En la década de los 70, un estudiante apellido Then, del Colegio Universitario de la UASD, me escribió un seminario sobre la celebración de las Cachúas de Cabral, durante la Semana Santa. Nadie nunca me había hablado de esta festividad ni había leído nada sobre este acontecimiento.
El maestro José Castillo lo leyó y ambos quedamos sumamente impresionados, por la fecha de esta celebración al final de la Semana Santa y por las ceremonias y rituales que ella implicaba. El próximo año nos fuimos al pueblo de Cabral para participar de la misma.
Fue tan impactante aquella celebración, que nos dimos cuenta que el seminario se quedó pequeño ante la riqueza de esta manifestación cultural. Allí conocimos a Temito, cuyo nombre real era Leónidas Temistocles Feliz Suarez, cuya casa era un taller familiar para la elaboración de las máscaras más hermosas del carnaval dominicano y para elaborar foetes; “armas simbólicas” de purificación de las Cachúas.
Temito, era ya un consagrado artista creador de máscaras y de foetes, así como su padre, ya retirado, y una tía artesana. Estas mascaras reciben el nombre de Cachúas, por dos pequeños cachos simbólicos, muchas veces clandestinos. Las máscaras son elaboradas con la técnica española de papel-maché, fruto de un molde de barro, en las cuales no se utilizan pinturas industrializadas, sino que son decoradas con papel vejiga y/o papel crepé de múltiples colores, la cuales terminan en una inmensa cabellera de papel vejiga que les llega hasta la cintura. Se destaca, además, un mameluco coloreado y muchas veces floreado, con alas de murciélago debajo de los brazos, con una capa donde sobresale una cruz y un foete en la mano.
Las Cachúas de Cabral son las máscaras más impactantes de nuestro carnaval, porque además de su hermoso colorido, cuando corre un Cachúa, la cabellera se convierte en una arcoíris danzante que al rozarse con el viento, deja de ser un simple papel mudo para darle vida y musicalidad al personaje. Es la magia de la cachúa.
Durante más de 30 años, cada Semana Santa era una cita obligatoria en Cabral para mí y cada vez era más fascinante. Temito creció artesanalmente, su casa se convertía en una escuela de arte para esta época, mientras tanto en la UASD se graduaba de médico. Sin embargo, esto jamás lo hizo abandonar su pasión por las cachúas, por el contrario, era el gran jefe de la comparsa representativa de Cabral, lo cual hacía con una entrega total, con amor y con orgullo.
Como médico, Temito, era un ser humano afable, agradable, comprensivo, parecía inofensivo, pero cuando se ponía su traje de Cachúa, como el legendario Alfredito, se transformaba en jefe, con don de mando, capacidad organizativa, con un carisma impresionante.
Temito y yo disfrazados con nuestros trajes de Cachúa, participamos en los carnavales de Aruba, de Guadalupe, de Colombia y de Santiago de Cuba. En cada lugar dejaba su traje con su máscara como recuerdo y en lugares como en Santiago de Cuba, llevaba varios trajes, entrenaba algunos jóvenes, los cuales, camuflados desfilaban con nosotros cada año, porque les dejaba toda la indumentaria Cachúa, incluyendo los foetes. Temito no exigía para nada, su único interés siempre fue el de difundir la cultura de su pueblo.
En su pasión por el carnaval Cachúa, ayudamos a la realización de documentales que han quedado para la historia, para Memoria de Nación, la Televisión Española, la Televisión Francesa, la Televisión Dominicana y para la Universidad de Houston.
Como gran jefe de comparsa, participó en casi todos los carnavales del país, siempre con orgullo. En Cabral durante los tres días de festividades, el dirigía toda la programación, incluyendo la culminación con la quemas del Judas en el cementerio de Cabral el último día. Sin lugar a dudas, era el gran jefe de las Cachúas.
En lo personal, siento que fue mi gran maestro, quien me enseñó todo lo que pude aprender de las Cachúas. Para el diseño de mi propio traje de Cachúa, el me guió para que la legendaria modista ya especializada en aquellos trajes, me lo confeccionara. Tengo además, dos hermosas mascaras para mi traje de Cachúa, elaboradas artísticamente por él.
La última vez que nos encontramos, Temistocles vino desde Cabral para mi cumpleaños y allí me entregó una pequeña mascara simbólica cachúa que guardo con cariño y respeto. Hace pocos días, al enterarme con Wagner, de su delicado estado de salud, no quise llamarlo. Me resistí a creer que este hombre grande en estatura, pero con alma de niño, se atreviera a perder una batalla por su vida. Quería recordarlo como lo que era, con la alegría y la sencillez que vi en su rostro cada día.
Al levantarme en el día de ayer, (aun sin saber la noticia que se me reservo para que conciliara el sueño en la noche), le pedí a mi esposa, que contactara a Temito, porque quería hablar con él. Abrumada por haberme dado la mayor cantidad de malas noticias en estos largos meses de confinamiento emocional, hizo un largo silencio tras lo cual me llevó a caminar. En su momento y con voz quebrada, llena de dolor me dijo la increíble noticia: ¡Temo ha partido de este plano, murió en el día de ayer.
En un día lleno de tristeza, duele aceptarlo. Lloré varias veces, aunque sé que este gran hombre cumplió con su misión, de revalorizar y defender la tradición de las Cachuas, de luchar por su identidad y lograr que las Cachúas se sientan orgullosas de su tradición y de su cultura popular. Temistocles siempre estará junto a nosotros, pues nos ha dejado su gran legado, por eso, mientras exista un Cachúa, Temito está presente.
Temito, médico de profesión, corazón de Cachúa, pasión de artesano, ser humano excepcional, amigo y hermano del alma, vete a fuetear con tu alegría hasta despertar a los Ángeles. Ondea ese fuete por los aires, en donde el sonido es una flor y el silencio es la paz infinita.