EL 28 DE JUNIO DE 1914, el heredero al trono de Austria, el archiduque Francisco Fernando, visitó Sarajevo, la ciudad principal de Bosnia, entonces una provincia austríaca.

Tres jóvenes habitantes serbios de Bosnia habían decidido asesinarlo, con el fin de lograr la adhesión de Bosnia a Serbia. Arrojaron bombas en el coche del archiduque. Ninguna de las tres logró dañarlo.

Más tarde, uno de los asaltantes, Gavrilo Princip, de nuevo probó suerte contra su pretendida víctima. El coche del archiduque había hecho un giro equivocado, el conductor trató de dar marcha atrás, el coche se detuvo, y Princip disparó y mató al duque.

Ese fue “el disparo que se oyó en todo el mundo”. Este pequeño incidente llevó a la Primera Guerra Mundial, lo que a su vez condujo a la Segunda Guerra Mundial, con un total de unos 100 millones de muertos, al bolchevismo, al fascismo, al nazismo y al Holocausto. Sin embargo, mientras que los nombres de Lenin, Stalin y Hitler serán recordados durante siglos, el nombre de Gavrilo Princip, la persona más importante del siglo XX ya está olvidado.

(Debido a que sólo tenía 19 años de edad, la ley austriaca no le permitió ser condenado a muerte. Fue enviado a prisión, donde su muerte por tuberculosis pasó desapercibida en medio de la Primera Guerra Mundial)

Por alguna razón, esta persona insignificante que hizo historia me recuerda a un anodino joven israelí llamado Elor Azaria, cuya acción bien pudiera cambiar la historia del Estado de Israel.

LOS HECHOS del caso son bastante claros.

Dos jóvenes palestinos atacaron a un soldado israelí con un cuchillo en Tel Rumaida, un asentamiento de judíos extremistas en el centro de Hebrón. El soldado resultó levemente herido. Los atacantes fueron abatidos, uno murió en el acto, el otro fue gravemente herido y yacía sangrando en el suelo.

Lo que pasó después fue fotografiado por un palestino local con una de las tantas cámaras distribuidas por la asociación israelí de derechos humanos “B’Tselem” a la población local.

La dotación de una ambulancia israelí estaba tratando al soldado herido, ignorando al árabe gravemente herido que yacía en el suelo. Varios soldados israelíes estaban de pie por los alrededores, también haciendo caso omiso del palestino. Unos diez minutos más tarde el sargento Elor Azaria, un médico, apareció en la escena, se acercó al herido palestino y le disparó a quemarropa en la cabeza, causándole la muerte.

Según testigos presenciales, Azaria declaró que “el terrorista debe morir”. Más tarde, siguiendo el consejo de su falange de abogados, Azaria afirmó que él tenía miedo de que el palestino heridos tuviera una carga explosiva en su cuerpo y estaba a punto de matar a los soldados que lo rodeaban, una afirmación claramente refutada por las imágenes que mostraban a los soldados de pie obviamente, despreocupados. Luego surgió un cuchillo misterioso que no estaba allí al comienzo del clip y que al final se podía presumir situado cerca del cuerpo.

La filmación fue ampliamente distribuida en las redes sociales y no podía ser ignorada. Azaria fue llevado ante un tribunal militar y se convirtió en el centro de una tormenta política que ha estado azotando durante semanas. Está dividiendo al ejército, a la población, al escenario político y a todo el estado.

PERMÍTANME intercalar una nota personal. No soy ingenuo. En la guerra de 1948 yo fui un soldado de combate durante diez meses consecutivos, antes de ser herido de gravedad. Vi todo tipo de atrocidades. Cuando terminó la guerra, escribí un libro sobre estas atrocidades, llamado La otra cara de la moneda (en hebreo). El libro fue ampliamente condenado.

La guerra saca lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. He visto crímenes de guerra cometidos por personas que, después de la guerra, se convirtieron ciudadanos agradables, normales, respetuosos de la ley.

¿Qué tiene de especial Elor Azaria, aparte del hecho de que él fue fotografiado durante el acto?

Todos lo vimos en la televisión, sentado en la sala del tribunal militar durante su juicio, que está todavía en curso. Un soldado de aspecto infantil, que parece estar bastante perdido. Su madre se encuentra directamente detrás de él, sosteniendo su cabeza en los brazos y le acaricia todo el tiempo. Su padre se sienta cerca y en los intermedios grita palabras ofensivas al fiscal militar.

Entonces, ¿qué tiene de especial en este caso? Acciones similares se producen constantemente, aunque no ante las cámaras. Es de rutina. Especialmente en Hebrón, donde unos pocos cientos de colonos fanáticos viven entre 160,000 palestinos. Hebrón es una de las ciudades más antiguas del mundo. Existía mucho antes de los tiempos bíblicos.

En el centro de Hebrón hay un edificio que, según la creencia judía, alberga las tumbas de los patriarcas de Israel. Los arqueólogos rechazan esta afirmación. Los árabes creen que las tumbas pertenecen a venerables jeques musulmanes. Para ellos, el edificio es una mezquita.

Desde el comienzo de la ocupación, esto ha sido un lugar de continuos disturbios violentos. La calle principal está reservado para los judíos y cerrada al tráfico árabe. Para los soldados enviados allí para custodiar a los colonos, es el infierno.

