El hombre es moral por sus
Temores e inmoral por sus deseos.
Pitágoras.-
Los cuestionamientos son interminables, demasiados reales para poder ser contados mientras las argumentaciones y premisas dudosas nos quieren encerrar dentro de una atmosfera idílica que solo existe en la mente de determinados políticos o gobernantes. Es por eso que en ocasiones me cuestiono si estaremos en una cleptocracia bajo el dominio de políticos bandidos, sin importar las siglas partidarias que establezcan solo para una elite o mejor dicho, para un comité y sus allegados. No sé, pero cada tribu como ésta a la que pertenecemos, por igual tiene la forma de gobierno que merece o que permite que lo gobierne.
Y el gran problema con determinados políticos o agrupaciones políticas, es que nada es negro y blanco, sino una millonada de grises que dificulta observar en realidad lo que harán o las argumentaciones engañosas que utilizaran para producir uno de los mayores dolores que puede acometer a los seres humanos, y es aquel que solo puede producir la esperanza y que ellos se han convertido en expertos para producirla.
Es un dolor sin nombre que producen para obtener o mantenerse en el poder. Calumnian, asesinan honras sin ningún pudor porque las de ellos al parecer era verde y se la comieron los animales. Se llegan a creer sus propias mentiras, como esa de que: “el poder es eterno, siempre así será y pena de aquel que pelee o luche en contra de él”. Así me dijo uno de estos líderes y solo atine a decirle que eso era verdad, pero que era como el amor que también es eterno, con la salvedad de que ambos, cuando menos se espera, cambia de casa.
El salvajismo para justificar su ambición los ha llevado hasta hacer prácticamente desaparecer lo que se llama Estado. Han corroído los cimientos del sustento del mismo, como son las instituciones y los organismos inherentes a un Estado de derecho, que ya ni el monopolio de la violencia lo puede ejercer porque la anomia se ha apoderado de los organismos llamados a ejecutarla, llevando el desorden y el caos a todos los estamentos de la sociedad. Han logrado hacer realidad aquello de que “el hombre es el lobo del hombre”.
Quizás sea por eso mi gran temor y que los políticos desaprensivos pretenden ignorar y que no me avergüenza decir, que le temo más a la ira de la ignorancia de este pueblo que al accionar indelicado de estos dirigentes, porque cuando estalla debido a los abusos, esas grandes mayorías se convierten en algo incontrolable, donde solo la sangre logra poner freno por determinado tiempo a todas las atrocidades y prepotencias de los que se adueñan y mantienen el poder por encima de cualquier consideración o lógica.
Reitero mi temor de no saber si vivimos bajo el manto de un califato, una asamblea, un clan o un descarado e indelicado comité. Lo que sí sé, ante el despropósito que nos están presentando en esta prolongada, artificiosa, abusiva y derrochadora campaña electoral, que es obligatorio mantener la esperanza, quizás la utopía, de que como una epifanía sobrenatural aparezca el político que nos presente planes creíbles y ejecutables, que no sean simples ejercicios teóricos. Que no sea como los mentirosos patológicos que falsean la verdad como vía de obtener atención e incluso admiración para satisfacer sus ambiciones y entran en un círculo vicioso que les acaba dejando solos en su laberinto de mentiras y justificaciones pendejas.
Nos estamos desvaneciendo como Estado, como Nación, como País y no lo queremos comprender. Nos hemos acostumbrado a ver los problemas institucionales y adoptamos la actitud del avestruz. Se han empeñado y al parecer ya es así, en hacernos creer que el clientelismo es lo mismo que las políticas sociales y es por eso que la economía crece, pero cada día somos más pobres. No queremos darnos cuenta que el problema no es darle una fundita al pobre, sino estar conscientes de que con el dinero que se gasta en cada acción cívica llevada a cabo por innúmeras instituciones, entiéndase clientelismo político, no se crea un solo empleo que produzca riqueza y ayude a los más necesitados a salir del lodazal de pobreza en el cual han vivido y de seguir este camino, asimismo morirán. ¡Si señor!