Siempre he dicho que estamos viviendo una película.
Somos personajes de un cuento de caminos que parece que nunca ha de acabar. La “realidad” se ha convertido en una fantasía permanente donde se acepta lo inverosímil como “verdad”. Marionetas cósmicas manipuladas por manos invisibles, siguiendo un libreto pre-establecido de antemano bajo nuestras propias narices.
Esto explica el hecho de que Donald Trump se encuentre entre los que encabezan las primarias presidenciales como un posible candidato en un país como los EEUU.
En un teatro de barrio esto equivaldría a un sainete o a una tragicomedia insulsa para distraer a los inaprensivos concurrentes. Una especie de entretenimiento inusual, que en inglés se definiría como “bizarre” (raro, extraño), por no llamarlo abiertamente surrealista o “irreal”.
Gore Vidal, uno de los novelistas históricos (sus novelas eran “historias noveladas”) escribió en el 1976, doscientos años después de la Declaración de la Independencia estadounidense: “Uno de estos días terminaremos viendo a un vaquero de películas como presidente de los Estados Unidos. Pero no nos sorprendamos de ver a un bufón de circo dirigiendo nuestros destinos patrios desde Washington, D.C”.
Cuatro años después de esta predicción el pueblo estadounidense votó de forma arrolladora por Ronald Reagan, un antiguo vaquero de películas. Veinticinco años después, Donald Trump se encuentra entre los delanteros de las primarias presidenciales de los Estados Unidos.
Increíble pero cierto. Trump ha cruzado muchos “puentes prohibidos” pero eso es precisamente lo que parece hacerlo más atractivo a los hipnotizados ciudadanos.
A base de ver tantas películas por tantos años de programación mental indiscriminada, la turba multa, como ratones de laboratorio, termina aceptando lo “irreal” como una realidad viable. Mientras más se atraigan sus instintos básicos de “tierra arrasada”, de Superman y de Tarzán de los monos, más votos se sacan.
Una de las “soluciones” presentadas por Donald Trump es la de convertir a la isla de Puerto Rico en una posible Palestina, transfiriendo allí a los residentes de la Franja de Gaza y de Cijosdardia, ya que la isla está en bancarrota y sus nativos están emigrando hacia otros estados. Esto resolvería ambos problemas de un plumazo.
¿Una broma pesada? No, el hombre lo dice muy en serio, como también ha dicho que los mejicanos que cruzan hacia este lado de la frontera son potenciales criminales y “violadores de mujeres”. Y… ¡clap-clap-clap!- el vulgo hipnotizado, que cree que vive de verdad en una democracia, aplaude y sonríe sin percatarse que muchos de los asistentes son “actores” disfrazados de votantes.
Un perfecto laboratorio masivo experimental que se lo traga todo como si fuera otra “película” más. ¡Clap,clap,clap!
“Donald no es un político profesional y dice las cosas “claras” y, precisamente por eso, atrae a tantos votantes”, afirma uno de los analistas del “Fenómeno Trump”. “Como los vaqueros de las películas clásicas, dispara desde la cintura (shoots from the hip).
“Creo que este candidato es en realidad un agente publicitario de los medios de comunicación y de las cadenas televisivas, porque lo están proyectando como un experimento masiva antes de que se celebren los verdaderos comicios”. Así opina un experto en psicología social experimentado en encuestas publicitarias.
No olvidemos que Donald Trump es un magnate de bienes raíces (real state).
En inglés la palabra “trump” es un substantivo, que significa “baraja”. “The trump card” quiere decir “la baraja principal” o “la ¨carta ganadora”. Y, como la política ha degenerado en un juego sucio poco confiable (como la “lucha libre”), podemos sacar por nosotros mismos nuestras propias conclusiones.
Si a la palabra “trump” le quitamos la “u” y la remplazamos por la letra “a”, “tramp”, entonces el significado es diametralmente opuesto. Por ejemplo, “that lady is a tramp” significa “esa señora es una prostituta”. Y, aplicado al género masculino, “that man is a tramp”, el significado es “ese hombre es un vagabundo”.
El personaje que hizo famoso a Charlie Chaplin en la etapa del cine mudo de Hollywood, fue precisamente el personaje conocido como “the tramp”, el “sinvergüencita” o “el vagabundo”. Ese rol de sinvergüencita vagabundo catapultó a Chaplin a la fama. Películas mudas que se convirtieron en “realidad” en el subconsciente colectivo de los votantes norteamericanos.
Cuando Mahmud Abás, el actual presidente de Palestina, se enteró de la “Trump Solution” (la magistral solución de Trump) referente a Palestina, hizo el siguiente comentario: “A nuestra edad, mucho colágeno y mucha viagra pueden hacer mucho daño”.
Ojalá Trump lo esté escuchando.