde antes de comenzar el movimiento, ya se conoce el ganador.

Pero conocen la debilidad de este pueblo de olvidar con facilidad y ya de esto ni se habla. Por eso nuestra justicia es mala, no precisamente porque los jueces no tengan la capacidad ni la probidad para ejercer las funciones para la cual fueron “elegidos” sino, que una justicia que no posee equilibrio e imparcialidad no puede llamarse justicia. Quizás todo esto ocurra porque la justicia es solo un concepto humano y como tal es imperfecto, vacilante, en ocasiones selectivo y en otros casos, completamente disfuncional a conveniencia. En tanto esto ocurra, la corrupción, ese sistema que se autoalimenta, nos consumirá y siquiera en las cenizas encontraremos rastros de algún principio que nos aliente a continuar viviendo dignamente. ¡Sí señor!