Grita A pleno pulmón. Lanza dardos envenenados y ostenta, como siempre, su dominio del lenguaje. Sigue en su empeño por hacer novelastra en la prensa diaria y desprende el hedor insoportable del racismo, de la indolencia que opaca sus luces.

Ocupado en ser Quevedo en el siglo XXI obvia que las raíces del personaje que ironiza están en el rentismo de aquellos con quienes departe y congenia. La Doctrina Juan Batata no es otra cosa que un retrato del resultado de los siglos de exclusión conservadora que él defiende desde siempre.

El 26 de mayo dejó ver el refajo de su odio y sinrazón. Su interesante enfoque de la nueva Vida del buscón trajo consigo un ingrediente muy distinto. Sobre el cólera nos dijo: "Esa epidemia comenzó en Haití, después del terremoto." Y siguió: "No se le ocurra decir que la inmigración de haitianos indocumentados ha traído la enfermedad."

Seamos sensatos. ¿Acaso el status legal detiene el avance de las bacterias? ¿Acaso querían, los ciudadanos haitianos tener o traer esa y otras enfermedades?

¿Cuándo veremos al intelectual más gourmet de la media isla pedir a sus amigos fascistas regularizar la inmigración? ¿Cuándo señalará con la misma fuerza que para el cólera, el origen del hambre y la violencia en las calles dominicanas? ¿Cuándo pondrá el dedo en la llaga social y dejará las pajas nacionalistoides? Sabemos las respuestas.

Mirar enamorados la bandera infla pechos, pero vacía barrigas. La verdadera bandera es la gente (legal o ilegal) que tiene que soportar la peor enfermedad, la que el gigante de las letras nunca denuncia.