I

A propósito de mi libro: Modernismo y criollismo en Santo Domingo en el siglo XIX (La turba letrada y los mitos literarios) (INTEC  2018).

Si usted no quiere ver llegar al diablo sin usted estarlo llamando, que se meta como me metí en mi último libro contra los monstruos sagrados de nuestra crítica. Los que me han hablado del libro me critican que me refiera al modernismo en verso, unos, alegando que debí hablar de la poesía en prosa, sobre todo de lo que hizo Tulio Manuel Cestero. Otro me criticó porque ya eso que yo dije, lo habían dicho otras autoridades. Lo que me dejaba con la boca abierta porque no habían leído a fondo mi libro.

Ciertamente, quien remenee los altares, como me pasó con el vedrinismo en mi estudio de nuestras primeras vanguardias (Postumismo y vedrinismo, primeras vanguardias dominicanas, Editora Nacional, 2011), por demostrar que antes de 1926, cuando lo hiciera Zacarías Espinal, nadie había escrito la palabra vedrinismo, con haches o sin ellas, como él lo hizo con dos. Y vaya herejía, por sostener que Vigil Díaz nunca dejó de ser parnasiano, ofreciendo los testimonios de amigos suyos, admiradores por demás, que hasta le perdonaron el pecado de haber aparecido como segundo, detrás de Moreno Jimenes en la proclama del Postumismo en 1921 en la revista La Cuna de América, No.9 segunda quincena de marzo, y no solo eso, sino comentado como tal por Ángel Rafael Lamarche y por Luis Yépez,  literato que era el cónsul venezolano en el país, que había comentado elogiosamente a Galeras de Pafos.

Naturalmente, echaba por el suelo teorías y debates, ya que las autoridades que lo habían tratado, por muy ilustres que fuesen, nunca presentaron prueba alguna, ningún documento de una supuesta proclama de Vigil Díaz en 1912, existiendo pruebas irrefutables de que perteneció a “Los nuevos” en 1910, un grupo que era modernista.

Ahora bien, las cosas deben aclararse y los libros deben leerse antes de comentarlos. Ya antes había dicho que Federico Henríquez  y Carvajal había usado en 1892 elementos modernistas clásicos como el cisne y el lirio en el que podía considerarse primer poema en prosa dominicano; que Tulio Manuel Cestero en 1894 había publicado el primer poema en prosa totalmente modernista en el país. Sin embargo, lo que se debatía no era eso, sino quiénes habían sido los introductores del poema en versos, ya que para la turba letrada, a unanimidad, y en eso caímos todos por respeto a ese ejército omnipotente, quienes fueron pioneros fueron Pedro Henríquez Ureña en 1901 con Flores de otoño según su hermano Max, o Altagracia Saviñón en 1903 con su famoso Vaso verde, o en 1907,  o Valentín Giró con su soneto Virginea.

Nuestro crimen es haber presentado a un poeta semi desconocido llamado Bienvenido Salvador Nouel, que se había radicado en La Vega donde su padre Carlos Nouel Bobadilla y luego su ilustre hermano Adolfo Nouel, luego Monseñor, más tarde presidente de la República, fueron párrocos.

Bienvenido Salvador Nouel (1874-1934)

El crimen cometido por este capitaleño de prosapia, fue quedarse a vivir en provincias, y haber adquirido una finca en El Soto, y levantado una familia mientras enviaba sus versos a diferentes periódicos y revistas, después de haber publicado su primer y único libro: Pinceladas, en 1904.

2

La Carga de la prueba

Quien acusa debe cargar con la prueba. En el momento en que redactaba mi  libro citado, no conocía las lecturas ni los afanes literarios en su juventud vegana de este poeta, solo las imaginaba, cuya foto quería para la portada, pero consideraron que la que tenía no estaba suficientemente clara, y la sustituimos por la de don Federico Henríquez y Carvajal.

