MADRID, España.-El resultado de las elecciones del 25 de mayo de 2014 será recordado durante mucho tiempo en la Unión Europea. Los votos de la ciudadanía de los 28 Estados que forman la Unión ha causado un auténtico terremoto en Europa, cuyas consecuencias nadie puede prever en este momento.

El Parlamento Europeo, formado por 751 escaños, tiene una fragmentación sin precedentes, sólo similar a la que se vivió en los tiempos de la Europa previa al euro. A los magros resultados obtenidos por las dos grandes formaciones políticas europeas, conservadores y socialistas, se une la atomización del voto en pequeñas formaciones de euroescépticos, antisistema, antieuropeos, xenófobos, fascistas, radicales, etc. Si a ello añadimos un cuestionamiento evidente de la legitimidad del Parlamento, como consecuencia de una participación del 43% en el conjunto de Europa, el seísmo está servido en bandeja.

Las elecciones han sido formalmente ganadas por los conservadores europeos con 212 escaños, seguidos de los socialistas con 186 asientos en Estrasburgo, sede del Parlamento, y a partir de esos dos grandes bloques el abanico se abre a los 70 diputados liberales, 55 de los verdes (ecologistas), 44 de la derecha euroescéptica, 43 de las formaciones izquierdistas o los 36 representantes de formaciones antieuropeas y populistas.

Ante este escenario y en términos aritméticos, no va a quedar más remedio que las grandes decisiones que afectan al conjunto de la Unión Europea, sean tomadas por acuerdos que auguran difíciles equilibrios, entre conservadores y socialistas, o que ambas formaciones tengan que depender de formaciones a su izquierda y derecha.

El gran reto de Europa será enfrentarse a un futuro colectivo cuyo norte y sentido aún no se ha encontrado, y del que muchos europeos desconfianza cada día más

Pero más allá de cómo vaya a salir adelante la gestión inmediata del terremoto, a la hora de elegir la presidencia del Parlamento, la de la Comisión (gobierno de la Unión Europea) o los representantes de los diferentes países en ese Gobierno, el problema al que se enfrenta Europea es muy de fondo y requiere, en los próximos meses e incluso años, análisis profundos que afectan a la propia identidad y destino de la Unión.

En cuanto al resultado por países, el escenario es también complejo, y anuncia repercusiones en política interna en muchos de los Estados miembros, como consecuencias de votaciones inesperadas cuando no, directamente, muy preocupantes.

El xenófobo Frente Nacional de Marine Le Pen es la formación más votada en Francia relegando al Partido Socialista, actualmente gobernante, a la tercera posición con un escaso 14% de los votos. En el Reino Unido, los europescépticos, se perfilan como la  primera fuerza política, seguidos de laboristas y tories, partido del actual primer ministro, David Cameron. En Grecia, país especialmente golpeado por la crisis, gana la izquierda alternativa de Syriza y obtiene un 9% de los votos el partido ultraderechista Aurora Dorada.

La canciller Merkel, y su coalición CDU-CSU, ganan las elecciones, con la derecha antieuropea ganando terreno. En Italia, el primer ministro socialista Renzi, del Partido Democrático, gana con claridad con más del 40% de los votos, seguido del alternativo Movimiento Cinco Estrellas con el 22% y del hundimiento de Forza Italia, la formación de Berlusconi, con un 16%.

En España los dos grandes partidos, PP y PSOE sufren un importante descalabro, si bien el gobernante PP gana las elecciones al PSOE por 3 puntos, entrando en el reparto de escaños nuevas formaciones políticas de izquierda como Podemos o creciendo Izquierda Unida a la izquierda de los socialistas.

En general todos los analistas coinciden en la intensa crisis política de fondo que vive la Unión Europea, en la crisis de legitimidad y en la ausencia de un proyecto común para el conjunto de un territorio tan plural y diverso como el formado por los 28 países europeos.

En las próximas semanas se abordará la conformación del Parlamento, las diferentes alianzas para elegir a sus principales órganos, y la elección de los órganos de gobierno de la Unión, pero sin duda el gran reto de Europa será enfrentarse a un futuro colectivo cuyo norte y sentido aún no se ha encontrado, y del que muchos europeos desconfianza cada día más.

Antonio Hernando Vera

Diputado por Madrid y Columnista de Acento