El pasado sábado 9 de noviembre, exactamente la fecha que marca el trigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín, fui al cine a ver unas de las películas más aclamadas de la temporada; The Joker. The Joker o el guasón, es un filme que tiene ambientación en cuidad Gótica, que es un símil de la ciudad de Nueva York de la década de los 70 y 80 del siglo XX, donde abundaba la violencia desenfrenada fruto de la desigualdad económica, generada por la imposición del capitalismo financiero como sistema y norma de vida en las sociedades occidentales, mutado con una política económica nefasta como el neoliberalismo.

The Joker o el guasón, es un individuo que se encuentra atrapado en esa vorágine del capitalismo financiero salvaje, que las élites han impuesto a través de un mito cultural de que el individualismo es la norma para alcanzar el “éxito” material en la vida, y quien no se adhiere a esa lógica, es simplemente un perdedor que debe ser desechado por el sistema, donde los ejes transversales de su funcionamiento son la hiper productividad y el consumismo en detrimento de los más débiles que conforman la sociedad.

Con el proceso de financiarización de la economía global a partir de la década de los 70, el gran capital financiero trasnacional se ha convertido en el rey supremo de la economía global. Esto ha traído  como consecuencia, que ese capital financiero especulativo sea el centro del universo, permeando todo el sistema financiero en detrimento de los cimientos sólidos a través de los cuales la economía global descansó desde 1945 a 1970, en la era del Capital Labor Accord o Acuerdo del Capital del Trabajo, donde se sentaron las bases de una estructura económica y social fortificada, que permitió la reducción de la desigualdad económica, a través de la consolidación de los sindicatos, y de programas sociales que tenían como meta proteger a los más vulnerables de la sociedad. 

En la era de la financiarización, las riquezas generadas en la economía real fruto del producto marginal del trabajo va dirigida a legitimar las actividades financieras especulativas, a través del endeudamiento en detrimento al financiamiento de sectores productivos. Por tal razón, se ha impuesto la lógica individualista y egoísta, en imponer la realización de actividades financieras sobre la base de la imposición de una manipulación del concepto de economía positiva, de que el crecimiento económico apuntalado por el capital financiero es la realidad económica del mundo de hoy, soslayando así, la idea de que la economía real en base a una cohesión social sólida debe ser la norma económica, esto ha sido relegado a un eufemismo de que ese pensamiento cae sobre la economía normativa, que sólo son simple deseos de grupo subversivos.

Ese capital financiero especulativo, no sólo ha permeado toda la economía, sino que han establecido su agenda en la sociedad a través de una propaganda cultural que ha encontrado sus pivotes estratégicos: en los medios de comunicación, la academia y las instituciones democráticas. Por eso, podemos apreciar en este aclamado filme que se victimizó más el crimen de aquellos jóvenes “valiosos” que laboraban en Wall Street, en detrimento de los desmanes que sufren los menos afortunados.

Esa narrativa del monopolio de la violencia manejada por el Estado que nos muestra el filme es una simple marioneta manejada tras bastidores por los hilos de poder de esa élite financiera que controla la agenda global, utilizando sus distintos resortes, en especial el mediático, para imponer de manera cultural que tipo de violencia es mala o buena. La violencia generada por el descontento de las masas fruto de la globalización financiera como la describe el intelectual mexicano Alfredo Jalife en su obra Hacia la desglobalización, donde el gran beneficiario de esta ha sido el capital financiero, mientras que lo más perjudicados por esta vorágine han sido los de a pie. Mientras que el 1% más rico que con su poder económico han constituido una plutocracia, que vela meramente por sus intereses. Mientras que el resto de la población sucumbe en el ostracismo de la marginalidad y la desigualdad. De acuerdo con esa élite financiera la violencia fruto de la desglobalización es “espuria”.  Ahora bien, la violencia utilizada por ese Estado plutocrático para salvaguardar los intereses de esa élite y el orden económico mundial establecido es necesaria y “legítima.”

La Guerra cultural que ha impuesto esta élite financiera ha sido bestial, a través de sus instituciones académicas elitistas han impuesto un modelo de sociedad en que todo individuo para ser exitoso debe hacerlo dentro de su esquema de dominación. Un ejemplo de ello es vanagloriar y santificar al individuo “emprendedor” no importa el método que utilice para lograrlo. Por eso vemos en filme como personifican al guasón como “fracasado” por no seguir los cánones del individuo “emprendedor” y “exitoso” que imponen los medios de comunicación y esas instituciones académicas de élite, de que, si no asiste a ellas y no sigues sus doctrinas de pensamiento, no encajas en el modelo de sociedad actual y global, y por ende eres propenso a ser un individuo desechable.

Por otra parte, las minorías étnicas han sido también relegadas al ostracismo social y a un racismo institucionalizado impuesto por esa élite financiera, donde aquellos que desean comer una tajada del pastel deben seguir los postulados establecidos por la élite financiera (mayoritariamente blanca). De lo contrario, los miembros de esa minoría quedarán relegado a un segundo plano o serán victimas de ese monopolio de violencia controlado por el Estado, que a su vez es controlado por esa élite. Las minorías bajo este esquema de globalización están sujetas a un esquema de colonialismo más sofisticado. Es como explica el gran pensador decolonial Frantz Fanon, en su libro Piel Negra, Máscaras Blancas, de que un afrodescendiente se percibe que tiene que ser un ser inferior en el mundo blanco en el que vive, y estudia cómo navegan por el mundo a través de una actuación apegada a las costumbres de los blancos. Por otra parte, Fanon habla sobre cómo el colonizador considera que el uso del lenguaje de un colonizador por la persona negra es depredador y no transformador, lo que a su vez puede crear inseguridad en la conciencia del negro. Por eso vemos en la película como los afrodescendientes para alcanzar ciertos peldaños en la pirámide social tenían que ser pantomimas de los intereses de esas élites blancas.

Sin lugar a dudas el proceso ontológico a seguir para desmontar la desigualdad imperante en el mundo de hoy es la desglobalización. El camino por seguir debe ser un modelo de sociedad donde prime el humanismo en todas sus variantes, donde desaparezca la lógica de dominación, donde reine la colaboración y el multilateralismo. Para lograrlo se necesita una visión mas holística del mundo, donde la supremacía del capital financiero brille por su ausencia.