“No lo creo aunque sea verdad. Así me siento mucho mejor”.

Esa fue la reacción de Raúl Espinoza cuando le dijeron que el desmoronamiento de las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre del 2001, había sido fríamente  calculado para justificar la mal llamada “guerra contra el terrorismo” y la ocupación del Medio Oriente. Esos fueron los verdaderos terroristas.

La invasión de Irak y de Afganistán, el mal llamado “Estado Islámico” y el desbarajuste de la zona han sido las consecuencias, pero Raúl Espinoza dice que es pura mentira, que eso no puede ser verdad.

En psicología existen dos términos que tienen el mismo significado:

“la zona de conformidad” (comfort zone) y la “memoria selectiva”. Ambos términos son necesarios para la supervivencia, tanto de un individuo como de todo un pueblo. Sin embargo, hay pueblos (como el nuestro) cuya memoria colectiva ha sido tan traumatizada, que son incapaces de recordar su historia verdadera. Son víctimas de su memoria selectiva. Han vivido siempre en un estado de negación perenne y por eso los políticos de turno, como predestinados del infierno, le han metido siempre gato por liebre. 

Nos han violado el subconsciente con leyendas vivientes y más de la mitad de nuestros hechos históricos jamás sucedieron como nos los han contado. De hecho, fueron totalmente diferentes, aunque no sean “convenientes” para nuestra memoria selectiva (nuestra “comfort zone”).

Por ejemplo, Juan Pablo Duarte y los Trinitarios no fueron católicos practicantes y fueron amenazados de Excomunión por la Iglesia Católica Romana, representada a la sazón por el vicario (aún no Arzobispo) Tomas Portes e Infante, un anexionista empedernido y seguidor de Pedro Santana Familia que siempre confundió la velocidad con el tocino. (argeliatejadayanguela.blogspot).

Se nos ha enseñado que los Trinitarios eran católicos romanos pero, tanto Duarte como los demás trinitarios eran masones, no apegados a ninguna religión, tal como lo fue también Simón Bolívar y fueron los padres fundadores de los Estados Unidos, como George Washington, Thomas Jefferson y Benjamín Franklin. Todos librepensadores. (Consultar a guidoriggio.blogspot.com).   

Eso no puede ser cierto”, nos dice el diácono carismático Saturnino Rodríguez. “Solamente un enemigo de la Iglesia puede hacer semejante afirmación”, opina el diácono, que parece que nunca ha leído la Biblia ni, mucho menos, estudiado nuestra historia patria.

La historia que le han contado es falsa pero, por razones de su “comfort zone”, el diácono no se atreve a dudar de lo que le enseñaron sin que su fe se tambalee. Dice que “es mentira”, que “no puede ser cierto”, y juzga antes de analizar lo que le están diciendo, cerrando así su mente a la realidad objetiva.

Es el síndrome del avestruz, que entierra la cabeza en la arena y rehúye ver y enfrentarse a lo que  él considera inconveniente para su “comfort zone”, como si, por el hecho de no percibirla, la realidad va a desaparecer de su entorno de un plumazo.

Otro ejemplo: John Russer, el último “asesino en serie programado”, que acaba de aterrorizar a la ciudad de Lafayette, Luisiana, fue otro conejillo de indias que terminó autodestruyéndose, tal como estaba programado a hacerlo. Estaba en el quinto grado de programación subliminal, aunque repugne a nuestra “zona de confort” y estemos convencidos de que vivimos en una “democracia” (ver mi artículo “Control Mental”, del 16 de abril del 2014, publicado en Acento.com).

“Eso es otra gran mentira”, nos dice el diácono.

Pienso porque “creo”, no porque percibo los hechos objetivos. Esa es la actitud mental del diácono. Lo contrario de René Descartes: “Cogito ergo sum” (pienso, luego existo). Solamente acepta como “cierto” lo que encaja en el lavado cerebral con que le han programado la mente desde antes de haber nacido.

Sin embargo, hay que aprender a enfrentarse a la realidad de los hechos, no a la invención o a la fantasía, aunque no sea conveniente para nuestra “comfort zone”.

Veamos este ejemplo concreto: muchos libros del Antiguo Testamento, como el mismo Génesis, son relatos copiados de mitos “sagrados” aún más antiguos

(Gary Greenberg). No es que sean “verdad” o “mentira”, simplemente ese es el hecho real.

Los primeros once capítulos del Génesis son copia fiel y “adaptada” de los libros sagrados egipcios, tanto de la tradición de Heliópolis como de la tradición

de Tebes y de Menfis, la primera capital de Egipto, mucho antes del Cairo (3100 A.C.).  En este caso, el primer libro sagrado de la Biblia fue una obra de

“ingeniería inversa” monoteista de cosmogonía (origen y formación del universo).

En otras palabras que, si deseamos ser verdaderamente libres, tenemos que aprender a desprogramarnos y a liberarnos de nuestra “comfort zone”.