En una revista National Geographic que perdí en una mudanza de hace diez años, tuve todo el mapa de Tikal, la antigua ciudad maya.

El color rojo que impera –que podemos ver en las edificaciones–, es muestra de aquella cultura. Entre otras regiones, algunos se han especializado en estos antiguos lugares de Centroamérica. Hay muchos estudiosos de esta región. Los nuevos descubrimientos son muchos y han sido publicados.

Tikal no es lo que todo el mundo cree. Como ocurre con otras locaciones de civilizaciones anteriores a la llegada de los españoles a América –Hernán Cortés pasó en 1525 pero no hace nota en sus cartas–, es mucho lo que hay que entender sobre estos grupos precolombinos. La belleza de los planos, en la revista National Geographic, es demostrativa de muchas maravillas. Estos lugares son mágicos.

Es bueno hacer acopio de los viajes de Stephen y Frederick Catherwood que en 1839 escucharon hablar de esta ciudad en Petén. Modesto Méndez la visita en 1848. Los trabajos de Juan Pedro Laporte, de la Universidad de Arizona, son esenciales en la comprensión de toda la historia de Tikal desde el plano arqueológico.   

Otros surgirán de improviso y querrán interpretar lo que ocurría a lo interno de aquella sociedad. Sumergirse en el tiempo sería una de las lecciones de todo viajero experimentado. Como otras, la ciudad de Tikal tiene su magia, y así lo reconoce el investigador contemporáneo. En la crónica se nos dice algo de los habitantes nativos. La cerámica está muy avanzada. Las costumbres hablan de una sociedad altamente organizada. Cualquiera querría visitar el templo del Gran Jaguar, y el Templo Cuarto, la estructura precolombina más alta de América.

Toda esta magia de la civilización maya hace el interés del viajero contemporáneo. Todo el mundo quiere ver qué pasaba en épocas precolombinas. Cómo comía esta gente, cómo bailaban, cómo le cantaban a la naturaleza, cómo le rezaban a sus dioses. Tal y como tenemos aquí en la cultura taína, ellos tenían sus dioses a quienes rezaban en momentos especiales.

Después del período conocido como el clásico tardío, no hay construcciones del tipo que sale en nuestra revista. Pero debemos tenerlo claro: estas estructuras, –que son cronometradas en el estudio–, le dicen mucho al explorador acerca de la civilización que reinó en este lugar de profusa vegetación y amplias planicies.

Después de todos estos años, me pregunto por la edición de esta revista, que fue un largo estudio que puede ser hoy confutado por especialistas de todas partes. Se trata del reino de Guatemala, donde se pueden hacer otras indagaciones. El ojo del viajero tiene mucho que ver en esta zona. En el artículo del National Geographic todo se caracteriza en función de la época, y los restos arqueológicos.

Desde la retrospectiva, era notable la crónica que había leído hace más de 15 años. Era evidente que el autor –como es clásico en esta revista–, hacía énfasis en el aspecto fotográfico del estudio. Ciertamente que hubo que pintar toda la ciudad con sus monumentos de épocas precoloniales. Toda la ciudad fue pintada con colores, en dos páginas de despliegue.  El resultado es un bien documentado testimonio para el viajero, y para el observador común de estas reliquias antiguas.

Lo que puedo entender es que, en sus archivos, la National Geographic Society tiene los negativos de estas fotografías. Hoy pagaríamos mucho por verlas en una mañana. Quedó perpetuado para la historia este singular lugar de la cultura precolombina. El diseño, como hemos dicho, tiene mucho que ver con el trabajo que hacia entonces la National Geographic Society, al menos en la década de los 80’s. Se puede notar una descripción soberana sobre el ambiente de aquella cultura.

Los editores del volumen tienen claro que el lector se interesará por lo que se ha explicado en antiguas crónicas históricas. Los monumentos, templos y palacios de esta cultura demuestran algo: el avance al que llegó la civilización maya. Uno espía entonces todo el enfoque, y resulta que la crónica está clarísima: se puede detectar lo que otros esperan de la civilización de estudio, y de las relaciones de ese imperio con la metrópoli de Teotihuacán. La crónica es algo eterna cuando se trata de inspeccionar las estructuras arquitectónicas de todo Tikal.

Está muy claro que la National Geographic –su primera publicación es de 1888–, ha hecho una gran investigación. Parecería como que esta civilización estuviera enterrada y luego descubierta. El aspecto de la economía de este lugar tendrá que plegarse al dictamen de la arqueología. Se habla de una población de 45,000 habitantes. Es mucha la información que existe sobre este antiguo reinado que fue fotografiado por primera vez por Alfred Percival Maudslay en 1882. No olvidemos del Mundo Perdido, centro ceremonial de Tikal, una especie de observatorio astronómico. Cuál era la relación que tenían con las estrellas y el mundo cósmico?

Uno se pregunta entonces cómo funciona el conservacionismo en aquellas tierras. Y se llega a diversas conclusiones. Lo esencial está dicho: el cuidado de los restos es algo imperativo. Lo mismo debe ocurrir en República Dominicana, con la cultura taína. Nos sentamos a presenciar cómo se explora y cómo se entiende nuestra antigua cultura, interpretada desde diversas perspectivas antropológicas.

En los planos de la National Geographic, todo parece haber sido estudiado por los expertos. La extensión –ahí está la cronometría de la ciudad–, ha sido estudiada. La extensión es consuetudinaria, y está enmarcada en la petición del estudio global. Ha sido interpretada, Tikal, –la ciudad que ocupa nuestros ojos, ahora– como un territorio a pedir de boca (como decimos).

Las conclusiones no se hacen esperar: hemos llegado a la tierra que otros quisieron explorar y ver con sus propios ojos. Hay misterio en sus ruinas. Aunque el trabajo de divulgación de Alec Forssmann –del 2 de febrero de 2008–, sobre los nuevos descubrimientos es esencial, la bibliografía es vasta para entender el aspecto cultural de esta civilización antigua.