Asumo que el juego de pelota está ya en la parte baja del noveno inning y no irá a nuevos y sorpresivos extra “innings”. Y por eso, dado que varios estudiantes y otros tantos miembros del Centro Juan XXIII me han hecho una pregunta que imagino que posiblemente otros tantos también están discerniendo, les anexo, por si sirviera de orientación, algunos criterios que puse en blanco y negro para los que conozco y me preguntaron; de paso, quizás pueda ayudar así a algunos otros.

Ahí va… ojalá sume y no reste.

Me preguntas tú, profesional y joven entrando en edad madura, si debes aceptar o rechazar una oferta de funcionario público en el próximo tren o aparato gubernamental.

Respuesta:

Sí, siempre y cuando los pros sean más que los contras para el país, para tu familia y por último para ti.

Dado que no sé -por más que he ejercitado la imaginación- qué posición te han ofrecido, no puedo hacer una lista de pros y contras, beneficios y objeciones, que sean realistas en tu caso.

En lo que sí podría eventualmente ayudarte es en responder, ¿en función de qué variables discernir esos pros y contras?

Mi respuesta, disciérnela atento a las siguientes condiciones de posibilidad que incidirán en los frutos a esperar de tu hipotética entrada a la burocracia estatal:

  1. La labor a realizar, ¿es de tu competencia y agrado?
  2. La permanencia o estabilidad en la función, ¿constituirá un riesgo calculado que puedas asumir, -y no un acto irresponsable, egoísta y aventurero- pues, como sabe quien labora en un orden jerarquizado, tu ejercicio dependerá más que de ti del poder discrecional tu superior inmediato?
  3. Y otro tanto, ¿proyectas que podrás funcionar con el previsible equipo de trabajo que te rodeará?
  4. Dada tu edad y tu trayectoria personal, profesional y familiar conviene que disciernas si el salto al tren gubernamental es razonablemente lo próximo en tu plan de vida personal, familiar y profesional; o, por el contrario, algo que te tienta, pero por imprudencia, voluntad de poder, avaricia o desmedido amor de las riquezas.
  5. Conviene que interrogues en términos específicos, si por darte el puesto a ti no se lo dan en términos de relativa equidad a quien más lo merece y mejor puede desempeñarlo.
  6. ¿Qué harías tú desde esa posición?
  7. ¿Visualizas, no ya la puerta de entrada a la posición, sino la puerta de salida? ¿Con dignidad, indiferente y en paz?
  8. ¿Sería desempeñar ese puesto la forma más idónea para servir a la patria dominicana como se merece?; o, si fueras creyente y según la máxima jesuítica, ¿la forma más eficaz de alcanzar la mayor gloria de Dios?

Llegando al final de este rosario de posibles preguntas, asumo tendrás una decisión, no obstante, ponle un último freno de seguridad a tu decisión.

  1. Acepta -o declina- la oferta que te hacen si y solo si entre el día que tomas tu decisión en firme y aquél en el que la comunicarás pasan tres días simbólicos. Déjala enfriar y dormir. Tres días, como del viernes al domingo de pascua, si me excusas la referencia. En ese lapso, deja que la almohada depure tu primera decisión.
  2. Si cuando lo dialogues por última vez con tu señor(a) éste(a) no coincide contigo, evalúa sus argumentos. Y si vuelves a la misma conclusión que al principio -aceptar o declinar- decide según tu conciencia y sin esconder alguna razón fuera de su comprensión, de conformidad con las circunstancias que evaluaste y valoraste más. Es de suponer que en un proceso transparente y de intimidad, él o ella sabrá respetar tu decisión y quiera respaldarla.

Llegado a ese punto, cuenta con el respaldo y comprensión de cuantos hablan razonablemente, proceden con buena voluntad y de ti esperan siempre lo mejor.