ALGUNOS DE mis mejores amigos me piden que escriba un artículo condenando incondicionalmente la “detención administrativa” de los terroristas judíos.
Tres presuntos terroristas han sido detenidos en virtud de este procedimiento.
Son miembros de un grupo que sigue las enseñanzas del rabino Meir Kahane (el líder es en realidad su nieto). Kahane era un rabino estadounidense que vino a este país y fundó un grupo calificado por el Tribunal Supremo como racista y antidemocrático. Fue declarado ilegal. Más tarde, él fue asesinado por un árabe en EE.UU. Un grupo clandestino de sus seguidores ya está activo en Israel.
Este es uno de los grupos que forman parte de un movimiento clandestino, generalmente llamado “Price Tag” o “Hilltop Youth”, que ha llevado a cabo diversos actos de terrorismo, incendiando iglesias cristianas y mezquitas musulmanas, atacando a los agricultores árabes y la destruyendo sus olivos. Ninguno de los autores ha sido detenido nunca, ya sea por el ejército, que actúa como una fuerza policial en los territorios ocupados, ni por la policía en el propio Israel. Muchos oficiales del ejército son en sí mismos residentes de los asentamientos en la Cisjordania ocupada, que son ilegales según el derecho internacional.
El pueblo israelí ha prestado poca atención a estos atropellos, pero últimamente han sucedido cosas que conmocionaron incluso a lo israelíes complacientes. Una de ellas fue el bombardeo de una vivienda árabe en la pequeña localidad de Douma, en Cisjordania. Amparados en la oscuridad, arrojaron una bomba incendiaria contra la casa de una familia pobre árabe. Un bebé de 18 meses de edad fue quemado hasta morir, y su padre, madre y su hermano resultaron gravemente heridos. El padre murió más tarde en el hospital.
Actos de bombardeo como ese son bastante habituales, aunque hasta ahora las familias árabes han logrado salvarse.
Otro escándalo fue cometido en Jerusalén ‒contra judíos. Un judío ultraortodoxo atacó la marcha anual del orgullo gay en el centro de la ciudad. Logró apuñalar a varios manifestantes, uno de los cuales ‒una joven de 16 años‒ más tarde murió de sus heridas. El autor había hecho exactamente lo mismo hace 10 años. Cumplió una pena larga pena en prisión, fue liberado hace unas semanas, y volvió a hacer lo mismo. És un judío ultraortodoxo, pero aparentemente no tiene ninguna conexión con la pandilla kahanista.
Esto ya fue demasiado lejos. Durante años, nadie fue acusado de actos de terrorismo judío. Muchos creen que los hechos se cometieron en connivencia con el ejército de ocupación y el Shin Bet, el servicio de seguridad interior. Ahora, sin embargo, hay una protesta pública, y las autoridades han llegado a la conclusión de que deben hacer algo.
De ahí las órdenes de detención administrativa.
LAS DETENCIONES administrativas son un legado del régimen colonial británico que gobernó Palestina hasta mayo de 1948. El Estado de Israel se hizo cargo, cambiando sólo algunos aspectos menores.
Esta forma de arresto le permite a un comandante militar poner a una persona en prisión sin juicio.
La orden tiene vigencia durante seis meses, pero puede renovarse sin límite. Cada pocos meses el preso debe llevarse ante un juez ordinario, pero los jueces interfieren sólo en raras ocasiones. Mentalmente, los jueces israelíes están en posición de firmes cuando un oficial del ejército testifica.
Los presos no tienen derecho a ver la evidencia en su contra y hacer frente a sus acusadores, ni se les permite ser representado por un abogado. La razón oficial es que no pueden ser llevados a juicio sin “quemar” informantes y otras fuentes de información valiosa, que son vitales para luchar eficazmente contra el terrorismo y salvar vidas.
ESTE INSTRUMENTO se utiliza constantemente contra los árabes sospechosos. En este momento, muchos cientos de prisioneros administrativos árabes llenan las cárceles, algunos de ellos han estado bajo custodia desde hace muchos años. Desde el comienzo de la ocupación en 1967, cientos de miles de árabes han sido encarcelados bajo esta ley. Para los jóvenes palestinos esto es casi una insignia honorífica.
Casi ningún judío nunca se ha sido llevado a detención administrativa. Desde hace muchos años esto significa que no se ha utilizado contra judíos en absoluto. Los tres kahanistas que fueron enviados a la cárcel esta semana son los primeros en mucho tiempo.
Funcionarios militares y civiles explican este tipo de detención como un medio esencial e insustituible para combatir el terrorismo judío. Todos los kahanistas y otros perpetradores fascistas están capacitados para mantenerse en silencio durante los interrogatorios. Puesto que están seguros de que no serán torturados, no tienen ninguna razón para hablar. Se ríen en la cara de sus interrogadores.
Los prisioneros árabes, por supuesto, no gozan de tal privilegio. Ellos saben que si no hablan, pueden ser torturados. Bajo la ley israelí, la tortura está prohibida, pero el tribunal permite algo que se llama “presión física moderada”, que logra resultados rápidos.
Sin embargo, aun así, muchos árabes languidecen bajo detención administrativa ilimitada, porque no hay suficiente prueba admisible para acusarlos ante los tribunales, sin poner “fuentes” en peligro.
