Un amigo que era desdichado en amores, un día le dijo a la chica que le gustaba: « Me basta con poco de tu amor». No sé si invocó aquellas palabras con alevosa premeditación o como el último recurso de un desahuciado, tampoco importa si logró su cometido, sino lo vigente que están las canciones de José José en el imaginario popular.

Pienso en todo eso ahora que el “príncipe de la canción” (como pomposamente lo llaman) acaba de cumplir 70 años y ojalá le baste con un poco de salud para seguir entre nosotros, pues no ha dudado en despilfarrarla como si fueran dólares.

José Rómulo Sosa Ortiz nació un 17 de febrero de 1948 en ciudad de México. En su casa estaba prohibido el rock & roll, pero ni modo que los padres, un tenor y una pianista, toleraran esa “música” que atentaba contra las buenas costumbres, por eso le ponían arias, valses y esas cosas dizque clásicas.

La fama, como suele pasarle a los elegidos, le llegaría demasiado pronto. Apenas si tenía 22 años cuando concursa en el Festival de la Canción Latina (la OTI). La suerte quiso que no ganara, pero la melodía que interpretó sigue siendo una de las favoritas de la fanaticada: « Qué triste dicen todos que soy, que siempre estoy hablando de ti ».

Veo con sorpresa y para regocijo del autor Roberto Cantoral, que El triste la han cantado muchos, demasiados quizás, desde las versiones olvidables de Marc Anthony o Cristian Castro hasta Vikki Carr, una norteamericana que mis papás escuchaban y que sin duda ya casi nadie recuerda. La lista sigue: Yuri, Eddie Santiago, Julieta Venegas, Placido Domingo, Ramón Vargas, El Recodo…

Cuentan los entendidos que Cantoral la escribió tras la muerte de su madre. Una suerte de despedida con sobredosis edípica (la historia de este amor se escribió para la eternidad) pero que desde el principio; le sirve a los tristes a saborear el dolor de no ser correspondidos.

¿Qué le pasó al Príncipe, que fue volcán, que fue tornado, para que su voz fuera apagándose? Invoquemos el lugar común de las malas compañías: aduladores, zánganos, drogas, alcohol, adicciones, mejoras, recaídas. No obstante, ha tenido el valor para casarse tres veces, la primera con Natalia “Kiki” Herrera, nieta del presidente Plutarco Elías Calles (ella le llevaba un montón de años); luego Anel (con quien tuvo dos hijos: José Joel y Marisol) y desde 1995 la cubana Sara Salazar, con quien también tiene una hija, Sarita.

Sabemos que tanta diversión sin pausas le jodió la elegante y potente voz, la que si una vez fue de gavilán hoy es de paloma tartamuda; además está la diabetes y la parálisis facial y desde finales de 2017, no se habla de otra cosa que no sea la maltrecha salud del cantante: que si un tumor, que si la quimioterapia, que si un cáncer de páncreas, que si lo internaron en un hospital de Miami… Casi todos sabemos exagerar, pero pocos sabemos callar, nos diría “el príncipe” mientras pasea por Ocean drive   – ¿en silla de ruedas? –.

Pero qué podemos reprocharle, si sabíamos que él  fue « de todo y sin medida». Rodó de acá para allá, sin percatarse que sus representantes le hacían más daño que los litros de whisky y las rayas de coca, con los que intentaba redimirse de aquel padre autoritario y también alcohólico, al que pese a todo, honró poniéndose el segundo “José” de su nombre artístico.

Aunque lo suyo es la cantada auténtica, con sentimiento y corazón – 90 millones de discos vendidos lo confirman – incursionó también en el cine dándole vida al cantautor Álvaro Carrillo (Sabor a mí), incluso hace algunos años, cuando su voz ya era un triste recuerdo, apareció en Bety la fea.

Asimismo, muchos músicos han grabado sus más entrañables éxitos (Ya lo pasado pasado, Almohada, Preso, Mi vida, Una mañana) al ritmo de rock, hip-hop, ska o pop. En uno de éstos, Molotov alude a su perniciosa sed con un dardo burlón: « Esta es mi cuba y se toma en florero». 

Igualmente, en enero Telemundo inició una serie sobre su vida, que arranca con el concurso de la OTI de 1970. En la escena vemos el vuelo de los claveles, la larga ovación de la audiencia, que de pie exige el primer lugar y a un José José decidido e inocente, pues no imagina que la fama viene atestada de demonios.

En fin, “el Príncipe” cumple siete décadas y como el mismo lo predijo, ha sido: « un potro al que nadie domó, sólo los años ».