Hoy día llama mucho más la atención las muertes producto de un terremoto o un tsunami, que las vinculadas a relaciones sociales, a desigualdades y estilos de vida. Sin embargo, las principales causas de muerte en el mundo están asociadas a la pobreza, las inequidades sociales, los estilos de vida de las personas y a las asimetrías provocadas por los modelos económicos, incluso muchos de los desastres naturales están asociados a estas causas. Siempre los fenómenos naturales nos impactarán, porque lo que los seres humanos no controlamos nos magnetiza y su  carácter destructivo nos asombrará. Además, son una amenaza real al futuro del planeta.

No obstante, las principales estadísticas de morbi-mortalidad están vinculadas a un modelo de acumulación voraz donde la fuerza de la economía la está moviendo la industria del ocio, el placer, el consumo excesivo, la depredación ecológica, el pillaje y despojos sofisticados a través de la cibertecnología. En este momento lo que está en juego es el proyecto de futuro que queremos  para la humanidad. Cuál es el ser prototipo humano a construir para los próximos 50 años.

En efecto, en los últimos 7 años de los 193 países reconocidos por las Naciones Unidades, sólo un 11.4% (22 países) ha sido impactado severamente por terremotos, dejando saldo de 431,190 muertes. En realidad, lo que preocupa es que los desastres naturales generan entre 250 mil y 300 mil millones de pérdidas anuales, según el Informe Global del 2015 de la ONU ¿Pero hay interés por los seres humanos que mueren? ¿Cuál es el apoyo y el seguimiento que se da a las familias afectadas? Los muertos sólo son cifras, importan más las infraestructuras destruidas.

Sin embargo, el narcotráfico hace estragos en el mundo. Sólo en México mueren todos los años 27 mil personas víctimas de la violencia de los grupos vinculados al tráfico de drogas. En este año 2017 fueron asesinados más de 30 periodistas. Esto se ha convertido en una epidemia nacional en México. Mientras en ese país han muerto por causa de terremotos no más de 1,000 personas en los últimos años.

A esto se adiciona, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), que alrededor de 253,000 muertes anuales están directamente relacionadas con el consumo de drogas y más de 29 millones de personas que consumen drogas sufren trastornos relacionados con ellas. Una de las consecuencias negativas para la salud es que 1 de cada siete personas que se inyectan drogas vive con el virus del sida y 1 de cada dos con el virus de la hepatitis C. Ambas infecciones pueden transmitirse por compartir inyecciones contaminadas.

El narcotráfico está considerado como la principal fuente de riqueza o acumulación de capital mundialmente. Pero no es sólo un problema de riqueza, sino de tráfico de armas, prostitución adulta e infantil, falsificaciones, control de los poderes públicos. Y sobre todo de familias destrozadas, cerebros anquilosados, depresiones colectivas, es la presencia institucionalizada de la cultura de la muerte. En definitiva, las estrategias de control del narcotráfico han fracasado. Ellas se han concentrado en los métodos represivos, en responder al narcomilitarismo con el militarismo estatal. Enormes inversiones han hecho nuestros países para combatir el narcotráfico y el negocio cada vez más se consolida. Los narcos descubrieron que la clave está en corromper al poder político, empresarial y militar, para garantizar los puentes que conectan con los países consumidores (Europa y Estados Unidos). Ese ha sido su éxito. Pero sobre todo garantizar que las drogas estén amparadas en la ilegalidad y así mantener dinamizada su comercialización y el control especulativo de la distribución.

Por otro lado, por acto de terrorismo, en el año 2014 murieron 32,658 personas. Las pérdidas económicas que deja el terrorismo son de 50 millones de euros al año. Sin embargo, dos de los países que inciden decisivamente en la agenda estratégica del mundo (Estados Unidos y Rusia) venden al mercado de la guerra el 73% de las armas, siendo los países árabes los principales consumidores. El 78% de las muertes por terrorismo no ocurren ni en Europa ni en Estados Unidos, sino en Afganistán, Irak, Nigeria, Pakistán y Siria. Los países que dicen combatir el terrorismo son los que venden armas a los terroristas. Mentir y sacarle la lengua al pueblo es uno de los instrumentos del poder. Los gobiernos de Europa y Estados Unidos venden internacionalmente su preocupación por el terrorismo y los efectos directos que tiene en sus países, pero continúan produciendo y vendiendo las armas que utilizan los terroristas.

