Cuando Frank Sheeran le plantea a Jimmy Hoffa que desista de volver a presidir el sindicato de camioneros porque “la gente”, refiriéndose a la mafia italiana, ha decidido retirarle su apoyo, el legendario líder sindical le dice que la unión es su vida y que ser presidente de la organización es lo que sabe hacer.
Hoffa, determinado, le dice al irlandés que los derrotará y que su liderazgo prevalecerá. Conocedor de la fuerza del enemigo que se dispone a enfrentar su mentor, Sheeran lo mira y cuidadosamente le dice: “Jimmy, si la gente eliminó al presidente de Estados Unidos, la gente elimina al presidente del sindicato”.
La reacción de Hoffa, encarnado por Al Pacino en la majestuosa obra de Scorcese y recreada al detalle por el propio Sheeran en el libro en el que se basa la película (“Jimmy Hoffa. Caso Cerrado” por Charles Brandt), es antológica y mueve a reflexión acerca de cuán fatales pueden ser los errores cometidos por el ser humano cuando sus decisiones las gobierna el ego.
A Jimmy Hoffa, un hombre astuto, que se forjó a sí mismo, más allá de su prontuario criminal, construyó un liderazgo en su sector y alcanzó importantes conquistas para los camioneros, la faltó sagacidad para advertir que, durante los cuatro años que estuvo en prisión, los resortes del poder habían mudado de manos y, lo más importante, que una generación de líderes renovados con una nueva visión y métodos más sofisticados que los suyos se había adueñado de la escena.
Al negarse a hacerse un lado y darle paso a un nuevo liderazgo, Hoffa firmó su sentencia de muerte.
Guardando las distancias y, sobretodo, subrayando que la trayectoria moral de ambos no es susceptible de comparación, quizá Leonel Fernández deba mirarse en el espejo de Hoffa.
Resulta cuando menos inexplicable que Leonel, quien encabezó el cambio generacional más trascendente de toda nuestra historia política, se resista a admitir que su tiempo terminó.
¿Cómo es posible que un líder de la visión y la sólida formación intelectual de Leonel Fernández, caracterizado hasta hace poco por ser un hombre comedido, esté trillando un camino que nadie en su sano juicio y con dosis mínimas de objetividad le pueda proyectar un destino más allá de la intrascendencia política y la irrelevancia electoral?
Es entendible que para un hombre invicto la derrota del 06 de octubre lo haya descolocado, pero lo que aún no se comprende es su renuencia a aceptar el resultado adverso y en asimilar su desplazamiento como figura preponderante del PLD.
Sin propuestas y ni una sola idea sobre la manera en que habrá de conducir los destinos de la nación para afrontar los desafíos que trae a los dominicanos la nueva década, como Hoffa al salir de prisión, Leonel pareciera insistir en ser Presidente otra vez porque “es lo que sabe hacer” y punto.
En la escena de “The Irishman” en la que Hoffa le dice a Sheeran ante una delicada advertencia de cual puede ser su destino si no se hace un lado, no pude evitar imaginar a Leonel Fernández en la noche del 06 de octubre diciendo: “Si me sucede algo extraño están acabados y ellos lo saben. Cuando se me antoje se van. Si me hacen algo a mi, les hago algo también.”
Jimmy Hoffa no vivió para ver que, el mundo siguió sin él, que el sindicato se hizo aún más fuerte luego de su extraña muerte y, sobretodo, que quienes lo eliminaron prevalecieron, ganaron la guerra y vivieron para contarlo.
Leonel debe hacerle caso al irlandés. Todavía tiene tiempo.