En la actualidad, a los tres judíos en detención administrativa los tienen en tres prisiones diferentes, con más que se les unirán a ellos en breve, promete el Shin Bet.
HACE MUCHOS años, cuando yo era el editor en jefe de la revista de noticias Haolam Hazeh, publicamos por un tiempo una edición en lengua árabe. Un día, uno de mis empleados árabes ‒vamos a llamarlo Ahmed‒ fue puesto en detención administrativa.
Cuando empecé a armar ruido, recibí una llamada sorpresiva del Shin Bet. Las relaciones entre esta organización y mía fueron tensas desde el primer día del Estado. Esto puede ser una subestimación, ya que su jefe me definió una vez oficialmente como el “enemigo número uno del régimen”.
Para mi mayor sorpresa, un oficial de alto rango del Shin Bet me invitó a una charla. “Voy a confiar en usted, con información de máximo secreto”, dijo, “porque quiero que entiendan nuestros problemas”.
Luego me dijo que su gente había atrapado a un mensajero que fue enviado a Israel por parte de una de las principales organizaciones terroristas en contacto con colaboradores locales. Uno de ellos era nuestro Ahmed.
“¿Qué quiere que hagamos? No podemos llevarlo a juicio, porque no tenemos ninguna prueba de que él es miembro de la organización. Pero dejándolo libre podría resultar en actos terroristas mortales. La detención administrativa es la única opción segura”.
Yo no creía que Ahmed fuera un terrorista. Todavía estaba pensando qué hacer, cuando me salvé de la disyuntiva. El Shin Bet accedió a liberar a Ahmed, a condición de que abandonara el país. Él se marchó a EE.UU. y obtuvo una tarjeta verde (tal vez con la ayuda de Shin Bet). En una de mis conferencias allí lo vi. sentado en la primera fila. Nos dimos un abrazo.
ESTOY CONTANDO esta historia por primera vez con el fin de ilustrar el dilema. Dejar que estos fascistas judíos deambulen libremente podría costar más vidas árabes y judías, y tal vez una catástrofe, por ejemplo si ellos prendieran fuego a los santuarios musulmanes sagrados. No parece haber ninguna prueba sólida contra ellos. Si hubiera informantes del Shin Bet en este grupo, su testimonio en un juicio los “quemaría".
El Shin Bet y la policía están acusados por muchos de nosotros de incompetencia total cuando se enfrentan a terroristas judíos, mientras que son extremadamente eficaces cuando se enfrentan a los árabes. Peor aún, sospechamos que el Shin Bet está siendo infiltrado por los colonos y de colaborar con ellos. Privar al Shin Bet de los medios de la detención administrativa los puede debilitar aun más, o al menos darles un pretexto para el fracaso total.
En mi infancia tardía fui testigo de la ruptura de la democrática “República de Weimar” en Alemania. Los matones nazis vagaban por las calles, golpeando a las personas que parecían judías, intercambiando fuego con los comunistas. El gobierno era ineficaz. La policía y el ejército fueron infiltrados por el partido de Adolf Hitler. Los jueces castigaron severamente a los comunistas, pero a menudo dejaban que los “patriotas” nazis se zafaran del anzuelo.
Años más tarde, cuando Alemania estaba en cenizas, la República de Weimar (llamada así, porque su constitución fue escrita en Weimar) fue acusada de cobardía, porque no se atrevió a utilizar los instrumentos que tenía a su disposición, incluyendo los poderes de emergencia no democráticos, para luchar contra los nazis a tiempo. ¿Quiere la República de Israel a arriesgarse a correr la misma suerte?
Es un verdadero dilema. Exige respuestas reales. No las respuestas fáciles derivados del manual liberal. Respuestas responsables. Respuestas que sean relevantes para el mundo real.
Creo que los kahanistas y los otros grupos fascistas en el Israel de hoy son mucho más peligrosos de lo que la mayoría de la gente cree. No es un puñado de malas hierbas como nos quieren hacer creer. Este es un cáncer nacional, que puede propagarse rápidamente en nuestro cuerpo nacional.
Ya eso lo he visto antes.
Es un dilema difícil. Para mí, en cualquier caso.
¿Aprobamos de la detención administrativa, la detención sin juicio ni garantías democráticas, tal vez el con el consiguiente ahorro de las vidas de los árabes y los judíos, quizás previniendo desastres peores?
¿O mantenemos estrictos principios democráticos, liberamos a todas las personas en detención administrativa, árabes y judíos por igual, sabiendo que algunos de ellos se irán a una parranda de matanza?
Después de mucha introspección, Yo voto por la segunda opción. Por razones morales y pragmáticas.
Moralmente, no creo que se pueda luchar contra una plaga con el cólera. La detención administrativa es un instrumento fascista, incluso cuando se aplica a los fascistas.
En la práctica, porque no va a ayudar. Los detenidos serán reemplazados por otros, quizá los peores.
También existe el peligro de que la detención de unos pocos sirva como excusa para no hacer nada en contra de la mayoría.
Para luchar contra esta plaga necesitamos mejores médicos. El Shin Bet, la policía y el ejército deben ser limpiados de simpatizantes fascistas; los oficiales leales a la República de Israel deben ocupar su lugar. Judíos y árabes deben recibir el mismo tratamiento.
Como ordena la Biblia: “¡Que su campamento esté limpio!"