“La esencia de la ciencia: formula una pregunta impertinente

y estarás camino de la respuesta pertinente.”

Jacob Bronowski

La actualidad convierte en imperativo el análisis de algunos aspectos útiles para entender la dinámica de los movimientos sociales y su relación con la política y los partidos políticos. La inquietud nace de observar la preocupación de algunos financiados por la suerte del movimiento verde y del peligro de que sea manipulado por los “políticos”.  Se aprecian también otras estrategias igualmente caras, financiadas con la misma caja y promovidas por los talentos nacionales –viudos de Joao-, en un intento elegante de criminalizar las protestas.  Parte de esas estrategias son fácilmente comprobables en la creación de numerosas cuentas falsas en Twitter y otras redes, y también en la  “colaboración con las ciencias sociales” mediante comentarios apócrifos en los medios digitales. No se han dado cuenta, los talentos locales, que están jugando en otra liga, hacer comunicación y gestión política con Oderbrecht de por medio, no tiene nada que ver con gastarse el dinero del PEME en estufas y neveras para sobornar electores.

Hasta aquí tenía escrito cuando, ante los interesantes hechos que afectan al “partido cartel”, decidí cambiar las lecturas y posponer el tema de las relaciones entre política y movimientos sociales para otra semana.

Entre el 18 diciembre del 2013 y el 22 de enero del 2014 publiqué en tres entregas un artículo titulado “¿Partido único o partido cartel?”.  Como por aquellos días, algunos dirigentes políticos hablaban de   “partido único”, de “partido Estado” y hasta de “dictadura constitucional”, proponíamos revisar las ideas y la discusión, partiendo esencialmente de la caracterización hecha por Richard S. Katz y Peter Mair (1995). 

Sobre ese mismo tema, en esta entrega quiero rescatar dos aspectos planteados en otro artículo titulado “¿Se puede vencer a un partido cartel?” que se publicó en Acento el 28 de abril del 2014 (http://acento.com.do/2014/opinion/3389981-se-puede-vencer-a-un-partido-cartel/) pues pueden ser útiles para ir aproximándonos a los nuevos escenarios que se anuncian.

Decíamos en esa ocasión que los “partidos cartel también ayudan a facilitar el cambio democrático cuando cometen deslices fruto de su condición de dueños de todo. La arrogancia suele ser el más decisivo de esos deslices y genera, según los estudiosos de distintas latitudes (revista “Too much”, por ejemplo), una gran incapacidad para limitar la competencia interna, lo que se convierte en su talón de Aquiles, además del estado de ánimo que van generando los avances de la oposición democrática.”

Por ese tiempo era difícil prever que la gota llegaría desde fuera de los límites nacionales y que para este tiempo el vaso local estaría lleno. Entonces afirmábamos que era posible vencer al “partido cartel” pues ya daba señales claras de estar cartelizando la política bajo la consigna de que alcanza para todos (con jugadas de cartas como los créditos al presidente del principal partido opositor y, en un nivel menor, como la noticia en la prensa de esta semana de una diputada opositora que es clienta del CEA). 

Sin duda pueden ser este tipo de cosas las que ponen nerviosos a algunos sectores que duermen mejor sin enterarse: desde los que se quedaron pegados al sillón sin poder saltar para celebrar el discurso presidencial, hasta los que sin mucha vergüenza también se quedan quietos porque “alcanza para nosotros”. 

Recuperando el contexto, cada vez les resulta más difícil hablar del “partido ejemplar” y seguir ocultando sus miserias colectivamente. Olvidaron que esconderlas no significa que no existan y cuando algún vivo trata de explicar los hechos con el argumento de que uno de ellos olvidó “las enseñanzas de Don Juan” ya suena a comedia de equivocaciones.

Mi afirmación de entonces, y de ahora, de que el cambio seguro no existe, habría que enriquecerla hoy prestándole atención a la demostrada (y casi auto confesada) incapacidad de hacer política democrática de los talentos locales. Falsificar cuentas o pagar comunicadores no ayuda a la resolución de la crisis, ni va a detener a quienes están demandando el fin a la impunidad. Los balazos en la yipeta de la diputada no deben asustar, deben formar parte de las tareas pendientes para que no pasen a ser incorporados al largo catálogo de las impunidades.

Los afiliados del PLD mantienen una conducta perfectamente asimilable al “partido cartel” y la forma en que el “partido cartel” cree que va a resolver la crisis política nacional y la propia (que es parte de la primera), ya es digna de estudio. Por eso decíamos en otro de los artículos citados que “La estratarquía o autonomía mutua entre los afiliados y la dirección del partido es el supremo recurso para mantener las aguas calmas y evitar las consecuencias del ‘pataleo’.  La connotación despectiva por el reclamo refleja la negación del derecho de quienes han sido estafados”

Asumo la provocación sobre las preguntas de la cita que escogí para iniciar este artículo, así que les dejo estas dos: ¿Existirá un partido en el mundo donde su presidente no dice nada mientras el rancho arde? y ¿de cuál escuela de la Ciencia Política surgió la idea peregrina de que los trazados de las carreteras los deciden los técnicos? 

Tener respuestas pertinentes para estas dos preguntas impertinentes podría significar que un “partido cartel” en un contexto de débil institucionalidad puede tener en su interior “tendencias”. Es decir, que todavía en ese partido existen grupos que a partir de diferencias ideológicas, políticas y hasta genéticas (“Cuando en La Vega había diez carros, uno era de mi abuelo y otro de mi padre”) compiten para lograr el control del partido o para que prevalezcan cierto tipo de intereses que estén en el ámbito de la política.

Si no hay respuestas, es que no hay “tendencias”. El motivo del conflicto, entonces, no puede ser explicado sino a partir de la ciencia jurídico penal.