“La democracia perfecta sólo puede existir en una sociedad de ángeles”.J.J Rousseau

 Varía de las constituciones latinoamericanas establecen el derecho de elegir y ser elegido si se cumplen con determinados requisitos como el goce pleno de sus derechos civiles y políticos para ser candidatos a determinado puesto políticos. Lo mismo se aplica en Estados Unidos. En el caso de Europa, la figura del primer ministro ha evolucionado con el tiempo; ajustándose a las transformaciones política históricamente acontecidas.

Pero resulta, que cada vez más llama a la atención la cantidad de figuras del entretenimiento que deciden participar en un terreno desconocido para ellos y de tanto compromiso social como lo es la política. Recordemos el caso del “exterminador” Arnold Schwarzenegger, los expresidentes Jimmy Morales, Michelle Martelly y Donald Trump.

Este último, quien gobernó con un estilo poco convencional y mesiánico, debe mover a la preocupación no solo de los EE.UU, sino también al mundo. El problema es que el entretenimiento no forma la responsabilidad política, los años de preparación académica, la experiencia, ni la sistemática coherencia que se corresponde con dicho ejercicio. Ya que la fama pueda que ayude en el terreno del espectáculo; pero no se transfiere a los requerimientos gubernamentales.

Ahora con la trascendencia de las redes sociales, los partidos han capitalizado el fenómeno de los “influencers” simplemente por su marcada popularidad pero escasa formación académica. Cada vez más se está perdiendo la solemnidad de los cargos y puestos públicos arrastrados por una ola de hombres y mujeres ligados al mundo artístico sin la más mínima idea del negativo impacto que producen especialmente en los sistemas democráticos y representativos.

La responsabilidad que debe ser asumida por todo aquel que busque hacer carrera dentro de la administración publica, se extiende a los servidores públicos, sus funciones y al propio Estado, siendo un universo diametralmente opuestos para quienes entretienen.

Dicha responsabilidad, es un factor de suma importancia que debe acompañar a toda persona que desea servir a su nación, seguida de factores asociados con la disciplina y conducta responsable.

Este mar de personeros en busca de postulación a cargos, no es más que un reflejo de la sociedad actual y parte de los males endosados por los sistemas democráticos. Con el tiempo hemos visto una proliferación de artistas en búsqueda de alguna nominación por un partido y en el peor de los casos, por aquellos quienes presumen de tener millones de seguidores en las redes sociales; pero sin ningún plan.

Muchos de ellos ignoran la obligación y el compromiso asociado con el cargo. No podemos negarle la “visión” a toda persona cuya constitución sea la que establezca los requisitos para optar por una nominación a un cargo público; pero si podemos exigir que quienes nos representen tengan las características de formación requeridas.

Para el colmo, con el anuncio de Dwayne Johnson (la Roca), presidente, Kaney West de que correrán para presidentes y el padrastro de las Kardashian a Caitlyn Jenner para “gobernadora”, no se percibe un futuro prometedor ni para el pueblo que desea que sus representantes sean políticos de probada formación, y para las instituciones políticas que cada vez más pierden el respeto de sus seguidores, por el desgaste de sus estructuras.

Desafortunadamente, en los países democráticos se continuará viendo a este tipo de figuras de la farándula que no aportan otra cosa que entretenimiento y quienes seguirán contribuyendo al incremento de la desconfianza en las principales organizaciones políticas de nuestras naciones.