Ayer se realizó en el país el proceso de elección a los diferentes cargos públicos de quienes nos representarán por los próximos cuatro años. Ahora nos encontramos en el sagrado derecho al pataleo de quienes perdieron y la actitud celebrativa, a veces arrogante, de quienes ganaron el certamen haciendo valer el dicho de que “el gana es el que goza”.
Pudiese detenerme en un análisis del proceso electoral en sí, pero mucha gente lo hará por eso prefiero detenerme en una falacia que se nos ha vendido desde hace mucho y es que somos los ciudadanos quienes elegimos “libremente” a quienes nos han de representar. Ante este axioma siempre me ha surgido una inquietud ¿realmente elegimos con libertad?
La campaña electoral se ha convertido en un negocio, un contrato no estipulado entre un cliente (votante) y un ofertante (candidato). Cuando media el dinero en una decisión la única libertad que has tenido es aceptar la prebenda, pero a partir de ahí tu voto no es libre ni consciente.
Pero, más allá del clientelismo está otra realidad: la publicidad y el fenómeno de los medios de comunicación. Cuando se ha tenido una presencia avasallante en el mercado electoral las personas no votan específicamente por quien menos aparece, sino por quien más se presenta. La publicidad es capaz de modificar la conducta del ser humano, moldear su respuesta ante determinados hechos y conseguir que su decisión sea la de consumir el producto, por consiguiente no hay libertad en tu elección.
Es evidente que quienes más recursos manejen la posibilidad de pagar publicidad será mayor. Se pudiese hablar de elegir con libertad cuando la persona no tiene compromiso alguno, cuando su comida no depende de un plan social, o su trabajo dependa de que un partido esté o no en el poder.
Las elecciones son un teatro al que acudes pensando que realmente eres quien eliges, que tu voto cuenta, que eres el responsable del destino del país, cuando en realidad tu decisión ha estado permeada y moldeada por la publicidad avasallante, por la guerra de papeletas, por el poder, las prebendas y las amenazas.
Una persona elige con libertad cuando no es coartado ni sometido al acoso y vigilancia permanente sopena de retirarle alguna ayuda o cancelarlo en caso de que su voto no favorezca a quien “le da de comer”.
La libertad se manifieste cuando el individuo actúa con libre albedrío, cuando no siente un cargo de conciencia por haber votado, cuando su accionar está libre de ataduras y reprimendas, y entonces me pregunto ¿Vota el ciudadano con real libertad? ¿En nuestras elecciones el ciudadano vota o elige?
Nunca he estado de acuerdo con la expresión de que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen” porque su decisión no siempre depende de él como soberano. Las elecciones son una pantomima electora en donde realizas los gestos con tu cara pintada, pero son otros que mueven los hilos de esta tragicomedia llamada elección, pero que en realidad es un teatro.