Llevo viviendo en esta misma casa cuarenta y cuatro años, toda una vida.

San Miguel es lo que se dice un poblado de cualquier ciudad, es parte de la Zona Colonial, pero sus casas son de esa época, ahí vivían los empleados de la nobleza española, los servidores de los colonizadores. Hoy en día es un pintoresco pueblito. Con sus parques, su iglesia, sus comedores y los famosos “colmadones” que han invadido hasta los mejores barrios.

En todos esos años he tenido el honor de disfrutar de varias generaciones de personajes emblemáticos. El más recordado por mí es “El Chagui Nai”, patriarca de una familia emigrante de otro sector. Comenzaba a beber su ron desde el atardecer. Eran las doce de la noche y se mantenía en pie, con su silla recostada en su frente, voceando oprobios de Balaguer y Doña Ema, de quienes decía fueron sus vecinos en otra época por lo que los conocía muy bien. Mientras el Chagui estaba despierto, yo estaba despierta, sentía que tenía compañía, pues recién me había divorciado. Cuando se acostaba, tampoco podía dormir, porque sentía miedo, temía que entrara algún ladrón a mi casa y yo sola con mis dos hijos pequeños.

Luego del Chagui uno de sus hijos se encargaba de poner la música a todo volumen hasta altas horas de la noche. Noches van y noches vienen en vela.

Durante ese tiempo tuve que aguantar las tertulias de todas las jóvenes que se sentaban en la acera que daba a mis habitaciones y que era el punto de reunión de todas las adolescentes hijas de los vecinos. Ya ni siesta podía dormir.

Cuando pasó esa generación llegó la siguiente, esos se subían a mi techo a correr y jugar pelota. No podía dormir hasta que éstos fueran llamados a sus casas.

Llegó otra generación. Los que jugaban pelota botándola en mis paredes. El tuntún me volvía loca y si por casualidad llegaba uno de mis hijos les decía “al frente e su casa” y salían despavoridos por todos lados.

En la actualidad, el papel del Chagui lo tomó su hijo  Santiaguito. Éste comienza su fiesta al atardecer, pone a Fernando Villalona, (creo es el principal fan de éste), y comienza su función con “Essho” “El Mayimbe… el más grande”, Es tan fanático de Fernandito que todo el que lo conoce le llama “el mayimbe”.

En época normal, me paro en la puerta de hierro a ver todo el que pasa. Me saludan, nos preguntamos sobre el diario vivir, es decir, compartimos. Sé que son las doce y media o las cinco y media de la tarde, sin ver el reloj, porque está la algarabía de los niños y jóvenes saliendo de la escuela. Veo los perros de uno u otro vecino que pasa frente a mi casa, así como los gatos. Oigo el molesto sonido de una máquina de una imprenta que me queda al frente, instalada hace poco tiempo. Veo pasar en su velocípedo a la cuarta generación del Chagui. Escucho a los vendedores ambulantes ofreciendo sus mercancías con alto parlantes. Viene el aguacatero que me ofrece los mejores aguacates y me dice que yo soy su marchanta, que no me va a engañar. En fin, que mi diario vivir en cualquier época del año no pasaba sin penas, ni glorias. Hoy todo es diferente.

Ni siquiera en Viernes Santo el silencio es tan grande como ahora. Añoro la música del Chagui. El entusiasmo de Santiaguito con su mayimbe. Los comentarios y risas de las adolescentes en mi acera. El ruido ensordecedor de la máquina de imprenta con sus obreros cantando. Las discusiones de Ramón el paletero con los niños que salen de la escuela. A propósito de este Ramón, por él me entero muchas noticias del día, no importa de dónde sean, parece que lee u oye todas las noticias, siempre está al día. El tuntún de las pelotas en mis paredes. Los vendedores ambulantes de víveres. Los de batata asada. Los chicharrones. Las guagüitas y los altoparlantes,  los que vienen a recolectar para los pobres, con batas, sombreros y demás camuflajes. Es más, hasta los
Testigos de Jehová y los que me interrumpen los sábados que me ponen de tan mal humor para ofrecerme el “Atalaya”.

Pero lo que más añoro son los abrazos de mis hijos y nietos.

¿Cuándo recobraré mi diario vivir, el que tanto me molestaba y que hoy con tanta nostalgia añoro?