"Vivir, para el obrero, es no morir" Ange Guépin

Tirarle la mierda al vecino no es la respuesta, sino actuar sobre el defecador. Culpar a los haitianos de nuestros males, actuales o por venir, ha sido un vicio que ha generado muchos problemas y pocas soluciones. Mientras las clases empresarial y política se han aprovechado de la vulnerabilidad ciudadana, nosotros decidimos continuar el ciclo y descargar nuestra frustración con los más débiles. Convertimos al haitiano en el demonio detrás de todas nuestras pesadillas. Su cara negra nos devuelve el negro que quema el reverso de nuestras orejas y nos esforzamos por negar. Su bembe carnoso es causa de rabia.  Su acento, inoportuno y molesto, anuncia la aparición de una nariz tan chata como ancha. Su rostro lo vestimos de malestar, no para dar cara a su infortunio, sino para descargar el nuestro. Torturado hoy, torturador mañana.

El haitiano en República Dominicana es una mula de dos patas, con pulgares, que trabaja sin condiciones, sin horarios y sin comida. Su lucha manifiesta es contra los salarios indignos, los abusos y la enfermedad. Su lucha soterrada, muda, pero corajuda, es contra los prejuicios, esos que permiten a los empresarios tener diez manos por el precio de dos. Los haitianos trabajan sin defensores, sin sindicatos, sin seguros ni garantías.

Nuestro pequeño tirano interior aprovecha la situación del haitiano y le escupe en la cara. Porque es fácil y nos hace sentir bien. Porque no hay coraje para enfrentar a los responsables.

Las deportaciones en masa, si en realidad han existido, no rinden frutos. Compartimos una isla y ellos huyen del enemigo más fatal, la muerte.

Los vecinos llegan al país dispuestos a trabajar de sol a sol a cambio de miserias e injusticias. Hacen el trabajo que ningún dominicano quiere hacer. La ventaja de la mano de obra haitiana, para el empresario, radica en su precio y su indefensión. En igualdad de condiciones el empleador preferirá la mejor calificada. La regularización es un primer paso en esa dirección. Es también una forma de comenzar a integrarlos a una actividad económica formal.

La falta de testículos[1] políticos ha hecho de este problema otro grito ahogado. No hay interés en resolver problemas humanos. La falla comienza en el primer puesto. No hay voluntad para enfrentar retos cuando se prefiere esconderlos para garantizar el beneficio personal (Wikileaks). Lo "políticamente correcto" tiene un alto precio social. La consecuencia son esos silencios que hacen ruido. Muchos creen que esos silencios son rentables. Lo cierto es que sólo unos pocos se benefician. Demos palabras a esos silencios. Si pedimos dignidad para los dominicanos en el extranjero, seamos coherentes. Los derechos humanos no son etnocéntricos.

[1] La elección de gónadas se debe al caso que nos ocupa y no al machismo. Los ovarios han probado ser indispensables.