Al publicar en 1923 su Libertad de los pueblos pequeños y el Senado Norteamericano. (Memorándum sobre Santo Domingo), Pedro Henríquez Ureña analiza el problema de la autodeterminación de los pueblos y elabora una respuesta crítica dirigida al entonces imperialismo norteamericano. El análisis histórico llevado a cabo por Henríquez Ureña reconoce la historia del derecho a la libertad y la paz de la República Dominicana atravesada por una crisis económico-social y un desorden gubernamental y económico que desde Heureaux hasta Jimenes reinaba en las instituciones públicas dominicanas.

PHU estuvo ligado junto a su hermano Max Henríquez Ureña a una lucha que desde el suprimido y frustrado gobierno de su padre Francisco Henríquez y Carvajal discutió, enfrentó y luchó contra la injerencia norteamericana en el país desde 1916 hasta 1924.

El maestro se solidarizó con la Comisión Dominicana en Washington demandando del gobierno norteamericano la desocupación inmediata de las tropas del país y la liberación de las aduanas dominicanas.

Según nos dice PHU:

“El Presidente Jimenes renunció en 1916, y el Dr. Francisco Henríquez y Carvajal fue elegido por el Congreso como presidente de coalición aceptado por todos los partidos.  El gobierno norteamericano presentó nuevamente las demandas…y encontrando una segunda negativa, decidió esta vez obtener la aceptación por la fuerza.” (Op. cit. p. 436)

¿Cuál fu la salida del gobierno de los Estados Unidos? La presión a través de las oficinas recaudadoras: según PHU:

“Esta presión consistió en tomar posesión de todas las oficinas recaudadoras en Santo Domingo y en rehusar la entrega de cualquiera suma al Gobierno Dominicano por cuatro meses, del 31 de julio al 29 de noviembre de 1916, tal Gobierno no tuvo dinero para pagar a sus empleados; ni siquiera para alimentar a los presos que tuvieron que ser alimentados por beneficencia privada.” (Ibídem.)

En cuanto a la nómina de pago a los empleados, la crisis se agudizó a tal punto que el gobierno tuvo dificultades para cubrir las acciones financieras que garantizaban el funcionamiento público. Según PHU:

“Los empleados dominicanos demostraron su patriotismo permaneciendo en sus puestos sin ser pagados.”

Pero frente a la resistencia del gobierno y del país a las medidas señaladas, la política de Washington pasó de las presiones a los hechos, y tal como lo afirma PHU:

“…el 29 de noviembre se empleó la fuerza militar: el Capitán H. S. Snapp lanzó una proclama declarando que la República Dominicana estaba en estado de ocupación militar sujeta a un gobierno militar y bajo las leyes militares.  Su proclama invoca el artículo 11 del Convenio de 1907.  Pero ningún Convenio ni acuerdo alguno da ningún derecho de intervención militar en Santo Domingo.  Para nuestro país no hay nada semejante a lo que es para la enmienda Platt.” (Ibídem. p. 437)

El discurso antiimperial de PHU se hace visible en el rechazo a la injerencia extranjera que viola la soberanía mediante una ocupación que hace del país un cuerpo social ilegítimo y sin derechos a nivel nacional e internacional.  Basado en un estudio de los tratados y convenios nuestro estudioso entiende que “ningún Convenio ni Acuerdo alguno  da ningún derecho de intervención militar en Santo Domingo.”

El discurso crítico y antiimperialista de PHU se concentra en el siguiente párrafo “Libertad de los pueblos pequeños…”:

“Los dominicanos han preferido permanecer sin ningún gobierno nacional antes que conceder que éste fuera un mero instrumento de Washington como el caso de Haití; es decir, antes que conceder ningún derecho constitucional a un poder extraño.  Mientras tanto, todos los derechos civiles han sido suprimidos y en su lugar rigen las leyes militares; el ejercicio del voto ha sido suspendido y durante tres años ni siquiera un regidor ha sido elegido por el pueblo; la censura a la prensa y hasta hace poco a toda correspondencia era muy estricta…” (Ibíd. loc. cit.)

