“Pasado que no sido amansado

con palabras no es memoria,

es acechanza”

Laura Restrepo

 

La democracia es exigente, muy exigente. En su transitar, necesita dejar en el camino no sólo a quienes no la desean, también a quienes la ignoran.

Habrá que lanzarse sin temores, cariñosa pero decididamente. Además, no vayan a creer que hay que ser muy original, hay que saber buscar. Entre los comportamientos que no ayudan a la edificación democrática, está el de observar desde la grada un tipo de práctica política que acepta todo, que cree que basta explicar los malos comportamientos (malos por antidemocráticos) y que piensa que se puede justificar hasta el “borrón y cuenta nueva”.   Esos usos son los que impiden avanzar pues mantienen el reino de la impunidad que de democracia tiene poco.

Pero vamos viendo. El tema de las crisis del sistema político y/o del sistema de partidos tiende a aparecer como tema, no como crisis, cada cierto tiempo. Incluso hace poquito he leído que desde 1985 no ha existido ninguna crisis del sistema de partidos. Tal afirmación me picó la curiosidad pues resulta evidente que las cosas han cambiado desde mediados de los ochenta para acá, pero también es verdad que no se establece un marco para interpretar esos cambios. Lo primero que me parece importante determinar es que el concepto apropiado de crisis es aquel que se asocia con el cambio: una crisis no es un suceso indeseable. Quienes más le temen a las crisis son los dictadores y sus partidarios, los tiranuelos o proyectos de mesías que prefieren la inmovilidad, la gobernabilidad que siempre es resultado de sus laboriosas acciones y omisiones.

La ausencia de crisis -asunto que le agrada también mucho a los expertos y consultores- es equivalente a ‘normalidad’. Y allí es donde está la trampa pues la última crisis que reconocen es la del 30 de mayo y a partir de entonces “todo bien”. Pero hurgando solo un chin aparece la realidad en todo su esplendor: si el trabajo que había que hacer era transitar a la democracia, lo que debería llamar la atención no es la ausencia de crisis, sino la ausencia de democracia. O, lo que es lo mismo, se ha estado en crisis permanente de democracia. Si no me cree, averigüe por el historial del padre de la criatura y se dará una palmada en la frente.

Un buen ejemplo de crisis del sistema de partidos fue el de 1994. Ese proceso, que como saben concluyó con el Frente Patriótico, pareció una buena respuesta a la situación creada por el fraude electoral (otro más) que tuvo lugar ese año. Pero ya sabemos que lo ocurrido respondió a un elaborado plan. Claro que, al parecer, nadie se atreve a ponerle nombre al autor del plan.

Frente a esa realidad no parece ocioso exigirle más a intelectuales, académicos, expertos, opinólogos y consultores que deben ser como “un faro en la neblina buscando a quien salvar”.

Me atrevo a anotar dos asuntos que no deberían estar ausentes de cualquier debate. El primero sería quitarle a la crisis toda connotación negativa, terrorífica, mala, pues insistir en la ‘normalidad’ deja ausente al cambio, lo nuevo no responde a la lista y se sigue marcando el paso. Lo segundo es trabajar el ‘marco’. Si éste es el de la democracia hay que medirla también como aspiración y veremos cuan lejos está.

De hacer el ejercicio notaremos que lo más radical serán los insultos a los políticos, pero resulta que en democracia a los políticos se les cambia con votos y no con insultos. Esto debería estar meridianamente claro cincuenta y cuatro años después del ajusticiamiento del tirano pues parece demasiado obvio que la falta de elecciones competitivas es signo de crisis (democrática).

Mientras sigamos buscando la mejor posición en el sillón e interpretando encuestas (bien hechas y no tan bien hechas) lo que en realidad se estará promoviendo es la continuidad cuando en primer lugar hay que entrarle a la realidad. Por qué quienes saben de estas cosas -y salen en la tele- nunca explican el por qué se dividió el PRD, cuáles son las causas de ese quiebre y cómo hace manifiesta la crisis. Vale tomar en cuenta en el análisis el hecho de que en un sistema bipartidista imperfecto cuando se quiebra el partido que tiene la primera preferencia electoral, está en crisis el sistema, ¿o no?

Ahora que las malas noticias llegan desde el segundo partido -el que está en el gobierno- los expertos podrán explicarnos que la crisis no existe haciéndonos ver cuáles son las razones y las causas de las diferencias que lo tienen dividido en dos. Tampoco quedaría mal si nos aclaran cuáles intereses (que tienen que ver con una mejor vida para los dominicanos y dominicanas) están pujando.

Como se puede ver, el horno no está para galletitas. Nadie puede negar que la ausencia de ley de partidos y electoral anticipa algo muy similar a una crisis.   En ese escenario, leyendo periódicos, viendo tele y dando una miradita a Acento, a lo mejor lo responsable no es seguir ocultando o negando la crisis para que todo siga igual: tengo la sospecha de que si la crisis no existe, lo responsable es provocarla.