Se considera pornografía a toda representación de escenas de tipo sexual. Dichas representaciones pueden ser proyectadas a través de imágenes, videos, e incluso audios alusivos a actividades sexuales. La invención del internet a permitido la difusión masiva del material pornográfico el cual se hace accesible fácilmente y de forma gratuita a todo público, siendo el sector masculino los mayores consumidores de porno. Según estadísticas, el 50% de todas las búsquedas en el internet giran en torno a material pornográfico y solo durante el 2018 la página para adultos Pornhub registró 33,500 millones de visitas, lo que revela la enorme cantidad de usuarios que consumen pornografía a diario y que han consolidado al porno como una de las industrias mas prósperas desde el punto de vista comercial.
Sin embargo, la pornografía proyecta un mundo surrealista que distorsiona la realidad de las relaciones sexuales y representa las escenas más dramáticas e insanas como algo normal y aceptable. Aunque la ciencia apenas se encuentra en los inicios de sus estudios en torno a los efectos nocivos que tiene el consumo sostenido de pornografía, se ha arribado a una serie de conclusiones que revelan el daño que produce el porno a la salud mental y emocional de los adictos. Condiciones de salud como la disfunción eréctil o la eyaculación precoz hasta enfermedades como la ansiedad o la depresión son asociadas al consumo prolongado de pornografía, la cual suele constituirse en una adicción en la mayoría de los casos. El que se dedica al consumo del porno normalmente inicia exponiéndose a escenas básicas como aquellas que proyectan el sexo convencional entre un hombre y una mujer y, con el tiempo, desarrollan fantasías que terminan por desear consumir porno cada vez más insano, como aquellos que se relacionan al bestialismo, el incesto, sexo violento, o pornografía infantil. A este nivel, el pornoadicto busca activar su sistema de recompensa o gratificación con escenas mas fuertes las cuales, al no ser halladas, tratan de recrear en la practica los comportamientos sexuales que suelen consumir a diario.
Niños, adolescentes, jóvenes y adultos puede fácilmente acceder a material pornográfico sin que medie un mecanismo de fiscalización por parte de los estados o las mismas familias.
Al parecer existe una relación entre la pornografía y el desarrollo de conductas antisociales que se reflejan en el aislamiento e incluso la psicopatía. En ese sentido, la historia registra casos de asesinos seriales que han atribuido su comportamiento criminal a la exposición prolongada al porno. El conocido asesino en serie Ted Bundy, a quien se le atribuyen 36 muertes comprobadas de mujeres en siete estados de los EEUU, tenia una personalidad particular y una historia personal que rompe con cualquier perspectiva que la psicología podría tener de un personaje tan siniestro. Se espera que el hombre que entre los años de 1974 y 1978 asesinó a una treintena de mujeres tuviera una infancia perturbadora, de maltrato o discriminación; quizás victima de los azares de una familia disfuncional o fuente de malos ejemplos, sin embargo, en Bundy ocurre todo lo contrario.
De acuerdo con informaciones vertidas por el mismo Bundy en una entrevista ofrecida al psicólogo James Dobson en el año de 1989, justo antes de ser ejecutado en virtud de una pena capital, confesó guardar un secreto respecto a una práctica adictiva que lo llevó a desarrollar gradualmente un comportamiento compulsivo de asesinato y violaciones. Curiosamente, Ted declaró crecer con unos padres amorosos, dadores de buenos ejemplos, cristianos, visitadores asiduos de la iglesia y cabezas de una familia funcional, pero su adicción a la pornografía lo hizo convertirse en un ser depravado y despreciable. Aunque algunos de los cuerpos de las víctimas de Bundy jamás fueron hallados, algunos de los casos de muerte violenta atribuidas a Bundy evidenciaron no solo el asesinato en sí mismo, sino también la violación posterior a la muerte y, en ocasiones, anterior al crimen. Tal es el caso de Melissa Smith, quien fue secuestrada, torturada y violada durante cinco días siendo hallado su cadáver tiempo después. Igualmente, se ha registrado el caso de Rhonda Stapley de 21 años, quien fuera secuestrada y violada por horas, logrando escapar con vida sin que denunciara a Bundy sino hasta cuarenta años después por miedo a ser rechazada. La historia registra por igual el dramático caso de Joni Lenz, quien fue atacada por Bundy y violada posteriormente con la pata de una cama. La infeliz victima sobrevivió con daño cerebral permanente.
En todos los casos mencionados de los cuales Ted Bundy se constituye en autor se evidencia un patrón de violaciones sexuales recreadas sobre una dinámica de torturas y sadismo, que llevaban a satisfacer los deseos compulsivos que según el mismo autor fueron detonados por el consumo sostenido de pornografía.
Se ha demostrado que la pornografía es altamente adictiva y particularmente nociva para la salud mental de las personas. Quien consume porno activa de forma exagerada neurotransmisores que se relacionan con la sensación de placer y relajación, como la dopamina. Dicho neurotransmisor también es producido de manera anormal en el cerebro cuando se consumen sustancias alucinógenas como las drogas que requieren con el tiempo un mayor consumo o la captación de un agente adictivo mas fuerte para volver a sentir la sensación de placer. Lo peor de todo es que se puede acceder a materiales pornográficos de forma gratuita y sin mayores filtros que los que impone la misma industria para capitalizar el producto. Niños, adolescentes, jóvenes y adultos puede fácilmente acceder a material pornográfico sin que medie un mecanismo de fiscalización por parte de los estados o las mismas familias.
Todos estamos expuestos a los peligros que esconde la pornografía y por ello es importante educar en torno al tema y lograr a través de la misma educación que las familias se sientan comprometidas a proteger a los más jóvenes de la exposición a dichos materiales. Para ello se hace imprescindible limitar el uso del internet y definir mejores y más eficientes métodos de supervisión de lo que nuestros niños y jóvenes consumen a través de los medios de información.