El contexto de ocupación al país se explica tal como lo describe nuestro autor de manera taxativa:

“…no hay libertad de palabra, ni derecho de agrupación; los trabajadores no tienen miedo alguno para hacerse oír; y muchos casos de justicia que debería juzgarse en las cortes regulares del país, se juzgan de un modo arbitrario por prebrestes militares, creando así un estado de temor e inseguridad entre el pueblo.” (Ibíd. loc. cit.)

En efecto, el caos creado por la ocupación norteamericana de 1916 generó disturbios y las acciones de más grupos guerrilleros en el Este y otros puntos del país.  El monterismo, la montonera, el gavillerismo y otros actos subversivos estudiados por algunos historiadores y tomados como tema en algunas novelas dominicanas ofrecen datos e imágenes de dicha formación  política y económica.

“Mientras tanto –prosigue PHU la República Dominicana se ha omitido en la lista de los países autorizados para ingresar a la Liga de las Naciones, aun a pesar de estar incluida.” (Ibíd. cfr.)

Tanto la Comisión Dominicana apoderada del caso en Washington, como el trabajo que a nivel de América y Europa se llevaba a cabo por el propio Dr. Henríquez y Carvajal y su equipo asesor llamaban a un diálogo de formas políticas y protocolares ante tal atropello a la soberanía.  Sin embargo el Departamento de Estado trataba el mismo con la lentitud burocrática que alargaba y hasta detenía las soluciones al respecto.

La administración norteamericana posponía la discusión al respecto, debido a que la solución financiera y económica no le era favorable al gobierno de los Estados Unidos habiendo salido de la Primera Guerra Mundial.

Según PHU:

“Nuestro principal deseo es que se devuelva la soberanía nacional a los dominicanos, única solución ajustada a derecho.  Pero si esto tardara, entonces, los métodos del gobierno militar deben modificarse, restringiendo la aplicación de la justicia militar solamente a asuntos militares, limitándose la censura, y dejando a los dominicanos la responsabilidad de intentar una reorganización de nuestro país, con lo cual se acrecentarían las probabilidades todas de desarrollo nacional y de estabilidad del gobierno.” (Ibídem.)

Desde una perspectiva democrática-liberal, el discurso político asumido por PHU confronta las decisiones del gobierno y el Senado de los Estados Unidos, toda vez que la misma resulta calamitosa para la República Dominicana, dado que el acto y la acción de ocupar su territorio desautorizan y suprime su construcción y constitución legal.

PHU hace legible, definible y atendible su discurso concebido en contexto, posición y acción:

“Hay un hecho particular en esta situación: el Presidente de los Estados de la Unión; está obligado a consultar y a pedir autorización del Senado para tratados o para Guerra con poderes extranjeros.  Pero en sacos como el de Santo Domingo y otros países latinoamericanos puede obrar como le plazca sin ninguna coacción, sin siquiera una palabra de explicación al Senado, cuyo consejo y autorización omite en tales caso.  Las intenciones del Presidente, en el caso de Santo Domingo pudieran ser honradas, como lo pretende el Gobierno.   Pero los medios escogidos han sido anormales y la difícil situación creada por ellos ha durado tres años, durante los cuales no se ha obtenido una verdadera discusión del caso, una situación que a algo condujese.” (cfr. p. 438)

Las tensiones creadas por el sistema de dominación política entre 1900-1930 contribuyeron a crear líneas e intrusiones políticas caóticas, beligerantes y dictatoriales.  El pateo a la democracia económica y al mismo Estado liberal caotizaron el país en un momento de expresiva crisis del sistema de dominación imperialista que, luego de la Guerra europea propició gobiernos amarrados a núcleos de dependencia y dictadura en toda América Latina y el Caribe.  De ahí que los gobiernos posteriores a la desocupación lograron crear las bases para la orientación de gobiernos dictatoriales y la quiebra de un Estado-gobierno de tipo nacional liberal.