Al momento de escribir estas líneas el viernes 18 en horas de la tarde, se presentaba complejo y difuso el espectro político resultante de las inscripciones de candidaturas, por lo que todavía no se les veía el refajo a los candidatos principales que armaron el crucigrama de las candidaturas presidenciales, vicepresidenciales, congresuales y municipales.

Indudablemente que su composición tendrá repercusión directa en las candidaturas principales de presidente, vicepresidente y senadores en la medida en que produzcan nuevas corrientes transfugistas, muchas de las cuales serán del dominio público en lo inmediato.

Los intereses políticos y partidarios en juego – localistas, personalistas, grupales, etc.- más que los ideológicos – el horno de la política no está para bollos de romanticismos políticos- han resultado imperativos y casi decisorios del devenir de los próximos días y de sus resultados.

Si fuéramos a juzgar por el híperactivismo del presidente y candidato presidencial Danilo Medina, los resultados de las encuestas y las más que evidentes manipulaciones de una que otra; y por la parálisis de la imagen proyectada por Luís Abinader, que se nos presenta o atrapado a la defensiva o aprensionado por fuerzas internas y externas contradictorias, habría que admitir que el primero está pasando por uno de sus mejores momentos y que demostrado está que hasta ahora se nos presenta como buen estratega electoral. En otras palabras, a Danilo le está yendo bien de bien y a Luis mal.

Pero para el 15 de mayo faltan 42 días y, como todos sabemos por experiencias pasadas aquí y en países de América, suelen producirse vuelcos electorales de patas arriba. Meses atrás en Guatemala, donde el actual presidente electo apenas llegaba al 17% semanas antes de las votaciones, enfrentado a un candidato con más del 40%, a último momento se encampanó hasta alzarse con el triunfo.

Aunque hay que admitir que se trata de realidades y atmósferas electorales diferentes, para el caso dominicano habría que admitir una cansina prolongación de un gobierno con una sobresaturación de la presencia del liderazgo del PLD –muchas postalitas repetidas-, una peligrosa saturación propagandística electoral: muchos medios de comunicación usados a la vez con mucha intensidad podrían producir un máximo efecto sobre un público reducido, aunque se crea lo contrario-, y un cansancio de los electores que preferirían un cambio de mando a partir de la premisa de que “Ya está bueno”, o de “Basta Ya”, o sencillamente de que “Esto tiene que cambiar”.

…para el 15 de mayo faltan 42 días y, como todos sabemos por experiencias pasadas aquí y en países de América, suelen producirse vuelcos electorales de patas arriba. Meses atrás en Guatemala, donde el actual presidente electo apenas llegaba al 17% semanas antes de las votaciones, enfrentado a un candidato con más del 40%, a último momento se encampanó hasta alzarse con el triunfo

Un indicio de la probabilidad de lo anterior y de un vuelco de último momento lo han patentizado los peledeístas y los contrarios a la candidatura de Luis Abinader al resaltar que carece de carisma y de otros rasgos del buen político, que es “flojo”, que sólo critica y no hace propuestas, y un largo etcétera descalificativo.

Si en buena medida han logrado salpicar su imagen de todos esos puntos infravalorativos, ahora es cuando su candidatura debería de preocuparlos de a mucho, porque en el pasado reciente el tipo se ha encampanado hasta rozar el 40 %.

¿De dónde salen sus porcentajes de 25 ó 30 ó 35 ó 40? ¿Se trata de él per se? ¿Qué ha hecho él para merecer uno u otro? ¿Se trata de la gente per se? Mi respuesta es que estamos ante tentativas de la gente.

La política es como la pelota, que es redonda pero viene en caja cuadrada, de donde nadie debería cantar victoria, aunque eso sí, si las elecciones fueran hoy el efectivo Danilo Medina Sánchez ganaría… de calle.

…Pero faltan 42 días para llegar a la calle 15 Mayo.