Hoy más que nunca la información es poder y saber manejarla implica más poder todavía. La información es tanto lo que ocurre como aquello que debió ocurrir y no sucedió. En este escenario, están los que crean la información, seguidos por aquellos que están llamados a divulgarla. Por último, se encuentran los que consumen dicha información. Aunque todo lo anterior puede implicar escenarios bastante complejos, donde intervengan otras variables. En términos prácticos así es como va la cosa.

Imagine usted qué sucede cuando el sector que produce la información tiene los recursos y el PODER de determinar cómo el informante transmitirá eso que pasó y por consecuencia influye en qué es lo que llegará al consumidor. En ese “cómo” entran una variedad de situaciones que dan como resultado toda suerte de contextos. Gracias a esta potestad se han derrocado gobiernos, creado guerras, generado pánico, se ha hecho de todo, y cuando digo de todo, es ¡de TODO!

Ese “cómo” del qué les hablo incluye desviar la atención pública de ciertos temas, poniendo otros sobre el tapete, que bien pueden tener méritos suficientes para mantener a un colectivo bien entretenido por un rato. Tal cosa está pasando actualmente en esta media isla. Y aunque la estrategia no es para nada nueva, los métodos recientes resultan tan groseros y desproporcionados, que a muchos nos resulta más que obvia.

Hace muy poco que Danilo Medina tomó posesión de su mismo gobierno, pero por 4 años más. En quince días parecen haberse destacado dos temas centrales. Uno muy triste, que toca la fibra más honda de todo aquel que se reconozca humano: el tema de la niña Karla Masiel y el supuesto vínculo de su desaparición con una red de tráfico de órganos. El segundo es uno bien doméstico, uno que ocurre a diario, que pone en evidencia el tipo de ciudadanía que hemos construido. Nos cuenta del típico funcionario que administra la Ley y que por ello se cree con derecho de asirse de ella a antojo y conveniencia. Este tema nos fue servido como en vaso desechable lleno de hielo y ron, y hubo incluso quien dedicó días completos a una diatriba obvia e innecesaria sobre una fiscal que quiso pasarse de lista y un agente de AMET que parece terminó burlado por un sistema carente de vergüenzas y que anda a tientas.

Si usted es de los que no quiere largarse de aquí, si le sigue doliendo el país, si le molesta este sistema de cosas, si está harto…hable, grite, salga de donde esté. No se quede callado ni se quede dando vueltas, como perro tras su cola, con el tema de la semana.

El caso de la menor Karla tomó aristas macabras y nada claras, poniendo de manifiesto la desatinada medida de la Procuraduría de clausurar un importante centro médico de la Zona Oriental de Santo Domingo, sin que mediara una declaración oficiosa a la población. En menos de las siguientes 72 horas fue retirado el azaroso letrero de “clausurado” y continuábamos sin información precisa sobre los hechos. Y como si fuera poca cosa asociar un centro de salud al tráfico de órganos, todo se dejó al rumor público y a una que otra noticia en los medios. ¡Qué manera tan irresponsable de manejar la cosa pública!

Con el agente de AMET y la fiscal, el show llegó al punto de la caricatura cuando los vimos sentados como buenos hermanitos –pero con un lenguaje no verbal más que explícito– leyendo sendas declaraciones de respeto y arrepentimiento. Todos felices y que siga girando la rosca.

Resulta que por temas no nos quedamos cortos, porque los hay para elegir, no para que los elijan por nosotros. Y con esto no intento sugerir que alguno tenga más o menos importancia que otro. Hablo de no dejarnos conducir como idiotas, zombificados por una prensa con vocación amarillista y comprometida con los intereses de quienes detentan el poder.

Si de temas se trata, se me antoja hablar de los más de dos mil funcionarios que no hicieron declaración jurada de bienes, en franca violación a la Ley 311-14, frente a un gobierno cómplice e irresponsable. Quiero hablar del escándalo de los Tucanos – falta mucho por decir de este tema–. Hablemos de una economía que crece un 7%, mientras maestros de Haina hacen huelga porque les deben meses de salario.

Vamos a hablar del déficit en la alcaldía del Distrito Nacional. De la hermana del presidente dirigiendo la Cámara de Diputados. Vamos a hablar del aumento salarial autogestionado por los legisladores. Quiero hablar de los permisos de tala de árboles concedidos medalaganariamente a las granceras. De la deuda pública, de seguridad ciudadana, del incremento en la factura eléctrica, sin que haya operado un aumento oficial en la tarifa. Hablemos del pacto eléctrico. De los desnacionalizados. Sí, porque ese tema no está resuelto. Porque la Ley de Naturalización 169-14 no resolvió el problema. Hablemos de las groseras ganancias de las AFP.

Hablemos de la abultadísima nómina pública, del salario de muchos funcionarios, de la reforma policial, de la reforma laboral, que quedó rebotando mientras el salario mínimo de hambre quedó amarrado. Hablemos, ¡hablemos!

Por supuesto, es muy difícil asumir todos estos asuntos con una oposición laxa y complaciente, que prácticamente no existe, y que, cual fantasma, solo aparece cuando le apetece. Mucho más difícil lo es con una gran parte de la prensa puesta de rodillas ante una clase política que tiene el Estado secuestrado. Nos han endilgado la difícil tarea de hacernos cargo, de al menos hacer ruido y demandar, porque parece que no tenemos dolientes.

Si usted es de los que no quiere largarse de aquí, si le sigue doliendo el país, si le molesta este sistema de cosas, si está harto…hable, grite, salga de donde esté. No se quede callado ni se quede dando vueltas, como perro tras su cola, con el tema de la semana.