“Tengan paz en medio de la tormenta”. Es preciso hacer esta exhortación en este momento turbulento. Esta encomienda es avalada por la promesa que Jesús de Nazaret les hizo a sus discípulos en un momento de inseguridad y desasosiego; les dijo: “Les dejo mi paz. Les doy mi paz, pero no se la doy como la dan los que son del mundo. No se angustien, ni tengan miedo”. (Juan 14: 27).
Este consejo lo dio el Profeta y Maestro Jesús a fin de confirmar la fe y ensanchar la esperanza de sus allegados. Esta reflexión es buena y valida ahora, dada la situación de agitación política y de disturbios que atormentan a muchos corazones y estorban la paz de los que viven o aman esta tierra de Quisqueya.
Sin duda, esta condición de paz y seguridad es un ardiente anhelo de toda persona cuando se encuentra en una situación de conmoción, sea por efectos internos, externos o en otras circunstancias de la vida, o por causa de acciones políticas mal llevadas.
En medio de una tormenta Jesús estaba durmiendo en la parte atrás de la barca y fue despertado para llamar su atención por lo que ocurría; ante eso, el profeta se levantó y dio una orden al viento; el viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo. (San Marcos 4: 35-41). Ese milagroso fenómeno es un deseo ardiente de los que están en ‘zozobra’, incertidumbre, y en necesidad de armonía en todos los estratos del pueblo.
Estamos en un momento tumultuoso por los conflictos políticos, las discrepancias entre los poderes gubernamentales, las contradicciones por la pasión de poder entre dirigentes políticos, el egoísmo, y los actos violentos que hieren la susceptibilidad de muchos y causan desaliento.
Se anhelan cambios en la forma de concebir y hacer actos políticos, porque inquietan a las mentes, y perturban los corazones. Por desgracia, además de este mal, hay desavenencias y violencia en la familia, violaciones de los derechos humanos, infaustos actos de religiosos, tráfico de personas y de estupefacientes, ambiciones exageradas de empresarios, desconfianza en el procedimiento de la justicia, y muchos otros males que causan efectos de borrascosas fuerzas destructoras, y se desea la calma de Jesús en medio de la tormenta. Se ruega para que el Poder Divino se manifieste en el pueblo para calmar el momento turbulento y traiga paz.
Hay aliento y esperanza de que las oraciones y los clamores del pueblo sean respondidos por la Divinidad para cambiar la mentalidad y las funestas acciones de las personas que no están haciendo lo correcto para bien del pueblo. Se hacen súplicas para que haya calma en medio de la tormenta, a fin de que se restablezca la tranquilidad y desaparezca el desasosiego.
A pesar de estas intranquilidades, Dios está presente en todo momento de la vida y los que confían en el Señor son inconmovibles, porque la confianza en Dios propicia sosiego, por tanto, habrá “paz en medio de la tormenta” para quien se mantiene firme; pues, el profeta Oseas nos aseguró la intención del Señor: “Convertiré el valle de desastre en puerta de esperanza”. (Oseas 2:15).