Para los que no conocen mi libro, solo voy a mostrar los elementos parnasianos que hay en los primeros poemas modernistas dominicanos: El primero con el título parodiando claramente a Rubén Darío, nada menos que de Azul, apareció en la revista Ciencias y Letras No. 9 del 31 de marzo de 1896 y he aquí el total de elementos parnasianos y rubendarianos que aparecen en dicho poema:

Sobre un tronco de púrpura y nácar / Hada-Luz con su traje de boda, / me visita de noche en mis sueños /  ideal de poeta —¡mi novia! // ¡Y me besa con besos de ángel / y me arrulla con voz de palomas! / y nos baña una lluvia de estrellas, / y nos baña una lluvia de rosas. // ¡Oh divinos y dulces acordes / de una olímpica lira armoniosa!/  ¡mis amores destila en sublime / infinita cadencia de estrofas! // ¡Oh poetas! ¡Templad vuestras liras! / compañeros: ¡Un himno a la hermosa! // Ella es como un rayo de luna / en el ágata azul de una concha / y nació de nereidas y silfos en el lecho nupcial de la aurora. // En su frente de nítidos lirios / duermen albos destellos de diosa; / griego es su perfil y sus labios / dos pulidos rubís de Golconda. / En éxtasis dulce la arrullo; / libo néctar—la vida en su boca /y su aliento trasciende a perfume / de violetas y castas magnolias. // Venid todos, ¡oh príncipes regios / que en la fuente bebéis de Helicona / el espléndido numen que canta / a Teresa, Beatriz y Leonora! / Y al idílico son de la lira / o al chispeante reír de las trovas / a mi linda hechicera en un himno/ repetidle que el bardo la nombra. //  Que yo tengo el olímpico canto / y la casta, la nítida estrofa, / la que dice del príncipe rubio, / la que dice del ágata rosa. // Y haced siempre ¡oh príncipes cisnes! / que mi virgen en mística góndola / lago azul el espacio atraviese, / y en el lecho nupcial de la aurora. // En éxtasis dulce la arrulle; / libe néctar—la vida en su boca / y nos bañe una lluvia de estrellas, / y nos bañe una lluvia de rosas. // Y por siempre, muy dulce, muy tierna // Hada-Luz con su traje de boda, / me visite de noche en mis sueños / ¡ideal de poeta —mi novia!

Ahora, bien, si con eso no hay pruebas suficientes, el segundo es de un capitaleño de pura cepa que no vivió nunca en provincias: Federico Henríquez y Carvajal, en su Cándido Lirio, también modernista desde el título, publicado en la Revista Ilustrada No.10 del 15 de diciembre de 1898, con los siguientes detalles parnasianos:

¡Cándido lirio!/ Casta azucena de la Primada, inmaculada como la ola dormida al beso de la alborada; ¡la luz emerge de tu corola cual si una estrella besara el lirio! // Cisne del lago! / que en irisados copos de espumas / abres tus plumas, como en el nido; ¡Febo, si cantas, rompe las brumas, arma sus flechas de amor Cupido, y estalla en besos de luz el lago! / / ¡Blanca paloma! / Cuando en la perla de tu pupila, nunca tranquila,  / esa mirada / como el lucero del alba oscila /i entre las ondas del sueño nada… ¡el alma es nido de la paloma! // ¡Niña del alma! / cuando en tus labios de abierta rosa // blanda se posa / esa sonrisa, / como en el cáliz la mariposa, / y al alma llega y el alma hechiza…  ¡surge el poema dentro del alma! // ¡Mi dulce Ofelia! // cuando tu seno de amor suspira, como la lira / de mis amores, / pasan las sombras, la duda expira, la cruz exalto de mis dolores, y amo la vida…. ¡mi dulce Ofelia!

No creemos que haya discusión posible ni haya cometido yo ningún pecado capital por mostrar estos detalles propiamente modernistas. Se me dirá que remedan a Darío, y les diré, los otros tres no remedan ni a Darío ni al parnasianismo ni al simbolismo, que sean poemas interesantes, es verdad. El de la Saviñón es un bello poema, pero tiene de modernista lo que yo tengo de ruso o de chino.

