“Ahora más que nunca la educación debe apuntar al corazón”. Eduardo Punset

Llegó la semana de inicio del nuevo año escolar 2019-2020. El Ministerio de Educación anunció que los planteles escolares están listos y que los estudiantes recibirán desayuno, almuerzo, merienda, utilería escolar y salud integral desde el primer día en las escuelas públicas. Lanzó una campaña que promueve la integración de la familia a la escuela y realizó un foro nacional estudiantil por una cultura de paz. Se entregaron 25,000 computadoras a maestros y se realizaron capacitaciones a docentes para lograr el desarrollo de competencias en las aulas. Continúa el Concurso de Oposición Docente a pesar de la resistencia de la ADP.

Por su lado, los colegios privados también se han estado preparando, reparando sus planteles, capacitando a sus docentes, realizando la revisión y planificación anual junto a sus equipos, entre otras actividades.

Todas estas noticias ponen en evidencia que se espera lograr un año escolar exitoso en el que todos los estudiantes y sus familias respondan al llamado de asistir a clases y participen con entusiasmo en la escuela. Para alcanzarlo, se necesita mucho más que buenas intenciones. Es necesario un compromiso real de todos los involucrados, en especial de cada educador.

A pesar de que todo lo mencionado es importante y aporta al buen inicio y desarrollo del año escolar, uno de los factores más importantes es que nuestros estudiantes se sientan acogidos y respetados en cada uno de sus centros educativos, sin excepción. Un clima escolar positivo en el que cada estudiante sea aceptado y tenga sentido de pertenencia será crucial para su sano desarrollo y aprendizaje.

De nada sirve un plantel en óptimas condiciones si el ambiente y las relaciones a lo interno son de violencia, discriminación y autoritarismo. Y con esto no estoy planteando que el plantel no es importante, sino que es un componente para el logro de la calidad educativa. Que triste es cuando los estudiantes llegan ilusionados y motivados a su escuela y regresan tristes y desilusionados al encontrarse con una experiencia negativa y limitante. Lamentablemente es una realidad que la propia escuela es una de las fuentes de estrés para los niños, de acuerdo a algunos estudios. Aspiramos a que sea todo lo contrario, que el centro educativo sea un refugio, un espacio de crecimiento, de participación y colaboración en el que se puede ser uno mismo sin temor.

Nuestros estudiantes tendrán la alimentación asegurada en las escuelas, pero si no se nutren emocionalmente, será difícil lograr los resultados esperados. Es importante saciar otras necesidades, tales como la de seguridad, la de libertad y la del amor (Gestalt).  Para esto, es preciso contar con un equipo de gestión educativa y con docentes que tengan la capacidad de relacionarse sin maltrato, sin miedo y sin ningún tipo de abuso. Tal como plantea Bisquerra, “las relaciones interpersonales son uno de los factores predictivos del bienestar emocional o de la felicidad”. Si queremos formar personas felices, los directores y docentes deben comenzar por ellos mismos y mejorar su forma de interactuar con los demás miembros de la escuela y, de manera especial, con sus estudiantes.

Tener los útiles y las tabletas o computadoras permitirá acceder a la información, al conocimiento y realizar actividades diversas con mayor facilidad. Pero esto no garantizará que mejore el aprendizaje, tal como lo han demostrado diversas investigaciones. El uso que se le de a los mismos será lo verdaderamente importante, entendiendo que el docente y las familias cumplen un rol fundamental en este proceso. 

Si nuestras escuelas favorecen el desarrollo de las competencias y el aprendizaje de todos y cada uno de nuestros estudiantes, será un gran paso hacia la educación que queremos y necesitamos. Pero esto no significa sacrificar al estudiante y su bienestar para cubrir el currículo o programa académico. Significa reconocerlo como persona, recibirlo y darle la bienvenida con deseo de conocerlo, de escucharlo, de responder a sus necesidades e intereses. Significa abarcar el currículo a través de experiencias significativas que lo tomen en cuenta como ser humano, garantizando sus derechos.

Preguntemos a nuestros estudiantes y sus familias qué escuela y qué año escolar desean. No sé si tengan la capacidad de responder con altas expectativas pues lamentablemente la mayoría tiene como referente su propia experiencia. Quizás muchos no han tenido la oportunidad de aprender en un ambiente apropiado y sano, normalizando prácticas no deseadas. Otros se conforman con el plantel, los útiles y la alimentación sin exigir o esperar el buen trato y la calidad de la enseñanza. Otros son indiferentes. A algunos si les importa y quieren algo mejor. Para lograr que las familias se involucren y participen, es necesario que se les eduque también. Esto será tema de otro artículo.

Mientras tanto, esperamos estar listos para que este año escolar no sea más de lo mismo y se evidencie un cambio real en la forma como los miembros del centro se comunican, se relacionan, toman decisiones, manejan los conflictos, abordan los problemas y situaciones, velando por el bien común.