En el clip, Azaria se ve dándole la mano a alguien inmediatamente después de la matanza. Esta persona no es otro que Baruch Marzel, el rey de los colonos de Tel Rumaida. Marzel es el sucesor del “Maestro” Meir Kahane, el que fue tildado de fascista por el Tribunal Supremo de Israel. (Marzel pidió una vez abiertamente mi asesinato.)

Durante el juicio se reveló que Marzel acoge cada sábado a toda la compañía de soldados israelíes que cuidan el sentamiento, incluyendo a los oficiales. Esto significa que Azaria se expuso a sus ideas fascistas antes del capítulo del disparo.

¿QUÉ CONVIERTE el caso del “soldado que disparó” (como se le llama en la prensa hebrea) en un punto de inflexión en la historia de la empresa sionista?

Como ya mencioné en un artículo reciente, Israel está ahora desgarrado en diversos “sectores”, en los cuales las divisiones se hacen cada vez más amplias. Judíos y árabes; orientales (Mizrahim) y europeos (Ashkenazim); seculares y religiosos; ortodoxos excluyentes e incluyentes “religioso-nacionales"; hombres y mujeres; heterosexuales y homosexuales; viejos y nuevos inmigrantes, especialmente de Rusia; ricos y pobres; Tel Aviv y la “periferia”; izquierda y derecha; habitantes de Israel y los colonos en los territorios ocupados.

La única institución que une a casi toda estos elementos diversos −y mutuamente antagónicos− es el Ejército. Es mucho más que una mera fuerza de combate. Es el lugar donde todos los jóvenes israelíes (excepto los ortodoxos y los árabes) se encuentran en igualdad de condiciones. Es el “crisol”. Es lo más sagrado de lo sagrado.

Pero ya no.

Aquí es donde entra en juego el sargento Azaria. Él no sólo mató a un palestino herido – llamado, por cierto, Abd al-Fatah al-Sharif−. Él hirió de muerte al ejército.

DESDE HACE algunos años, un esfuerzo secreto de los “nacional-religiosos” ha estado en marcha para conquistar el ejército desde abajo.

Este sector fue una vez un grupo pequeño y despreciado, ya que judíos religiosos en general rechazaron el sionismo completamente. De acuerdo con su creencia, Dios exilió a los judíos por causa de sus pecados, y sólo Dios tiene el derecho de permitirlos regresar de nuevo. Al ellos apropiarse de la tarea de Dios, los sionistas estaban cometiendo un pecado grave.

La masa de judíos religiosos vivía en Europa del Este y perecieron en el Holocausto. Varios de ellos llegaron a Palestina y ahora son una comunidad aislada, autosuficiente, en Israel, que toman grandes sumas de dinero del estado sionista y no saludan a la bandera sionista.

Los “nacional-religiosos” crecieron en Israel de una comunidad pequeña y tímida, a ser una fuerza grande y potente. Su tremenda tasa de natalidad, −de 7 a 8 niños es la norma− les da una gran ventaja. Cuando el ejército de Israel conquistó Jerusalén Este y Cisjordania, salpicado de lugares sagrados, ellos también se sintieron y devinieron firmes y seguros de sí mismos.

Su líder actual, Naftali Bennett, un exitoso empresario de la alta tecnología, es ahora un miembro dominante del Gobierno, en constante competencia y conflicto con Benjamín Netanyahu. El partido tiene su propio sistema educativo.

Hace décadas que este partido ha estado comprometido en un esfuerzo decidido para conquistar el ejército desde abajo. Tiene escuelas preparatorias pre-ejército que producen futuros oficiales altamente motivados, y está infiltrando lentamente el cuerpo de oficiales inferiores −capitanes y mayores que llevan kipá, algo raro antes, pero ahora muy comunes.

TODO ESTO está explotando ahora. El “caso Azaria” está desbaratando el Ejército aparte. El alto mando, compuesto principalmente de veteranos, askenazis y moderados (comparativamente), llevaron a juicio a Azaria. Matar a un enemigo herido está en contra de las órdenes del Ejército. Los soldados están autorizados a disparar y matar sólo si están en inmediato peligro, para sus vidas.

Una gran parte de la población, especialmente de los sectores religiosos y de derecha, protestó ruidosamente contra el juicio. Dado que la familia Azaria es oriental, los manifestantes incluyen a la mayor parte del sector oriental.

La aguda nariz política de Netanyahu olfateó de inmediato esa tendencia. Y él decidió visitar a la familia Azaria, y sólo se vio frenado en el último momento por sus asesores. Entonces, llamó al padre de Elor, y le transmitió su solidaridad personal por teléfono. Avigdor Lieberman, antes de ser nombrado ministro de Defensa, visitó personalmente la sala del tribunal con el fin de demostrar su ayuda al soldado.

Fue una bofetada abierta en el rostro del mando del Ejército.

Ahora el ejército, el último baluarte de la unidad nacional, se está desgarrando. El alto mando está siendo atacado abiertamente por izquierdista, un término no muy lejos de “traidor” en el discurso actual de Israel. El mito de la infalibilidad militar yace destrozada, la autoridad del alto mando profundamente dañada; la crítica al Jefe de Estado Mayor es rampante.

En la contienda entre el sargento Elor Azaria y el Jefe de Estado Mayor, el general Gadi Eizenkot, el sargento bien pudiera ganar. Si es declarado culpable por desobedecer abiertamente las órdenes, conseguirá salir con una sentencia leve.

Matar a un ser humano indefenso lo ha convertido en un héroe nacional. Su disparo fue el disparo que se oyó en todo el país. Quizá en el mundo entero.