En otro orden, finalizando el año 2017, setecientos millones de personas viven en condición de extrema pobreza en el mundo, lo que representa el 9,6% de la población mundial, según el informe 'Global Monitoring Report' 2015. Asimismo, se estima que un total de 800 millones de personas en el planeta sufren de hambre y desnutrición. Según cálculos de la FAO, una de cada siete personas se va a dormir con hambre y diariamente mueren 25 mil en el mundo a causa del hambre y la pobreza y al año fallecen 6 millones de niños menores de cinco años por las mismas razones. Nunca como hoy los países han logrado incrementar su capacidad productiva. No hay razones técnicas ni económicas para que se acueste una persona sin comer. Las razones son sociales y políticas, pero en especial de carácter ético.

En otra perspectiva, las cardiopatías isquémicas y los accidentes cerebrovasculares son causas de muerte de más de 14 millones de personas al año. Estas causalidades están relacionadas en un 80%  a la industria del placer culinario, al sedentarismo cotidiano y al tabaquismo.

El VIH-Sida mata todos los años más de 1.5 millones de personas en el mundo, siendo los países más pobres los más afectados. Esta es una de las enfermedades vinculadas al “dios del placer”, al hedonismo, porque la mayoría de los casos de infección primaria es a través de las relaciones sexuales o el consumo inyectado de drogas. Pero también a las condiciones de pobreza, los bajos niveles educativos  y falta de información en los países más pobres.

En América Latina, durante el año 2017 los feminicidios se duplicaron y a nivel mundial 1 de cada 3 mujeres ha sufrido algún tipo de violencia. Siendo lo más grave de este drama de violencia de género que más del 90% de los casos de feminicidios y violencia contra la mujer quedan impunes y los agresores siguen sueltos maltratando a otras mujeres.

Las enfermedades pulmonares obstructivas crónicas, las infecciones respiratorias inferiores, el cáncer de tráquea, bronquios y pulmones se llevan a las tumbas más de 7.8 millones de personas en el año. Todas ellas generadas en más de un 80% por el placer que genera el tabaco a quienes huyen de la depresión.

Asimismo, la obesidad ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel mundial, y cada año mueren, como mínimo, 2,8 millones de personas a causa de la obesidad o sobrepeso.

Según la Organización Mundial para la Salud (OMS), “cada año los accidentes de tránsito causan la muerte de aproximadamente 1,25 millones de personas en todo el mundo. Las lesiones producidas por el tránsito son la principal causa de defunción en el grupo etario de 15 a 29 años”, lo que representa un incremento de los años perdidos de vida.  Y a ello se agrega que más de 50 millones de personas, especialmente jóvenes, quedan con algún tipo de discapacidad.

En Colombia  y México tienen un ritmo destructivo de la foresta equivalente a 4 millones de canchas de futbol al año (www.scribd.com). Ya hoy día sólo un 8% de la superficie terrestre está dentro de las áreas protegidas. El otro 92% está amenazado por las prácticas depredadoras de las grandes multinacionales

Anualmente, un total de 9 millones de niños menores de cinco años mueren en el mundo (www.humanium.org.es). La gran mayoría de estas muertes infantiles  es evitable, sin embargo, los gobiernos prefieren invertir en otras prioridades. Pero los niños no sólo sufren esa realidad. Se estima que hay más de tres millones de menores que han ingresado en redes de prostitución. Un fenómeno malvado y criminal, de alta rentabilidad y  cada vez más difundido.

Sin embargo, lo que más impacta no son estas estadísticas, sino que en las diferentes sociedades observamos un comportamiento colectivo de indiferencia a lo que está sucediendo a nuestros alrededores, estamos social y culturalmente cauterizados, anestesiados. Hemos perdido la capacidad del asombro y nos movemos como zombis modernos. Vivimos en una burbuja individualista que lentamente mata los sentimientos de solidaridad, de interés por los cambios y transformaciones que nos beneficien a todos y todas. Lo bueno de todo esto es que las minorías proféticas no mueren. En cada rincón del mundo persisten movimientos, personas que no nos rendimos y seguimos creyendo que al final habrá cielos nuevos y tierra nueva.