La situación actual en la que se encuentra Haití ha sido utilizada para alimentar un conjunto de argumentos a favor de un nacionalismo extremo. Sin negar la importancia y necesidad de tener un orden migratorio, siempre y cuando sea verdaderamente humano, es necesario que reflexionemos sobre las afirmaciones que se defienden en nombre de la patria. Dicha reflexión es de vital importancia si queremos ser coherentes con los ideales morales esenciales que definen nuestras vidas, tales como la igualdad, la equidad y la justicia. Es por eso que en el presente artículo propongo retomar las propuestas de la filósofa Martha Nussbaum sobre la importancia de cultivar una educación cosmopolita en vez de seguir enfatizando una educación nacionalista.
El nacionalismo está en contradicción consigo mismo. Mientras que promueve la libertad, el respeto y la justicia, establece que los ciudadanos de la nación a la que se pertenece deben tener un trato especial en relación a los ciudadanos que sean y provengan de otros países. Ejemplo de eso es lo que vemos con las ciudadanas haitianas: se les despoja de un derecho humano fundamental a razón de una supuesta amenaza al sistema nacional de salud. De igual manera, el nacionalismo nos hace olvidar y pasar por alto lo que nos vuelve dependientes y nos hace similares a los demás seres humanos. Esto termina llevando al absolutismo moral en el que todo lo que sea diferente a lo propio es malo porque es ¨raro¨ o simplemente porque es ¨del diablo¨.
Martha Nussbaum propone cultivar la educación cosmopolita porque podemos aprender más de nosotros mismos y porque sólo así estaríamos en condiciones de asumir compromisos morales con el resto de la humanidad. Aprendemos más de nosotros mismos porque podemos ser vistos desde fuera y eso tiene como beneficio el adquirir nuevos puntos de vista y aprendizajes que terminan enriqueciendo la propia identidad. Podríamos asumir compromisos morales con el resto de la humanidad porque se establecería un vínculo con ella. Una vez logrado dicho vínculo, los acuerdos internacionales que nos son necesarios y que podrían beneficiarnos tanto a nivel nacional como planetario, serían más alcanzables. Tal es caso de problemáticas como la crisis climática, el descontrol de las multinacionales y el crimen organizado.
Es necesario dejar la hipocresía y estar dispuestos a ver más allá de los intereses particulares propios de la globalización. Somos hipócritas cuando rechazamos la diversidad cultural y a la misma vez nos beneficiamos de la importación de productos, servicios y hasta valores culturales provenientes de otros países (como el caso de la música, por citar un ejemplo). También es hipocresía cuando apelamos a valores universales pero a la misma vez se discrimina en favor del grupo al que se pertenece. La finalidad es que levantemos la mirada y nos abramos a la humanidad en vez de aferrarnos a una idea reducida y discriminatoria como es el caso de aquellas provenientes del concepto nación.