Desiderio Arias se alzó contra Trujillo creyendo que le iría bien, como contra Jimenes. Y terminó  con su cabeza dentro de un saco. No supo ver que los tiempos habían cambiado.

Trujillo mandó a matar a las Mirabal creyendo que le iría bien, como con los miles de víctimas que las precedieron. Y terminó con la cabeza – y el resto de su cuerpo – acribillada a tiros. No supo ver que los tiempos habían cambiado.

Wessin complotó contra Balaguer, creyendo que le iría bien, como contra Bosch. Y terminó humillado delante de toda la nación. No supo ver que los tiempos habían cambiado.

Balaguer hizo un fraude en 1996, creyendo que le iría bien, como en 1978, 1974, 1970 y 1966. Y terminó claudicando. No supo ver  (sin doble sentido) que los tiempos habían cambiado.

Leonel provocó el déficit más grande de nuestra historia republicana, creyendo que con un discursito y el respaldo de tres vejestorios y dos buscavidas le iría bien. Y terminó más quemado que un maní, juzgado en las calles, sometido en los tribunales y juído como el león Melquíades (“Huyamosh, por la ishquierda, hashia el Parlashen”). No supo ver que los tiempos habían cambiado.

El político que tengas oídos que oiga y el que tenga ojos que vea: Los tiempos están cambiando.