Múltiples pensadores del análisis social han pregonado por altiva y por pasiva la crisis que abruma a esta sociedad y personalmente este servidor ofrece su visión en un libro que publiqué titulado La Sociedad de la Nada.

Esta crisis se refleja en los contenidos que ofrecen los medios de comunicación que iré analizando por separado y quiero comenzar con la televisión. Con relación a este medio me parece que ha sufrido tres tipos de crisis: de contenido, de producción y de alcance.

La crisis de contenido reside en la levedad de ideas y la anomia de las propuestas que se ofrecen ligado a la poca preparación de quienes lo conducen. La crisis de producción se expresa en la forma de hacer llegar ese contenido y hablo de crisis de alcance porque ya la televisión cuenta con otras competencias reales como YouTube, Instagram o Facebook por donde se realizan transmisiones en tiempo real.

A mi generación le tocó ver el surgimiento de la televisión chatarra. Hoy en día vemos cómo las cadenas de televisión explotan a personajes que sacan a la audiencia de su rutina, que le divierten a base de mostrar miserias o hechos violentos. Personajes que venden su vida privada a cambio de dinero.

Se debe reconocer que la televisión se mantiene en constante renovación buscando impresionar al espectador. Todo ello obliga a las televisoras a exprimir a sus personajes cada vez más en busca de ese momento estelar de realidad televisada.

Una lágrima, una confesión, una pelea, una reconciliación, un muerto en pedazos, ya no son suficientes. Se necesita un momento de sublime patetismo que sobrecoja al espectador. Se necesita que una presentadora de televisión le quite el esposo a otra y luego el esposo se case con la madre de una de ellas. El circo mediático es uno de los principales componentes de esta sociedad de la Nada. Todo es tan irreal y prefabricado, pero todavía sigue atrayendo a millones de idiotizados espectadores cada día.

Con temor a equivocarme puedo enumerar por lo menos cinco programas televisivos de nuestro patrio que, a mi modo de ver, todavía exhiben una producción depurada:

  1. Divertido con Jochy
  2. Chévere Night
  3. Qué Chévere es saber
  4. Con Jatna
  5. Buena noche de Nelson Javier en Santiago

Quienes se ofendan que me desmientan. He visto que tanto Pablo Ross como Tony Dandrades han hecho pronunciamientos públicos acerca de la calidad de la televisión dominicana lo que les ha traído críticas mordaces y hasta intimidatorias.

Los programas de opinión son una teatralidad de tristeza y patetismo. Tres o cuatro personas leyendo los periódicos o haciendo opiniones de orden generalmente político que serán complacientes o no dependiendo del interés en que se ubiquen.

En la lucha por ser el número uno se pierde el sentido común y la ética. Un canal se atrevió a revelar en las redes sociales cómo había aumentado su rating la cobertura que le dieran al caso de Émely Peguero, una adolescente asesinada en estado de gestación.

Todavía sueño con que se pueda hacer buena televisión, aunque pueda tildar mis ideas como el insípido florecimiento de una ilusión o la turbia aspiración  del optimismo y que pretendo continuar aunque mis palabras suenen inconsolables como un piano en el viento.

Y no escondo que escribir sobre esto me hace doler el pensamiento, pero estas palabras extraen su fuerza de un bello sueño interior, cuya mirada se filtra aguda sobre la prevención de un futuro que podría ser peor si no tomamos en cuenta desde ahora lo que estamos haciendo.