Hoy estaba esperando la hora para que inicie mi clase de inglés, apenas llegando la maestra, uno de mis compañeros de clase le dice: “Teacher deme un segundo que estoy viendo el ganado”, refiriendo al grupo de chicas extranjeras que se encontraban justo al lado de nuestro curso tomando clases de español. Cuando escuché esta frase; me llené de consternación y de vergüenza ajena. Al ver que mis compañeros de clase, de estudio y conciudadanos tienen esa tan antisocial, retrógrada y machista percepción sobre la valoración del género femenino. Y aún me sorprende en gran manera el cómo calificaban a las jóvenes como ganado, como simples vacas, como pedazos de carne a punto de ser devoradas. Aunque para muchos decir este tipo de frases sea normal o sea percibida como parte de la idiosincrasia de un país; es evidente que tras este discurso sexista existe una gran connotación sociológica e incluso hasta antropológica, sobre la valoración de la mujer en México y la diferenciación misógina con los hombres.

Es evidente que en pleno siglo XXI la mujer aún se ve como mero objeto sexual, como alguien sin mucha importancia que se hizo para tres cosas: una tener buen sexo y satisfacer a su macho, para que cumpla la función de Cenicienta; mantener la comida caliente y la casa completamente limpia y para tener los hijos que la vida le mande. A pesar de que vivimos en tiempos modernos, en la época de los cambios, de la revolución tecnológica y del mundo interconectado, la época de la conquista de derechos y las revoluciones sociales; a lo que llaman los expertos ´´globalización ´´, parece que las miserables mentalidades machistas y misóginas aún siguen en sus cauces tradicionales.

“La mujer se hizo para complacer a su marido, ella se hizo para limpiar y mantener la casa impecable. Una mujer alcanza la plenitud cuando se casa y tiene hijos. Una mujer no puede estar en cosas de hombres como política, economía o academia. La mujer debe de estar sumisa en casa…” Estos son algunos de los garrafales pensamientos y juicios que están penosamente impregnados en la psiquis social de muchas sociedades como la mexicana, y otras muchas de América Latina. Nuestras estructuras sociales y el modus vivendi ha sido confeccionado bajo la dominación de estereotipos y esquemas sociales detalladamente definidos como patriarcales, donde el hombre tiene sus funciones de macho y la mujer tiene sus funciones de “mujer”. Sí, de mujer, es decir, de nada.

“Los machos no nacen; se hacen. Por la misma razón, el término machismo se refiere a un concepto que ha sido inventado y no a un rasgo cultural primordial de un grupo de gente en particular”. (Salas y Huerta). La cultura ha jugado un papel protagónico en la evolución del machismo como enfermedad cancerígena de la igualdad de género. La formación del mismo ha sido construido en manos de los hombres y mujeres que componen sistemas, estilos de “no vida” y costumbres discriminatorias a través de formaciones y adoctrinamientos erróneos sobre los roles de los géneros en nuestros pueblos. Adoctrinamientos que menoscaban y disminuyen al género femenino frente al masculino, dejando claro que la mujer no es igual al hombre; porque este es “mayor o más importante que ella”. Y claro, el hombre es más que la mujer no por decisión, sino porque la naturaleza le dio ese lugar.

Recuerdo muy claro los muchos cometarios que escuché de los mayores (abuelos\as, madres, padres) a la hora de educarnos mientras crecíamos, al menos esto en Rep. Dominicana. ´´Los niños no lavan los platos, déjalo que lo haga tu hermana, los niños no ordenan su cuarto, deja que lo haga María, las niñas no juegan con varones, es malo; las niñas no juegan fuera de casa, es malo´´. Estos son al menos algunos de los dichos más populares que recuerdo de nuestros educadores.  (incluyendo profesorxs). Las maestras y maestros separaban el curso en dos partes: niños de un lado y niñas de otro, porque no es correcto que estén ´´mezclados´´. Y todas estas prácticas se fueron perpetuando hasta crear en la conciencia social del hombre, que él si tiene más derechos que las mujeres. Y conduciéndonos así a un machismo abusivo, maldito y discriminador que maltrata despóticamente a todo lo femenino y a todo lo relacionado.

Escuchar comentarios como el que pronunció mi compañero de clase, es tan degradante (sin intención de ofender), como decir que la esclavitud debería ser legal y ejercida hoy en día o como negarles a las parejas del mismo sexo el derecho a acceder a la figura del matrimonio. Las sociedades en vía de desarrollo, a las cuales prefiero llamarles pobres, tienen una gran tarea pendiente en materia de derechos humanos e igualdad de género. Los patrones enfermizos que sostiene la discriminatoria y la desigualdad de género deben ser rotos y eliminados; con el objeto de curar y salvaguardar la salud de nuestros Estados.