“En los tiempos sombríos, ¿se cantará también?.
También se cantará sobre los tiempos sombríos.”
Bertolt Brecht
Hace unos años iniciar el ciclo preelectoral con los polvorientos argumentos de “la transición” y de “unidad de la oposición para sacar al PLD” podría haber pasado desapercibido pero a estas alturas volver a escuchar lo mismo no puede deberse a otra posibilidad que a la incompetencia.
Para “sacar al PLD” nada mejor en opinión de nuestros geniales conductores que la unidad de la oposición. Mucho mejor si es con “movilización de masas”. Les pasas por el lado pero qué va: no caen en cuenta que la repetida y fracasada táctica de “sacar al PLD” no pega mucho con lo de “la transición” como idea de cambio puesto que esa socorrida unidad de la oposición no pretende conducir a ningún cambio político importante. Y más si tenemos bien fresquecita aquella frase de que los “presidentes no se tocan” (¿sólo se cambian?). Esa idea de “sacar al que está” lleva 57 años de vigencia y consiste en la permanente aspiración a cambiar a quien preside el gobierno. Las consecuencias para el país están a la vista en el notable déficit democrático, en la falta de institucionalidad democrática y en una considerable fortaleza del régimen.
¿O no es esto lo que se ha evidenciado con la ley de partidos y las primarias? En el tumulto de opiniones es imposible identificar con claridad a quiénes quieren conseguir una ley de partidos y electoral que ayude a la construcción democrática, o a quienes solo les preocupa el tema de cómo impedir que el otro gane. Partiendo de ese espíritu, de esa motivación, se puede asegurar que no es la democracia la que convoca, sino la mantención de la idea de que mientras las élites no lo estén deseando será imposible un cambio político. Y es que hablando con rigor, después de la Agrupación Política 14 de Junio -1J4- ese cambio no ha sido nunca propuesto. Conste que no se trata de discutir lo que planteaba el 14 de Junio, se trata de reconocerle el lugar que todavía ocupa como único movimiento político que intentó una ruptura con el sistema trujillista.
Ruptura, bonita palabra.
Y aquí viene un cuestionamiento que ya no es posible ignorar: ¿Qué es lo que quieren los actores políticos? Por supuesto su proyección inmediata, pues tirarle al gobierno es siempre más fácil que lograr confianzas para conseguir ejercerlo. Y a seguidas otra pregunta inevitable: ¿Alguien cree que la necesaria institucionalidad democrática vaya a ser posible entregándole el poder al PRD-PRM, o al PRSC, o a la continuidad que ofrece en cualquiera de sus versiones el PLD?
Tampoco puede ser ignorada la última oferta de FINJUS y su mesa de diálogo, definitivamente hay algo demasiado elemental: si se trata de elecciones las conductas democráticas apuntan a que en ellas se participa con conciencia de que se puede ganar o perder, si se trata de la institucionalidad no se puede estar permanentemente minando las facultades constitucionales del Poder Legislativo en función de la posibilidad de cabildeo de los grupos de presión. Estas prácticas, imposibles de aceptar por los legisladores, son mucho más peligrosas que las primarias abiertas para la construcción democrática, a estas alturas el “balaguerismo del siglo XXI” debiera tomarse un descanso y aprender que no es un “desacierto” cuando se aprueba una ley con la que no se está de acuerdo y que el camino para corregir esas diferencias tampoco está en hacer completo el funeral invitando al curita de los consensos que la última vez que se coló, promovió una ley mucho peor que la recién aprobada por el Senado. El camino democrático, con el actual congreso, con los actuales partidos no parece tan difícil, simplemente se debe trabajar por tener un Congreso en el que ni se acepte el cabildeo, ni sean posible los sobornos. El plazo son las elecciones del 2020.
Se trata de temas prioritarios para cualquier reflexión sobre la coyuntura política. Como los expertos en historia son pocos, bastaría leer diarios viejos para convencernos de que el fin de la impunidad es un asunto de primera importancia. Si anida usted cualquier duda sobre lo que afirmo le recomiendo “googlear” expedientes como aquellos planes de renovación de vehículos del transporte (RENOVE), la construcción de invernaderos, la venta de empresas del Estado, la quiebra de bancos. Ahí verá como se cuelan los ideólogos de la “unidad”. Si vamos al tema de las “primarias”, revise en los viejos periódicos las internas del PLD de 1999 y del 2005, las del PRD que ganó el actual canciller con el apoyo del ex presidente. Las del PRM del 2018 no las busque pues todavía llevará un tiempo que se pongan de acuerdo en los resultados y en el número de votantes. Por ahí se llega al “menos malo”. Youtube también puede ser un interesante auxiliar político para concientizar acerca de la necesidad de que la transición que se desea se complemente con la ruptura necesaria. En esa útil red encontrará programas de Nuria Piera y de Alicia Ortega que pueden ayudarle a explicar mejor que nada el por qué hay sólo oposición y no hay alternativa.
Por último, pocos documentos sirven mejor para explicar “la alianza público-privada” que ha sostenido la transición desde 1961, que las páginas difundidas esta semana con los pagos de la OMSA. Es obvio que el tema del cambio no se resuelve tratando de reemplazar el nombre de las empresas. El cambio verdadero consiste en eliminar esas prácticas, sancionándolas.
Como puede verse el asunto requiere nuevas actitudes y nuevas ideas. Hablando de transición y de ruptura, leí en algún viejo periódico a un articulista que planteaba en forma brutal una pregunta que puede extrapolarse a nuestra realidad: “¿Cree alguien que la redemocratización de Alemania podía hacerse con la colaboración de la alta oficialidad nazi?”
Cada día queda menos espacio para seguir haciéndonos “los tontos, ciegos, sordomudos”, pretendiendo como que no nos damos cuenta de que el desafío de la política democrática y de la ciencia política es abandonar esa práctica caduca e inútil de explicar lo obvio. Si mucho antes se lo pasaron tratando de encontrar el primer proletario, ahora ya no sirve insistir en el “serendipity” imposible del clientelismo. Por fortuna las explicaciones ya son suficientes, el verbo dejó de ser explicar, de lo que se trata es de cambiar.
Así, la socorrida unidad de la oposición no es más que un ejercicio inofensivo, innecesario y peligroso, pues no conduce a ninguna de las grandes reivindicaciones sociales, económicas, éticas y políticas pendientes a las que solo es posible aspirar cuando se instalen las convicciones democráticas que motoricen verdaderos líderes capaces de la ruptura.