Hace mucho tiempo, en una lejana aldea, había nacido un niño de una corpulencia extraordinaria. Con el tiempo se convirtió en el mejor leñador de la aldea, que precisamente era de leñadores. Cortaba arboles de un solo hachazo, era el más eficiente del reino. Hasta que un día llegó un vendedor de otras tierras ofreciendo una sierra mecánica. La muestra impresionó a algunos de los aldeanos, pero no a la mayoría quienes aún apostaban a su héroe local. Fue así como hicieron la prueba, la cual arrojó el resultado siguiente: El hombre cortó un total de 10 metros de leña, puestas una encima de otra, y la sierra 10 metros y una pulgada. Fue con esta fábula, que en mi niñez, recibí la primera explicación de la eficiencia de las máquinas versus el trabajo humano.

Ya utilice esta introducción en el artículo “Las Máquinas” que escribiera en 1991 para el desaparecido semanario El Provenir, de Puerto Plata. Aprovecho parte de la misma para reflexionar sobre las tendencias de las demandas y ofertas de empleos en el mundo actual ante los avances de las tecnologías de la información y comunicación que hacen más eficiente la producción y comercialización de bienes.

La inteligencia artificial, a través de las diversas aplicaciones desarrolladas, realizan de forma más rápida y precisa tareas que requieren procesos explícitos y codificables, actividades de rutina. En los últimos años la tendencia, en los países desarrollados y en vías de desarrollo, se manifiesta en una disminución sustancial de la oferta de este tipo de empleo. La razón estriba en que el precio de las automatizaciones ha descendido, derivándose en la sustitución del trabajo del ser humano. Esa tendencia continuará, pero necesariamente no implica que el trabajo del hombre desaparecerá, pues las ventajas comparativas con relación a las máquinas, se mantienen. Por ejemplo, ninguna máquina puede realizar trabajos que requieren interacciones personales, flexibilidad y adaptabilidad. Además, la capacidad de solucionar problemas inesperados, la de resolver a través de improvisar soluciones, en fin sencillamente generar un proceso cognitivo que sólo el ser humano es capaz de lograr por si mismo.  Los trabajos que requieren de esas virtudes humanas, se complementan con los avances tecnológicos y la oferta crece en función del avance de la automatización.

Se denota una suerte de polarización de los empleos basada en las relaciones entre máquinas y hombres. Disminuye la oferta para trabajos que requieren habilidades y cualificaciones medias, cuyas tareas son rutinarias. Pero aumenta la oferta para los trabajos que cuya cualificación no debe ser alta, pero si exigen interactividad y adaptabilidad. En el otro extremo, crece la oferta de empleos que requieren una alta cualificación.

Las implicaciones de estas tendencias laborales ciertamente pueden implicar en el corto plazo una disminución neta de empleos, pues la sustitución de procesos automatizados tendería a ser mayor a la creación de puestos que complementen esos procesos. Aunque en el mediano y largo plazo se generará una propensión a una mayor complementariedad entre el trabajo humano y las máquinas. Es decir, surgirán nuevos puestos de empleos, diferentes a los usuales que sustituirán a aquellos que desaparecieron. En relación al nivel de crecimiento de esos nuevos empleos existen muchas incertidumbres, pues es muy difícil calcular el impacto neto de los mismos.

En este proceso evolutivo laboral los más afectados son los trabajadores de mayor edad, pues los de menor edad se adaptan con mayor facilidad a los cambios y pueden reenfocar su formación para adquirir conocimientos que les permita mejorar sus habilidades hacia lo que demanda el mercado.

Todo lo anterior nos indica algo preocupante, pues si la tendencia a la polarización de empleos se da tal cual la planteamos, pues es la tendencia, al incrementarse los empleos de baja cualificación, cuyas retribuciones son bajas. Pero, crecerán los de alta cualificación, con condiciones laborales y retributivas altas. Esto generaría una tenderá a ampliar la brecha de desigualdad y esto es muy negativo para la sociedad.

Esa tendencia a la desigualdad debe ser enfrentada desde ya. Se debe asumir un compromiso real en sistema educativo, tanto en la primaria como en la secundaria, pública y privada, a fin de proveer una enseñanza que permita desarrollar habilidades que orienten en como desempeñarse en sociedad, que estimulen la creatividad, la capacidad natural para adaptarse, integrarse al ambiente cambiante, ser críticos para entender la realidad,  resolver problemas, enfoque en las tecnologías y ciencias duras. De esta forma, en base a una real  igualdad de oportunidades, se lograría mitigar el impacto de la desigualdad en el mediano y largo plazo.