Nuestra tierra es muy generosa al igual que la gente que la habita. Cada vez que tengo la ocasión de andar por los caminos del país no tengo otra alternativa que admirarme y lamentarme a la vez.  Hace unas semanas estuve visitando un pobladito del sur con el  propósito de colaborar con una amiga que está realizando un trabajo de investigación y no me cansaba de mirar a ambos lados de la carretera para disfrutar de los paisajes y sus productos. Dos cosas lamento la sequedad de los ríos y la pobreza y falta de educación de tanta gente.

Mi imaginación no cesaba de pintar  realidades posibles si en el pasado hubiera habido políticos pensando en el ambiente y en la gente. En los años sesenta íbamos por la carretera admirando el paisaje y deseando tomar un baño en los numerosos ríos que a nuestro paso encontrábamos. Ríos y arroyos de aguas cristalinas y abundantes según su cauce. Recuerdo por ejemplo el Camú que había que atravesar yendo de Santiago a Santo Domingo. También recuerdo el Nizao al ir hacia Baní. La falta de educación, sobre todo, más que el calentamiento global,hanhecho nuestros ríos enclenques.

¿Qué hizo Joaquín Balaguer para evitar este desastre? ¿y los demás? Ciertamente construyó presas imponentes en el litoral sur del país pero no hizo un plan estratégico para evitar que el campesino emigrara en masa a la ciudad y conformara los cinturones miseria que rodean la ciudad de Santo Domingo y otras ciudades.

A la vez que se construían presas se pudo hacer un plan de educación y medio ambiente  para cuidar los ríos que alimentan esas presas. Simultáneamente se pudohaber fomentado la agroindustria en todas las poblaciones del interior para hacerlas autosostenibles y evitar el éxodo.

La feracidad de las tierras del sur no se pueden comparar con las del Cibao, sin embargo con el riego de las presas de Jiguey Aguacate, Valdesia y Sabana Yegua, las tierras del sur producen un sinnúmero de rubros  que son muy apreciados en el país entero, como lo son el tomate y los plátanos, las cebollas, las lechozas, los melones y otros.

No obstante toda esta producción observada en las tierras del sur, la pobreza no se puede ocultar, y la falta de educación, su mejor aliada mucho menos. Muchos de los pobladores de esta  zona han emigrado a la ciudad y otros se han ido al extranjero legal o ilegalmente. Quedarse en sus  pueblos no les garantiza nada, quedarse significa vivir el día a día sin sensación de progreso  y sin visión de futuro.

Los gobiernos deben hacer planes integrales y multifacéticos en cada región. Han pasado ya casi 50 años desde el primer gobierno de Balaguer y los sucesores han copiado el modelo, mucho desarrollo para Santo Domingo y la miseria extendiéndose por los campos. Sin embargo las bancas de apuesta que son las principales socias de la miseria humana no faltan en ningún poblado. Ellas se llevan parte del sueldito semanal de nuestra gente que cree que el futuro no se construye sino que se apuesta. ¿Cómo podemos cambiar esta realidad?

Y si en lugar de bancas de apuesta y colmadones tuviéramos pequeñas escuelas de oficios demandados en la zona o televisiones grandes con programas diversos para los jóvenes y los niños. En cada comunidad hay alcaldes,  síndicos o diputados,  ¿a quien le rinden cuenta  del desarrollo humano de su paraje o pueblo?

De todos modos la tierra es pródiga y la gente también. Por uno de esos caminos de Dios mis amigos y yo nos detuvimos a recoger tomates de una plantación (marotear). Al frente había un conuco de plátanos, cuando nos disponíamos a abordar el vehículo con las manos llenas de tomates, un señor que trabajaba en el platanal nos dijo "pero ustedes necesitan compaña para esos tomates" y nos regaló un racimo de plátanos. El cebollín lo compramos enel camino cerca de Baní, la cena era una sabrosa promesa. 

Imaginemos por un momento más tierras de éstas regadas por presas alimentadas por ríos más saludables. Imaginemos las industrias cerca de las plantaciones y mujeres y hombres bien pagados trabajando la tierra y la industria y esas mismas industrias velando por buenas escuelas para formar la gente que se necesita para mantener esos campos e industria en pie. 

Imaginemos escuelas que enseñen a sus niños cómo cuidar el  ambiente desu entorno: si es de montaña, de playa,  de llanura o de laguna. Imaginemos cada comunidad apoderada de su ambiente y gestionando la satisfacción de sus necesidades. 

Imaginemos por  un momento un país con menos políticos y más verdaderos ciudadanos del campo y la ciudad.

Me niego a creer que no sea posible.