El escandaloso caso de la Odebrecht parece que dará para mucho y por mucho tiempo.  Tan prolongado como una exitosa telenovela por entregas, pero que lamentablemente en este caso no corresponde a  una historia ficticia producida por  la imaginación y creatividad de ningún escritor, sino a un hecho real de enorme impacto al poner al descubierto una de las estructuras de corrupción pública-privada de mayor alcance de que jamás se haya tenido noticias en este lado del mundo.

Se entiende el interés despertado por el escándalo.    No es solo el  cuantioso monto de los sobornos entregados por la compañía brasileña para la obtención de diversos y jugosos contratos de obras en el país, sino por todas las demás implicaciones que conlleva y las acciones que está originando, sobre todo en instituciones de la sociedad civil.

Ahora mismo se está reclamando de la Procuraduría General de la República entregar en un plazo máximo de 15 días los detalles del acuerdo económico a que se arribó con la empresa brasileña.  Pero…¿está ya acordada la forma en que se realizará el pago?  De por medio existe un evidente obstáculo que seguramente condicionará la ejecución del resarcimiento en un plazo de una sola vez.

Pudiera ser bastante ilusorio pensar que la Odebretch va a entregar el monto de la multa en un plazo inmediato o breve y un un solo pago, cuando  con los EEUU, Brasil y Suiza, responsables de haber dado luz al escándalo, el acuerdo a que se arribó fue amortizarla en 20 años.  Cuenta, además, el hecho de la casi segura sobrevaluación de todas o al menos, un gran parte de las obras ejecutadas o en proceso, no solo para cubrir el monto de los sobornos sino también para  la compañía haberse servido con cuchara sopera y abultar sus beneficios.  Cuando se transita por ese camino de corrupción con tanto desenfado, se traspasan todos los límites.  Todo exige una auditoría profunda del monto de realización real de cada obra, la cuantificación de las sobrevaluaciones y el consiguiente reclamo de reembolso a quienes montaron tan vasto entramado de pillerías.

Eso por un lado.  Por el otro, en cuanto a los culpables de haber recibido sobornos para la concesión de los contratos a Odebretch, salta a la vista que resulta más que difícil creer que la Procuraduría podrá obtener evidencias de culpa con los actuales interrogatorios que viene llevando a cabo por más prolongadas que sean las sesiones.  Demás señalar que todos y cada uno de los funcionarios y ex funcionarios rechazan haber recibido sobornos  de la Odebretch como ya lo hizo el intermediario,  ya que como señala el siempre ocurrente Orlando Gil, acuden a la cita con un frasco de “manitas limpias”.  Al margen de  inocencia o culpabilidad, resulta lógico.  Sorprendente sería que alguien, salvo por un temporal acceso de demencia o tardío  cargo de conciencia, acudiese a inculparse.

Que se sepa, hasta ahora, el Departamento de Justicia de los EEUU que llevó el peso de la investigación contra la Odebrecht, no ha soltado prenda en cuanto a identificar a los sobornados.  Ello así pese al reiterado discurso anticorrupción del controversial ex embajador Brewster y de la presunta disposición de su gobierno a brindar la más amplia ayuda al nuestro para su erradicación. Sería esta una excelente oportunidad para demostrarlo.   Y en cuanto a los fiscales que llevan el caso en Brasil, ya se divulgó la noticia de que habían pospuesto hasta el mes de junio ofrecer los nombres de los responsables en cada día.

De aquí a entonces, quedan por caer muchas hojas del calendario por lo que seguramente podemos esperar durante todo ese tiempo  un vendaval de noticias sobre el tema; todo género de especulaciones, detalles ciertos, errados o inventados y juicios anticipados de valor atribuyendo culpas y complicidades pero sin llegar a nada concreto.

Evidente que la de Odebretch es todavía una historia por entregas que dará mucha tela que cortar.