A partir de los sucesos ocurridos recientemente en Japón, un amplio sector de la prensa internacional, lejos de informar objetivamente a la población sobre estos hechos ha logrado despertar el monstruo yacente de la amenaza nuclear. 

Pero ahora, no como resultado de una posible conflagración entre potencias al estilo de la "guerra fría", sino al adoptar un enfoque que recuerda tantas películas catastróficas ‒tanto por el tema que abordan muchas de estas producciones, como por sus resultados artísticos en muchos casos‒, a partir de los daños causados a tres reactores nucleares para la generación de electricidad afectados seriamente por el violento sismo y el arrasador tsunami que provocó el movimiento telúrico. 

El tono apocalíptico de muchas informaciones, comentarios y reportajes que inundaron los titulares, incluso de la "gran prensa", aplastó durante varios días los reportes objetivos sobre los análisis racionales y los esfuerzos de las autoridades y organizaciones encargadas de impedir consecuencias peores en la situación creada, realmente grave, y su eventual solución. 

Resultado: nada que condujera a enjuiciar racionalmente la tragedia y las acciones emprendidas y aliviar las preocupaciones. Por el contrario, histeria y angustia desmedida que, entre otras bendiciones para algunos, hizo subir los precios del petróleo, impulsó bruscos movimientos en los mercados, hizo subir las ventas y el acceso a los medios informativos, y la compra de píldoras de yodo radiactivo (sin prescripción) y contadores Geiger para medir la radiación ambiental en la costa opuesta del Pacífico. 

Entre los comentarios suscitados a raíz de la catástrofe e impulsados por la imagen negativa de los medios, no han escaseado las impugnaciones al uso de la energía nuclear, en general, y a Japón en particular por su irresponsabilidad en el desmedido uso de este tipo de energía (54 plantas en todo el archipiélago), siendo, como es bien conocido, un país ubicado en una zona sísmica de las más peligrosas del mundo. Y se afirma que en la sucesión de problemas en la planta nuclear de Fukushima las fallas fatales se deben a factores que superan las normativas oficiales vigentes y la previsión de las autoridades y los técnicos. 

No obstante, los gobiernos extranjeros no han criticado a su homólogo japonés, si bien por momentos ha dado algunas señales de estar siendo sobrepasado por la crisis. Las acciones, por el contrario, han sido colaborar en la medida de las posibilidades a conjurar el peligro latente y aliviar la desgracia. Además de la destrucción de viviendas e infraestructura vital, la muerte y desaparición de cientos de personas, entre los agravantes que enfrentan el gobierno y el pueblo japonés se encuentran el clima frío, con fuertes nevadas en algunas aéreas y la falta de acceso a agua potable. 

En el mundo, según datos recientes del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) hasta el 10 de marzo de 2011 operan 442 reactores nucleares con una capacidad total de 375,001 megavatios en 29 países. Además, hay 65 plantas están en construcción. 

En el caso de Japón, el país apenas tiene combustibles fósiles; ni petróleo, ni carbón, ni gas natural, que por ejemplo, en Estados Unidos representan el 70 por ciento de la generación de energía. 

En un plazo no tan distante, todos los países tendrán que recurrir a otros tipos de energía por los precios insostenibles, y finalmente, por el agotamiento de las fuentes de hidrocarburos. 

Casi la totalidad de la infraestructura civil de Japón se construye teniendo en cuenta la posibilidad de potentes terremotos y tsunamis. Esto incluye grandes edificios, puentes y centrales eléctricas. El país está rodeado de barreras contra los tsunamis. Pero el terremoto del pasado 11 de marzo es el más grande que registra su historia. El tsunami asociado superó los cálculos de los planificadores. 

La tragedia de Japón, lejos de espantar, como los episodios de Three Mile Island en los años setenta y Chernobil en los ochenta, debe aprovecharse por las lecciones que aporta a los países que ya han apostado fuerte por la energía nuclear, y para aquellos que están valorando incluirla entre sus soluciones energéticas. 

Algo más a tomar en cuenta: el riesgo existe en todo tipo de generación de energía, incluyendo las más "limpias". Una represa puede romperse debido a causas naturales con resultados impredecibles. Un huracán puede echar a volar las aspas de los molinos de viento que generan electricidad, o los paneles solares, por solo traer algunos ejemplos. La solución no está en cancelar la energía nuclear como vía principal o complementaria. Se imponen una regulación más rigurosa, un mejor diseño, construcción y gestión que podrán resolver los problemas de la ingeniería nuclear. 

Pero quizá no siempre podremos impedir la soberbia, la codicia, los fraudes, los manejos políticos, ni los desastres que exceden los parámetros de diseño y una valoración para implantar cualquier tipo de energía. Y no hay que olvidar que los errores humanos, la incapacidad y la desidia también pueden provocar verdaderas catástrofes.