Por primera vez en muchos años la agenda pública ha estado matizada por un tema que escapa a las pretensiones mediáticas del gobierno de turno y obliga a los ideólogos de palacio, a reeditar la estrategia y guiarla hacia la única brecha sociopolítica permanente, que provoca emociones y desborda pasiones en un país donde la ideología más arraigada, es sin duda, el antihaitianismo. Motivado y azuzado por la xenofobia irracional de sectores conservadores y agendado por el gobierno como tema focal, cuando la atención del pueblo se concentra en otros eventos de verdadero interés colectivo, que afectan de manera directa el bolsillo del dominicano común.
El gobierno de Danilo Medina, notablemente acorralado por las exigencias permanentes de cese de la impunidad y fin de la corrupción, no obstante los esfuerzos realizados por desviar la atención de la gente, ha tenido que ceder a peticiones de la ultraderecha para apaciguar algunos sectores con determinado poder en los grupos reclamantes. No es casual, como nada lo es en política, que en estos momentos se traiga por los cabellos el tema de la inmigración haitiana, el respeto a la soberanía y se hayan reactivado comunicadores y medios complacientes, para el esbozo del proteccionismo fronterizo y el nacionalismo imperante. Con especial énfasis en la preservación del medio ambiente y la prevención de enfermedades.
Nadie puede negar que la irregularidad con que llegan al país miles de extranjeros ilegales procedentes de del vecino Haití, es prohijada por grupos económicos poderosos y la participación activa del gobierno, cuyo objetivo principal, es la devaluación de la mano de obra local y la obtención de utilidades por parte de sectores productivos que además de pagar barato, generan otros beneficios incuantificables, derivados de la seguridad social no cotizada. Con el agravante de que el Estado, es el consumidor por excelencia en el área de la construcción, de la mano de obra ilegal.
Otro factor influyente, sujeto de un estudio socioeconómico, por razones que todos conocemos. Es la vinculación de los militares apostados en la Frontera, con las mafias dedicadas al tráfico de personas. Un negocio transnacional con el que se acumulan fortunas incalculables. Sin embargo, a pesar de que todos conocemos la metodología utilizada por esas claques y la forma en que operan, se usa de forma irresponsable el tema haitiano, cual cortina de humo para tapar otros baches, y así desvirtuar la realidad actual de nuestro país.
Si bien es cierto que la sociedad ha reclamado por años, la regulación efectiva de la entrada de nacionales haitianos por nuestra deprimida zona fronteriza, no es menos cierto, que no existe, ni ha existido, voluntad política por parte del gobierno de establecer controles migratorios que den como resultado la disminución real del trasiego ilegal de migrantes desde Haití hacia territorio dominicano. También, que no ha querido abordar, junto a empresarios beneficiarios de irregularidad provocada, la creación de una política pública de permanente control destinada a hacer prevaler en todo caso y mediante procedimientos especializados, las normas que rigen para la materia en los distintos puntos de la frontera.
República Dominicana por su ubicación geográfica, está condenada a tender lazos permanentes de convivencia con Haití, a elaborar políticas en conjunto en materia fronteras y comercio que beneficie a unos y a otros, asimismo, establecer los niveles de confianza pertinentes para el manteamiento de relaciones armónicas, tanto de sus gobernantes, como de sus gobernados. Insistir en políticas que generen opiniones y reacciones racistas o xenófobas, con el fin estratégico de distraer los pueblos, y con la sagrada excusa de preservar nuestra identidad nacional, seria echar un cubo de porquería a todo los esfuerzos pasados, por lograr dentro del marco regulatorio de la política exterior, unas relaciones binacionales favorables . Sin olvidar, por aquello del -amor patrio y la defensa de la soberanía- que “En la tierra no hay nada tan bueno que en sus orígenes no tuviera justamente eso, porquería”. -Anton Chejov-.