Lo pensé 

Y lo dejé marinar

La idea de un cambio 

Fotografía de Erika Morillo

Lo sentía presente, pero no era urgente

Tomaba pasos en esa dirección

Aunque era una decisión difícil

Una gran parte de mi identidad se encontraba en este lugar

Nueva York

Mi hogar durante dos décadas 

Numerosas historias en esta ciudad

En ocasiones atadas a un vecindario, a una persona -o a varias-

Vivir aquí fue una vez mi sueño

Rechazarlo me hacía sentir ingrata

Y hasta un poco desquiciada

Pero seguía pensando al respecto con emociones mixtas, como si se tratara de una montaña rusa que cambia de carril de un minuto a otro, mientras una vocecita ansiosa trataba de crear narrativas conflictivas en mi cabeza: “¿Estás loca? ¡No te vayas!”

Vocecita de pacotilla. ¡Cómo le gusta el drama!

Aunque sus intenciones sean buenas, no es buena consejera

Tuve miedo

Procuré ignorarla

La mandé a callar

Culpé al virus

Pero lo cierto es que este sentimiento se venía cocinando por un buen rato

Hay que lanzarse… este paso seguro abrirá otras avenidas, me dije a mí misma.

La evolución es ley universal

Finalmente, ¡un detonante!

El mundo se detuvo 

Y descubrí que en mi edificio había chinches

¡Horror!

La vida es sabia y tiene un peculiar sentido del humor

La excusa perfecta 

¿Qué vendría después? 

Mejor no preguntar

Empaqué y dejé detrás una hermosa y compleja etapa de mi vida

Empezando un nuevo ciclo, de vuelta en mi isla

Ahora estoy de paso por la gran manzana después de un año de haberla dejado  

He disfrutado mucho mi breve estadía

Tras veinte años de matrimonio, ahora somos amigos y nos llevamos mejor

Acá voy de vuelta hacia tierra caribeña 

Con cierta incertidumbre… pero mucha satisfacción 

Cambia, todo cambia.