3

Qué leían en La Vega a fines del siglo XIX

Claro está, en esa ciudad vivía el crítico más importante del país, que no era poeta ni creador: Federico García Godoy. Pero este estaba entregado a la docencia en aquellos años, según dicen no prestaba sus libros y aunque manifestara amistad con Bienvenido Salvador Nouel, ya que declaró en 1910 comentando una obra inédita indigenista de este, que no había sido modernista.

¿Nunca había sido modernista el autor de Azul, con todos esos elementos desparramados de la parafernalia rubeniana?

Sin embargo, revisando de nuevo las viejas revistas, en La Cuna de América, Nos. 11 y 12, correspondientes al 3 y 4 de julio de 1919, con el título de Estafeta Literaria (A Bienvenido S. Nouel) por Muley, el nombre periodístico y literario de Lorenzo Despradel, en la cual detalla cómo transcurrió su juventud, siendo, como eran contemporáneos y muy amigos.

Lorenzo Despradel, Muley (1873-1927)

Literariamente es más conocido por sus intervenciones periodísticas. Fue Jefe de Redacción de La Cuna de América de 1920 a 1923. Publicó varios libros y folletos. Conoció a Martí en Montecristi en 1895 y luego se fue a Cuba y peleó por la libertad de ese país al lado de Máximo Gómez. Entre su libros están Verdades amargas, Cuba, 1906; La falsedad de nuestro origen latino, conferencia, 1911; Páginas, La Vega, 1918; La guerra y la literatura, 1918, etcétera.

En dicha carta nos enteramos de sus lecturas compartidas con Bienvenido Salvador Nouel, y por ser muy extensa (2 páginas), indicaremos algunos párrafos que son significativos y justifican plenamente el que nuestro cuasi olvidado poeta, fuese el primero que en versos, escribiera un poema modernista.

“Un día, una semana, un mes nos sentíamos seducidos por el naturalismo de la buena marca francesa y chapoteábamos con deleite entre las páginas de los Rougau Marquard, de Naná, de La Ralea, enfrascándonos en sutiles polémicas que nunca pudieron darnos la clave de esa escuela en que la vida se sintetizaba en una cruda exposición de hechos, de cosas y de efectos que tenían un pie en el Arte y otro en la pornografía”.

“Entonces soplaba un viento lírico que provenía de la fronda decadentista y los espíritus jóvenes aguzaban el oído para oír los raros sones de la cornamusa rubeniana que ya comenzaba a irrumpir por los pinos enhiestos de los Andes. Azul no solo fue un código sino una biblia, y la poesía hispanoamericana comenzó, estimulada por el Aeda nicaragüense a dar los primeros pasos del contrapunto calcándolo en los moldes de Era un aire suave y de la Sonatina, cuya euritmia se llevó tras de sí a la pléyade de enamorados de las musas que todavía aquí, entre nosotros, se empeñaban infructuosamente en llorar a la manera de Musset o de Lamartine. Turbados, irresolutos, reteniendo aun entre las manos temblorosas los libros de Daudet, de Maupassant y de Flaubert, –-la augusta trinidad– creíamos nosotros cometer una apostasía, un crimen de lesa majestad si por flojedad de convicciones literarias la desechábamos con irreverencia pecaminosa para echarnos en brazos de Pierre Louys, de Verlaine, de Mallarmé y esos otros astros.”

“Fuimos inconsecuentes, Afrodita se impuso a nosotros más fuertemente que el Abate Mauret, y Las Flores del Mal.”

En fin, ellos leían a Hugo, a Zolá, y también con vergüenza a Julio Verne.

De modo, que así nos damos cuenta de que esos muchachos de provincia, estaban en la cosa. De saber esto, nadie se extrañaría entonces, que Bienvenido Salvador Nouel, su camarada, hubiera imitado a Rubén Darío y con ello, se hubiera convertido en el primer poeta modernista en versos de este país. Aunque me acusen los comodones, los que se pliegan a lo dicho por la turba letrada y no investigan directamente.  Lo demás, es historia.