“¿Qué harías si tu nombre fuera una mala palabra?” vale la pena oír la respuesta de los niños a preguntas como estas ¿Qué hacer cuando se está condenado a ser lo que la sociedad considera malo? Una historia infantil que es en realidad un estudio social solo puede analizarse desde los confines más puros de nuestras mentes.

Una película tan sincera que nos obliga a odiarnos, a odiar la propia historia porque nos refleja. Los clichés, la forma más vulgar de conocimiento es el lenguaje grafico que se utiliza: la flaca es bonita (por bonito se refiere a rasgos de blancos), la bonita es princesa; lo flaco, bello y de clase alta es bueno. La gorda es fea (por feo se refiere a rasgos de negros), la gorda fea es sirvienta; lo feo, gordo y de clase baja es malo.

Los buenos no existen pero todos tenemos la opción de redimirnos, tal vez ese sea el mensaje de la película. Despereaux un valiente caballero, el paladín de la princesa, es el peor espécimen de su pueblo, desobediente, irrespetuoso, pone en peligro a toda la especie en un acto totalmente egoísta; en la historia aparente un Quijote pero no pasa de un mesías cualquiera y hasta se burla de sus inquisidores en el juicio. En este punto cabe destacar que la película se mantiene un paralelismo entre las especies –ratas, ratones, humanos- y las clases sociales. También hay que mencionar que solo se le permite al público tener niveles de empatía con la clase alta o con los que anhelan ser de esta clase.

Princesa, que tal si sus conspiradores han sido cosechados por años de su propio maltrato. Que tal, querido rey, si empezamos a reconocer que sus emociones no determinan las emociones de su pueblo y mucho menos la situación del clima (para los que no hayan visto la película el cielo se nubla porque el rey está triste). Que tal, rata y ratón, si deciden no vender a sus respectivas especies solo por el bien de otra especie (la humanidad). Aplíquesele el símil a caliés, monarcas, políticos, primeras damas, terratenientes (¿redundancia? ¿redundancia dónde?), capos y a cualquier otro que jure que el poder viene del sol, del sol hecho de oro.

Lo grotesco, lo odioso de esta película no está de más, no es mucho menos otra de las estructuras de marketing en Hollywood, todos los clichés, la supremacía de clases y la nula lucha por la bondad son una denuncia. ¿Qué razones tenemos para considerar bueno y valido todo aquello que consideramos bueno? ¿Por qué se persigue la felicidad asociada a la clase socioeconómica? ¿Por qué insistimos en mitificar la policía del norte hasta el culmen de Rambo o el Capitán América?

Despereaux es la nueva forma de educar mediante historias, un método para inculcar, mediante el desestructuralismo, una búsqueda sincera y dolorosa de la verdad. Y al decir  nueva lo que significa es que es viejísima, solo hay que buscar las versiones originales de las “princesas de Disney” o buscar otras historias infantiles que no estén bañadas por la letrina pop que les venden a los “padres responsables”. Esta película, y toda la tradición que arrastra, solo les pide una sola cosa a los padres modernos: dejen de venderles mentiras a sus hijos (tal vez así acabemos de una buena vez con todas las telenovelas y las comedias románticas y el porno de Barbies con silicona en Venus o Playboy). La violencia nunca ha hecho más daño que la mentira.

“Y les diría que todos fueron felices para siempre pero… eso no sería tan divertido” La carcajada final es un espanto y los créditos quedan como un escalofrío.