Este mundo forjado en la maquinaria de la globalización arroja al hombre (sujeto) a los pies de la Mercancía, reduciendo su existencia a la presencia omnímoda de la Mercancía; el ser Haideggeriano en búsqueda de su esencia, desaparece, se esfuma en la gran maraña social de esa gigantesca red de productos, servicios que nos maniata en necesidades y deseos.

Se convierte la compleja red tecnológica en un sujeto que se mueve con su propia aparente independencia para el sistema cumplir los propósitos de su destino. Las redes se auto realizan en su natural competencia, con vida propia.

Siguiendo la filosofía del existencialista Alemán Martín Heidegger en este mundo de red y globalización provoca que el Ser disuelva su esencia como sujeto humano y se funde en la masa exasperante de productos y mercancías que se distribuye en la cadena de los negocios y servicios, como una ola gigantesca de la que no podemos escapar. Hay la impronta de una filosofía que empuja hacia la cristalización de los elementos que han de sustentar al sistema de la globalización, bajo la égida del neoliberalismo.

El mundo es una gran fábrica con productos que se distribuyen con acelerados movimientos virtuales a imitación de las redes neuronales con toda su máxima potencia elevada ad infinitum, que deja pasmado y en consecuencia perplejo al sujeto.

Este se torna confuso, difuso, deshumanizado en su esencia como centró de la realidad y torna empequeñecido por la gran marea que se le presenta a sus ojos, absorto ante tal magnitud.

Si en la época moderna, se imponía la idea de que el mundo es una gran máquina con mecanismos semejantes al andamiaje de un reloj mecánico, entonces la mecánica de Issac Newton o el mundo astronómico de Galileo; en nuestro mundo cibernético el ser humano queda atrapado en las redes virtuales de una insaciable competencia con tecnología de puntas, en una carrera ciber donde el sujeto se disuelve en su esencia, se desvaloriza, persigue implacable el movimiento incesante de ofertas, construye su egoísmo, engrandece su ideal de posesión y escapa a reconocerse así mismo: es decir, la autorrealización de su destino humano, ahora el destino lo marca encontrarse con la cadena virtual de productos, servicios e informaciones que constituyen su máxima aspiración: su ser se deshumanizara y en vía de consecuencia pretende encontrar su realización en la apropiación de estos servicios tecnológicos, que al discurso de un charlista del recién Congreso de Política Comunicacional un usuario toca 280 veces al día su móvil. Surge un automatismo irrefrenable del sujeto (particularmente jóvenes) que le obliga en el subconsciente a disparar los toques mágicos de los equipos que porta y usa, formando parte integral de su esencia de ser.

Observen, que en los albores de la mentada modernidad donde el mundo se convirtió en un inmenso almacén industrial, donde emergen las técnicas y las nuevas herramientas de la vida práctica y comercial liberal; Martín Heidegger incorpora la reflexión de ese estadio de la humanidad con criticidad

en el sentido de conservar los valores intrínsecos al ser humano, en función de que la revolución industrial no desvalorice la esencia humana. Propugna por los ideales de libertad, igualdad y paz y los sintetiza así: “ La filosofía, en estrecha hermandad con la poesía, tiene la tarea de recapacitar sobre esta cercanía inmediata con el ser, es decir, pensar sobre la proximidad de los casos de la vida".

Esa filosofía que trabaja con los misterios del ser, con sus principios éticos, ha de hacer de gestora e interrogante por la esencia del ser humano, en la idea de encontrarse consigo mismo y desplegar el sentido de la vida; no somos ni devenimos en pura mercancía, aunque el sistema robotizado y de mercado nos propone subliminalmente el arrastre con su poder de convocatoria hacia ese abismo desalmado, que nos depara el nuevo destino de la humanidad Globalizada.

La propia Universidad se transforma en un ente al servicio de la empresa y el conocimiento deviene en vulgar mercancía, su lógica responde a los exigentes requerimientos de la estrategia de ese mercado; su currículo se diseña en función de la demanda y por vía de consecuencia se extinguen aquellas áreas que contemplan las futuras demandas de los consumidores de la sociedad.

Desaparece el mundo crítico, el mundo ético: las humanidades y la filosofía, pero con sus derrumbe la sociedad recibe un golpe mortal en los valores que la sustentan para la perpetuación de su convivencia y su proyección hacia el futuro de nuevas generaciones. Aprovechemos lo mejor y más calificado de esta sociedad del conocimiento y la tecnología.