Se acerca la estación de Cuaresma y estamos llamados a poner al pueblo haitiano en nuestras mentes y oraciones, ahora y siempre; pues las acciones basadas en el espíritu de colaboración y solidaridad se llevan a cabo en tiempo y espacio. Este es momento para este tipo de respaldo. La estación de Cuaresma es el período más serio del cristianismo, por eso es la época para sensibilizarnos más por los necesitados y el pueblo haitiano está en el sector de los más desafortunados de la isla que compartimos.

Ahora, en esta estación religiosa cristiana, cabe muy bien pensar, anhelar, apoyar y hacer plegarias a Dios por la República de Haití y concebir dilucidar, hasta donde sea posible, el dejar de lado lo histórico del pasado, examinar con agudeza y raciocinio el presente y aspirar a procesar proyectos de desarrollo para el porvenir de esa nación. Desde luego, es deseable y humano que se haga con humildad y sin pretensiones de tener categoría de sabihondo o condición de hermano mayor o sentido de vecino superior.

Las consideraciones que se tomen en cuenta no deben ser por fanáticos religiosos, eruditos engreídos, políticos intransigentes, comerciantes agiotistas, charlatanes burlones o por analistas parcializados.

Estamos conscientes que los problemas en la sociedad haitiana son múltiples, recurrentes y difíciles de solucionar. En muchos casos las desavenencias se deben a falso orgullo, ambiciones políticas, disgregación social, incompetencia burocrática, insuficiente escolaridad, carencia de justicia ecuánime, falta de transparencia y muchos otros males que plagan a esa sociedad.

A pesar del cúmulo de dificultades en la sociedad haitiana, que en muchos casos son semejantes en condiciones y carácter a otros pueblos no plenamente florecientes o atrofiados en su desarrollo, es conveniente tomar en serio lo escrito en Proverbios 3: 27, que dice: “No te niegues a hacer el bien a quien es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo”.

El gobierno dominicano ha dado muestra de acercamiento a las autoridades de Haití para acordar pautas binacionales mancomunadas. Esto es loable y se aguarda la esperanza de que esas diligencias sean apoyadas, reforzadas y perdurables, ya que son beneficiosas para ambos países.

El dialogo bilateral entre los dos Estados debe seguir y se vaticina que así será. Mientras tanto, sobre la marcha se llegarán a concretar acuerdos para el bien de ambos lados de la frontera; pues, la sensibilidad, solidaridad y visión de los gobernantes parecen exponer voluntades, condiciones y estímulos fehacientes.

Reflexionar, orar y anhelar por la exitosa mutualidad entre el pueblo haitiano y dominicano es dable en este período de especial devociones y actividades espirituales.

Hay que reflexionar sabia y conscientemente en la historia de nuestros pueblos, no para olvidar lo pasado, sino para dejar de exaltar en demasía lo acaecido; más bien, hay que aprovechar el presente, mantener la esperanza, imponer disciplina, fortalecer la voluntad, enderezar la solidaridad y caminar hacia el futuro con pasos firmes, mentes claras, disposiciones sinceras y buena voluntad. Con esas prácticas se irá hacia adelante en el vínculo de la fraternidad para mantenerse en el tren del desarrollo y superación que bien se merecen los pueblos siameses de la isla Hispañola.

*Telésforo Isaac, obispo emérito Iglesia Episcopal/Anglicana